En 1850, durante el gobierno de Belzu, se contrató al francés Carlos de Chalot
para convirtir la originalmente llamada ‘Plaza de la Concordia’ en un parque de
diseño geométrico simple, respondiendo a la moda francesa dominante en aquel
entonces de transformar las calles en bulevares y las plazas en parques. Se
enladrilló la acera perimetral y cuatro radiales convergentes en un núcleo
central, donde estaba ubicada la principal noria de la ciudad que abastecía de
agua a quienes no poseían una. En ese momento también se inició la construcción
del murete perimetral, obra que no impidió que continúen las corridas de toros
en el interior de la plaza. Posteriormente, el agotamiento de la fuente de agua
obligó a que ésta se reemplace por una glorieta.
Al parecer, la costumbre de algunos vecinos de hacer pastar a sus animales allí
no desapareció, por lo que en 1869 una ordenanza municipal prohibió la
práctica, aunque sin mucho éxito. Por ello, en 1877 el prefecto Juan José Pérez
instaló pórticos de acceso ojivales en cada esquina.
Conforme la vegetación empezó a generar sombras, se implementó la iluminación y
mientras el auge gomero imponía sus modas europeas a principios del siglo XX,
la plaza adquirió un rol singular reuniendo en sus veredas a la élite cruceña.
En 1910 la Plaza de la Concordia cambió su nombre por el de Plaza 24 de
Septiembre, conmemorando el centenario del grito libertario ocurrido allí
mismo. La inserción del monumento a Ignacio Warnes se realizó diez años
después, en 1920.
Fuente: revistavamos.wordpress.com
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