LA NUEVA PATRIA Y LAS RESOLUCIONES HISTÓRICAS

Publicado en el periódico Opinión, el 9 de agosto de 2011.

Año tras año, al son de patrióticas canciones y el tremolar de las banderas que engalanan nuestras ciudades, festejamos el 6 de agosto, fecha cívica, la más excelsa en nuestro calendario histórico, por cuanto ella marca el advenimiento de una nueva nación al mundo de la libertad, la República de Bolivia.
Después de la victoria de Ayacucho, el Mariscal Sucre, cumpliendo órdenes del Libertador Bolívar, vino a ocupar el Alto Perú a la cabeza del ejército colombiano; se situó en La Paz, y a inspiración -según muchos historiadores- del Dr. Casimiro Olañeta, expidió su memorable decreto de 9 de febrero de 1825, convocatorio de los representantes de las cinco provincias altoperuanas (Charcas, La Paz, Cochabamba, Potosí, Santa Cruz) a un Congreso que resolviese acerca de los intereses de dichas provincias.
El Libertador reprobó el decreto de 9 de febrero porque, al parecer, no entraba en sus designios políticos el constituir a las provincias altoperuanas en Estado autónomo; quizás su pensamiento fuera el de incorporarlas a una confederación integrada por estas provincias, Colombia y el Perú... Lo cierto es que desaprobó la convocatoria del Mariscal Sucre bajo pretexto de que las cinco provincias dependían del Gobierno de las Provincias del Río de la Plata. Pero, habiendo aquel Gobierno dejado en libertad de pronunciarse a las provincias altoperuanas (Ley de 9 de mayo 1825), y estando avanzadas ya las diligencias para la realización del Congreso convocado por Sucre, el Libertador acabó por consentir la reunión, pero quitándole facultades ejecutivas, puesto que mediante su célebre decreto de 16 de mayo (1825), exponía: “La deliberación de esta Asamblea, no recibirá ninguna sanción, hasta la instalación del nuevo Congreso del Perú en el año próximo”. Se dice que Simón Rodríguez, comentando jocosamente la maniobra de Bolívar, había manifestado: “El decreto del 16 de mayo ha puesto patas arriba al decreto del 9 de febrero”...
En tanto se daban los pasos iniciales para la creación de la República, se libró en nuestro país el último hecho de armas por la independencia, tal fue el combate de Tumusla (2 de abril 1825). Sucedió que el general Olañeta y los jefes del Ejército bajo su comando, desconociendo la Capitulación de Ayacucho, resolvieron continuar la guerra; entonces el Mariscal Sucre se aprestó a abrir campaña contra aquellas fuerzas, mas, no hubo necesidad de ello, porque habiéndose defeccionado el batallón del coronel Carlos Medinacelli, a orillas del Tumusla se libró un combate entre los facciosos y las tropas que permanecían adictas a Olañeta, el mismo que cayó herido de muerte durante la lucha, tras lo cual sus hombres reconocieron y se acogieron a los términos de la indicada Capitulación.
Salvado aquel trance y superadas infinidad de dificultades, los representantes altoperuanos pudieron al fin concentrarse en la ciudad de Chuquisaca en el mes de julio. A poco y en medio de gran expectativa y entusiasmo cívico, se iniciaron las deliberaciones de nuestra primera Asamblea Nacional, cuya directiva la componían José Mariano Serrano en calidad de presidente, el sacerdote José María Mendizábal, vicepresidente, y los diputados José Ignacio de San Ginéz y Angel Mariano Moscoso, secretarios.
Entre los 48 diputados de la Asamblea, a más de los directivos, se encontraba el fogoso orador Olañeta, el general J. M. Lanza, y los doctores Manuel María Urcullu, Manuel Martín, José María Dalence, Francisco Palazuelos y Martín Cardón. A Manuel Martín se debe el nombre de “Bolivia”, pues, al establecerse la República con el nombre del Libertador Bolívar, Martín había sugerido: “Si de Rómulo se derivó Roma, de Bolívar debe derivarse Bolivia”.
Escuchado el discurso inaugural del presidente Serrano, la Asamblea pasó a deliberar sobre el motivo cardinal de su reunión; presentadas las tres proposiciones: Si el Alto Perú se anexaría al Bajo Perú; si se anexaría a la Argentina; si se declararía autónomo, esta última se impuso casi por unanimidad. El acta de la independencia, compuesta por Serrano, fue firmada por los congresales el 6 de agosto de 1825 en homenaje a la victoria de Junín; los párrafos finales del histórico documento ratifican aquel pronunciamiento sobre el destino del Alto Perú: “...se erije en un Estado soberano e independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo Mundo...”.

PREÁMBULO DEL ACTA DE LA INDEPENDENCIA

“Lanzándose furioso el León de Iberia desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Moctezuma y Atahuallpa, es por muchas centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutrídose con su sustancia. Todos los Estados del continente pueden mostrar al mundo sus profundas heridas para comprobar el debilitamiento que sufrieron; pero el Alto Perú aún las tiene más enormes, y la sangre que vierten hasta el día es el monumento más auténtico de la ferocidad de aquel monstruo...”.
Y en su parte resolutiva expresa declarar solemnemente “que ha llegado el venturoso día en que los inalterables y ardientes votos del Alto Perú, por emanciparse del poder injusto, opresor y miserable del rey Fernando VII..., y que cese para con esta privilegiada región la condición degradante de colonia de la España... que en consecuencia y siendo al mismo tiempo interesante a su dicha, no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas se erije en Estado soberano e independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo Mundo...”.

RESOLUCIONES

A más de la solemne declaración de la Independencia, la Asamblea expidió otras resoluciones importantes, tales son la Ley del 11 de agosto (en honor de los Libertadores) que dispone: “La nueva República se denominará “Bolívar”, y su capital “Sucre”; que los natalicios de los Libertadores y las fechas de las victorias de Junín y Ayacucho constituirán fiestas cívicas nacionales; disponían también el obsequio a Bolívar de una medalla de oro tachonada de brillantes con la inscripción: “La República Bolívar agradecida al héroe cuyo nombre lleva”, y otra, incrustada de diamantes, a Sucre con la leyenda: “La República de Bolívar a su defensor héroe de Ayacucho”; nombraba a Bolívar, Presidente de la República por el tiempo de su residencia en ella, y a Sucre le daba el título de “Defensor y Gran Ciudadano de la República.”
Las medallas obsequiadas a los Libertadores fueron devueltas, por disposición testamentaria de los mismos, al Gobierno boliviano. Hoy son depositarios transitorios de las históricas reliquias el Presidente y Vicepresidente de la nación.

CAPITAL, CHUQUISACA

Así surgió en América la República Boliviana, cuya capital provisional era la ciudad de Chuquisaca; a este tiempo, su territorio era en extensión (2.373.256 Kms. cuadrados); su reducción se debe a las numerosas desmembraciones de que fue víctima por parte de las naciones vecinas. 
A tiempo que la Asamblea se expedía en sus trascendentales resoluciones, el Libertador Bolívar se encontraba en La Paz, donde fue informado de dichas resoluciones por una comisión integrada por los doctores Olañeta y Mendizábal y el general Hilarión Fernández. Se dice que sólo a esta altura de los acontecimientos el Libertador aceptó la autonomía del antiguo Alto Perú.

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