LA PAZ EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA REPÚBLICA

Plaza Murillo de La Paz. Aprox. 1950 - 1960.


Publicado en el periódico El Diario (Revista Nuevos Horizontes) el 17 de Junio de 2014.

En términos generales un viajero francés calificó a la ciudad de La Paz como un lugar “descuidado y tranquilo”.
La Paz, 1845.- Un periodista francés destacado aquí, inconfundible su paso por las calles de La Paz, accedió a comentar por entonces su visión de la vida en esta ciudad.
Respecto a la parte edilicia de la misma, destacó “las calles son pendientes, extremadamente angostas, sucias y polvorientas por la carencia de empiedre. Las casitas de adobe de planta baja, ventanas pequeñas y con techos de paja las más y sólo algunas de tejas, se abren por anchas puertas reforzadas con clavos de cabeza labrada y cuelgan aldabones macizos, muchas lucen amplios balcones de madera de cedro tallada, donde florecen macetas de geranios, claveles, margaritas o rosas”.

En cuanto a la vida social en las calles, le llamó la atención ver a los campesinos circulando con sus asnos o llamas cargados de provisiones, sal o leña, así como los arrieros que conducen sus recuas que transportan (según averiguó) desde Tacna y Arica, odres de licor, ají, arroz y harina del Perú y artículos manufacturados de Europa, telas y ornamentos, llenando de ruido los espacios con el repique sonoro de las esquilas.
El francés dijo que también se distrajo “mirando cómo algunos vagos discurren lentamente bajo la sombra de los aleros portando una pequeña imagen de cobre sobre un platillo y recogiendo limosnas de los pulperos y mercachifles que, apostados detrás de sus mostradores, siguen con indolencia las peripecias de algún juego de azar en que están empeñados sus parroquianos y clientes”.
Destacó también el haber visto unos “chicos de pata desnuda, rotosos y sin sombrero, que corren haciendo volar sus cometas de papel seda tricolor y de largas caídas, pues la calle sirve para todos los usos y en un riachuelo de los muchos que hay se bañan las cabalgaduras y las mujeres del pueblo van a lavar sus ropas”.
Pero lo que más le llamó la atención de la vida transeúnte es que la “circulación” no sea norma obligada de las ordenanzas municipales, que la gente circula en desorden y no protesta por ello. También pudo ver la existencia de tambos a donde llega productos del valle y los Yungas.

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