EL MOTÍN CONTRA EL MARISCAL SUCRE EN BOLIVIA

Por: José Alberto Diez de Medina / El Diario 4 de Octubre de 2016.

El viernes 18 de abril de 1828 fue para la República y para el pueblo boliviano un día luctuoso, de amargura y vergüenza. Ese fatídico día se levantó en armas, en contra del poder constituido, el Cuartel de la Guardia del Presidente, en la capital de la República.
Casualmente, a las seis de la mañana de ese infausto día, pasaba por el cuartel el doctor Luna, médico del hospital, quien fue detenido, retirado, no pudiendo pasar. Sorprendido y sobre todo asustado, dio media vuelta, dirigiéndose al Palacio de Gobierno, a fin de informar sobre lo sucedido.
En conocimiento de ello, el Presidente pidió que ensillaran su caballo, para dirigirse al cuartel con dos ayudantes.
Presentándose el coronel Andrade, ordenó a éste adelantarse, para informarse de lo sucedido; partiendo al galope, al llegar a la esquina de San Francisco fue recibido a balazos; insistiendo en pasar, uno de los soldados lo derribó de la silla con un fuerte culatazo en el pecho. Arrastrándose, retrocedió más de media cuadra, encontrándose con el mariscal Antonio José de Sucre. Éste viendo su estado apresuró su cabalgadura, junto a sus ayudantes y el ministro Infante, penetrando al cuartel espada en mano.
Al dirigirse a la tropa el mariscal, a fin de acallar su voz desde adentro se dio la orden de fuego, una descarga lo cubrió de balas. El mariscal Sucre fue herido en el brazo derecho y en la cabeza, no muy grave ésta última; el Comandante Escalona, herido en el hombro, tenía descolgado el brazo.

Inmediatamente el mariscal Sucre fue retirado del lugar, siendo atendido por el Dr. Luna, trasladado a casa de su amigo Miguel Antonio Tardío. Allí lo atendieron los doctores Terrally y Carpio, extrayéndole 10 astillas de hueso en la primera intervención.
Postrado en cama, el mariscal Sucre recibió a sus oficiales de confianza, y a algunas visitas. Una dama, esposa de un alto político, lo visitó, accediendo el Presidente a recibirla, ella se dirigió al mariscal Sucre, solicitando que reciba a su marido, quien según ella no era el instigador del movimiento.
A las 11 de la mañana se presentó el esposo, notable político alto peruano, doble cara, reiterando su fidelidad, a lo que el Mariscal le dijo: “Emplee su influjo sobre la tropa; evite Ud. que salga del cuartel y haga sufrir al pobre pueblo, si piden que yo muera, y esto pueda salvar a Bolivia, no excusaría el sacrificio, sino, dígales que todo quedará perdonado, que olvidaré los balazos y sufriré en silencio mis dolores”.
Al salir de la alcoba del Presidente, el susodicho político alentó a la poblada, poniéndose a lado de los sublevados, alentando la rebelión. Desde ese momento se incrementó el motín a la cabeza de un oficial de nombre Cainzo.
La Paz y Potosí se alistaron a fin de enviar fuerzas y tropas a la capital.
Agustín Gamarra, General en Jefe del ejército peruano, dirigió una carta al mariscal Sucre, ofreciendo sus armas y servicios, para tranquilizar la política boliviana. El Mariscal Sucre contestó de inmediato la maléfica misiva, negándose a aceptar el ofrecimiento de las armas, por no creerlo conveniente y porque ni Bolivia podría recibirlo, sin mengua de su orgullo nacional.
Sin embargo, la maldad ya estaba echada, vendrían momentos de desconsuelo y traiciones, más una invasión, vergonzosos tratados, como el de “Piquiza”.
El 1 de mayo cruzó el Desaguadero el ejército peruano.

Sociedad Bolivariana de Bolivia. Fundada en 1926.
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