Por: Laura Escobari de Querejazú / historiadora / Publicado
en el periódico La Razón, el 4 de diciembre de 2011.
En 1914, hace casi un siglo, Macario D. Escobari Montalbo
legó a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) la suma de Bs 40.000 que se
conoce con el nombre de Legado Escobari, destinada a un concurso anual que
adjudicara premios monetarios a quienes sobresalieran por sus trabajos en
investigación científica en ciencias, arte o literatura. Recibieron el premio
Casto Rojas, Roberto Zapata, el RP. Luis García y Daniel Canedo y una mención
honrosa Arturo Posnansky. Los intereses generados por esos fondos sirvieron más
adelante para que la universidad de La Paz adquiriera la biblioteca de Víctor
Muñoz Reyes. Es una historia de fomento a la investigación científica y a la
producción artística y cultural que vale la pena conocer. Escobari
Macario D. Escobari Montalbo nació en La Paz, titulándose
abogado el mismo año en que concurrió a la Guerra del Pacífico en 1879. Acudió
a la misma como soldado en el regimiento Murillo. Luego fue redactor y director
de varios diarios locales como La Tribuna, La Bandera Nacional, El Deber, El
Comercio de Bolivia. Fue Secretario y Encargado de Negocios en la legación de
Bolivia en Lima en 1893 y también Encargado de Negocios en Suiza. Fue munícipe
y diputado por La Paz y por Omasuyos. Miembro del Colegio de Abogados. En 1912
donó Bs 100.000 para el sembradío de eucaliptos en la ciudad. Donó 40.000
metros cuadrados de su propiedad para la apertura de la avenida Arce y los Bs
40.000 a los que ya se hizo referencia para el fomento de la investigación y la
creación (libro conmemorativo del Centenario de la República, 1925, y
documentos familiares de la autora).
En 1930 la Fiscalía de Gobierno se interesó en verificar el destino
del Legado Escobari, puesto que circularon versiones de fraude. Se inició
entonces un Sumario Informativo a los rectores de la Universidad entre los años
1914 y 1930. Informaron Eduardo Rodríguez Vásquez, Antonio Hartmann y Emilio
Villanueva, quienes descargaron su responsabilidad solicitando a su vez informe
sumarial al Ministerio Público.
El 30 de abril de ese año se inició el sumario con las
declaraciones del Ministro de Instrucción Pública. El monto no era tan
significativo como para que hubiera remanente alguno luego de algunas
inversiones de los rectores. Sin embargo, era necesaria una aclaración sobre
las inversiones.
El Fiscal de gobierno solicitó un Informe al Secretario de
Estado, en ese entonces el propio ingeniero Emilio Villanueva, quien informó
que era una lástima que se hubiera cambiado el espíritu del legatario en
“menoscabo del fomento a la cultura intelectual”. “Contra la particular
información anónima en la que se indica que nadie se ha preocupado de este
asunto antes de ahora puedo decir que he sido yo, en 17 de agosto del pasado
año el primero en pedir una cuidadosa y prolija liquidación” en circunstancias
en que algunos estudiantes habían pedido concesiones de becas en el exterior, y
la suma remanente de intereses del legado podía invertirse en ese tema”. “Con
este objeto, consulté el testamento del doctor Macario Escobari pero vi que la
cláusula pertinente al legado universitario era clara y explícita: los
intereses de los Bs 40.000 no podían ser invertidos en otra cosa que en premiar
a la mejor producción intelectual de los escritores nacionales. Así es que los
rectores, Consejos Universitarios que habían ordenado erogaciones ajenas a esta
concreta aplicación, habían desvirtuado el espíritu del benefactor en la forma
que él había establecido”. Biblioteca
¿En qué se había erogado el legado? Villanueva explicó que
con esos fondos, concretamente con Bs 30.000, se adquirió la biblioteca
perteneciente al señor Víctor Muñoz Reyes que se llamó por esta razón “Macario
Escobari”. Villanueva declaró entonces que había encontrado la biblioteca
“abandonada” y que le tocó organizarla primero en el Rectorado y después
conjuntamente con las bibliotecas de José Rosendo Gutiérrez y del Instituto
Normal en la Biblioteca Central Universitaria, que acaba de ser inaugurada. Era
opinión de Villanueva restituir el costo de la Biblioteca a la caja del Legado
y los rectores estaban obligados a responder sin embargo eso nunca ocurrió (La
Razón, 30 de abril de 1930).
Sintiéndose aludido, el rector Severino Campuzano respondió
en fecha 8 de mayo de 1930 en sentido de que el rectorado a su cargo no había
podido recoger el Legado Escobari por las observaciones del depositario el
Crédito Hipotecario de Bolivia. Después de discutidas las observaciones se dio
cuenta de ello al Ministerio de Instrucción Pública en oficio de 15 de
diciembre de 1921 pidiendo que mediante la acción del inspector de Bancos se
mandara efectivizar la devolución del depósito consistente en Bs 40.000 en
letras hipotecarias de esa institución y que fueron retiradas de la circulación
en junio de 1914. La distribución de los intereses respectivos, pretendida por
algunos consejeros de la Universidad, fue resistida por el rector quedando en
trámite el proyecto, como consta en el acta del 19 de septiembre de 1921.
El exrector Eduardo Rodríguez Vásquez declaró que cuando
desempeñó su cargo desde el 12 de marzo de 1923 al 31 de enero de 1925, no
había realizado erogación alguna de los intereses del mencionado legado,
habiendo más bien procurado acumularlos en virtud de los intereses que ganaban
las letras hipotecarias, exigiendo además al Crédito Bancario la puntual
remisión de las respectivas liquidaciones. En un segundo Rectorado entre el 15
de marzo de 1930 y el 31 de mayo de 1930, se entregaron los premios
pecuniarios, pero al mismo tiempo se inició la idea de invertir parte de los
intereses que durante mi período rectoral había ascendido a una cantidad
apreciable, invertirlos en una obra “práctica, de agilidad para el elemento
universitario es decir en la adquisición de una Biblioteca que se instalara en
una oficina al Rectorado al servicio exclusivo de los estudiantes”.
COMPRA
COMPRA
Rodríguez Vásquez comunicó esta idea al presidente de la
República, quien no sólo expresó su conformidad sino que prometió completar el
financiamiento para su adquisición. En reunión del Consejo Universitario y
después de una amplia deliberación se acordó la compra de la Biblioteca de
Víctor Muñoz y Reyes, previo un informe escrito de la comisión organizada por
el mismo Consejo respecto a la importancia y conveniencia de dicha
adquisición.
Este acuerdo universitario que se expidió con cargo de
aprobación del Gobierno fue elevado al Ministro de Instrucción, cuyo despacho
dicto resolución suprema aprobando el acuerdo del Consejo Universitario y
suscribiéndose con la suma de Bs 15 mil para completar el saldo ya que la
Biblioteca comprada fue avalada por la comisión universitaria en Bs 30 mil y la
Universidad sólo erogó una mitad o sea la cantidad de Bs 14 mil. En la
escritura pública que se celebró ante la notaría del doctor Ángel Avendaño
suscrita por el Consejo Universitario, como comprador y el señor Víctor Muñoz
Reyes como vendedor, cuyo testimonio se encuentra en el Rectorado, se hallan
detallados todos los antecedentes y del contrato incluyéndose el acuerdo del
Consejo Universitario con todos sus considerandos y deliberación y el texto de
resolución suprema que aprueba y autoriza el acuerdo. Además, el mismo Consejo
acordó la inversión de Bs dos mil para gastos de instalación de la Biblioteca,
comisionándose al director del Instituto Nacional de Comercio para que se
encargue de la inversión.
La Biblioteca fue instalada e inaugurada oficialmente el día
6 de enero de 1928 habiendo concurrido al acto presidente Hernando Siles Reyes,
que fue nombrado padrino, el señor ministro del ramo y varios personajes
catedráticos y universitarios. En el acto estuvo presente la viuda e hijos de
Macario Escobari, quienes expresaron su aprobación. Entretanto, todas las
autoridades que intervinieron en el asunto creyeron que se hacía una legal y
estricta aplicación de la voluntad del recordado filántropo en sus más nobles y
elevadas concepciones adquiriendo una biblioteca para la Universidad. El
Presidente de la República dispuso asimismo la erogación de Bs 15 mil para
completar el valor de la compra, dinero que fue incluido en el Presupuesto
General de la Nació de la gestión 1929-1930. Dichos documentos se encuentran
también en el Rectorado (La Razón, 30 de abril de 1930).
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