El tal Mangudo había estado preso en la cárcel de San Pedro,
condenado a la pena capital como asesino del General Hilarión Daza en Uyuni y
le habían conmutado la pena a treinta años de presidio. Se pasaba en la prisión
cabiz bajo muy pensativo y en un estado de abatimiento notorio, muchas veces
sumido en la desesperación, con ataque de catalepsia caía como muerto con el
cuerpo inmovilizado por completo. En uno de estos accidentes y el ultimo, lo
creyeron muerto y sin más ni más lo llevaron al cementerio para enterrarlo vivo
en el nicho No. 26 del Cuartel No. 8 donde resucito de su estado cataléptico,
pidiendo auxilio y socorro a gritos los cuales fueron escuchados por el
barrendero, lastimosamente al desgraciado nadie lo pudo salvar a tiempo.
Al Capitán Mangudo lo habían traído de Potosí a la cárcel de
La Paz para tenerlo mejor custodiado, purgando el crimen de asesinato en la
persona del General Daza.
La versión del desarrollo del drama sangriento de Uyuni es
la siguiente:
A las ocho y treinta de la noche del 27 de febrero de 1894
Daza llego de Antofagasta en el tren a Uyuni, habiendo sido recibido por una
poblada aleccionada al grito de ¡“Muera el traidor de Camarones”! El coche
donde iba sufrió algunas pedradas y antes de dejar el tren se entrego al
intendente de policía Guzmán Acha quien lo recibió cortésmente, mientras que
Mangudo sin respetar la condición de preso ni la presencia de sus superiores le
injurio de este modo:
-“Aquí dejaras tus huesos”-
Acto seguido trato de registrarlo por si estuviera armado a
lo que el General resistió, alegando que no llevaba arma alguna.
Mientras se dispersaba el tumulto Daza permaneció en la
oficina del jefe de estación Juan Turriaga en compañía del Sub-Prefecto Enrique
Ballivian y el Intendente Tcnl. Andrés Guzmán Acha, comisionado por el gobierno
para ejecutar el mandamiento de prisión.
Entretanto Mangudo había hecho repartir con el Tte. Castillo
un cartucho de fusil a dos de los sargentos, con orden de victimar al General.
Impresionados los sargentos por el temerario mensaje se apersonaron ante el
Capitán para preguntarle si era suya esa orden a lo que Mangudo contesto:
-“Es evidente yo respondo”-
El jefe de estación, Señor Turriaga aconsejo a Daza quedarse
esa noche con él, en vista de notarse todavía cierta agitación en el pueblo. Le
explico que desconfiaba de los “pantalones colorados” aludiendo al uniforme de
la tropa.
-“Ya todo está en calma”- observo uno de los guardianes. Su
alojamiento está preparado.
A hrs. 10 y 30, cuando ya se había dispersado el tumulto
Daza fue sacado de la estación para ser conducido a la casa que debía servirle
de alojamiento. Marchaban en primera fila cogidos del brazo Daza al centro,
Ballivian y Guzmán Acha a los costados. Inmediatamente después iban en segunda
fila el Tte. Castillo y los dos sargentos. Después de estos iba el comisario
Encinas, el Tte. Valda llevando las maletas del General y cerraba la comitiva el
piquete de guardas escoltando al Capitán Mangudo.
La noche era lóbrega. El farol del alumbrado público de la
esquina había sido apagado. Al doblar por ella los dos acompañantes se ralearon
como para dejarlo solo. Súbitamente abandonado y sintiendo a sus espaldas algo
así como un preparar de manivelas de fusil Daza exclamo:
- ¡No a traición mi Coronel!-
En ese momento Castillo insto a los sargentos con las voces
de ¡Ahora! ¡Ahora! Y ellos descargaron sus armas por la espalda a quema ropa
sobre el infortunado General quien corrió todavía algunos pasos gritando
- “me matan” “asesinos”-
Luego cayo exánime. Fue arrastrado al alojamiento que le
tenían preparado y dice que expiro en el camino.
Inmediatamente después del asesinato a traición y a mansalva,
los sargentos se replegaron a la tropa que les seguía a cierta distancia.
Mangudo confesó ser el autor directo por haber dado la orden
de matar a Daza añadiendo que quiso salvar la patria “del gran traidor que
venía a burlarse de la justicia”.
Castillo fue el que distribuyo la munición a los sargentos
Ortiz e Ibáñez coloco a estos detrás del General y dio la orden de fuego, ambos
ordenaron en forma sucesiva la ejecución del crimen.
Los cuatro fueron condenados en segunda instancia a la pena
capital como asesinos, debiendo ser ejecutado solo Mangudo como jefe director.
Los otros sufrirían la pena equivalente a diez años de presidio. Guzmán Acha
fue condenado a quince meses de prisión como encubridor.
El Tte. Castillo se abatió en la cárcel habiendo fallecido
el 21 de Marzo de 1896. A Mangudo se le conmuto la pena de muerte por la de
treinta años de presidio en la cárcel de La Paz y murió tristemente de un
ataque cataléptico, siendo enterrado vivo y cumplido su condena encerrado en el
nicho No. 26 del Cuartel No. 8 del Cementerio de la ciudad de La Paz.
Esa fue la triste historia que aterrorizo al pueblo pasando
Mangudo a la tradición paceña como el CONDENADO DEL CEMENTERIO.
Gracias por compartir ésta historia, que muchos no la conocíamos.
ResponderEliminarSoy prof.de Cs.Sociales muy interesante dato histórico.
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