Este artículo fue publicado en el periódico El País el 28 de
febrero de 2016.
CAPITULO I
INTRODUCCION HISTORICA
“Bolivia, antes y después de la Guerra de la Independencia,
ha ejercido actos posesorios en el territorio que hoy litiga con el Paraguay y
sus títulos de propiedad están corroborados no sólo por opiniones autorizadas
de los mismos paraguayos, sino también por el ejercicio de la soberanía plena”.
La anterior afirmación corresponde a uno de los más prolijos
y versados estudiosos del tema, Don Miguel Mercado, quien en su libro “El Chaco
Boreal, litigio boliviano paraguayo” publicado en 1920 ofrece una relación
completa de los derechos que Bolivia ha tenido sobre el hoy desmembrado
territorio del sudeste.
En cuanto a la jurisdicción que la Real Audiencia de Charcas
tuvo sobre el Chaco, se sostiene:
“Que la Real Audiencia de Charcas se erigió con cien leguas
de territorio a la redonda de Chuquisaca”.
“Que este límite fue ampliado por el Oriente en 1563 (29 de
agosto) con todas las tierras y pueblos que tenían Andrés Manso y Ñuflo Chávez;
y en todo lo demás que se poblare en aquellas partes, y que estas tierras
forman el Chaco Boreal disputado hoy por la República del Paraguay.”
“Que en ese mismo año (10 de diciembre) el Monarca al
recomendar que la exploración del Pilcomayo se haga por la Audiencia de Charcas
y con sus propios fondos, reconoció ese río en todo su curso y esas tierras en
toda su amplitud formaban parte de su distrito.”
“Que, finalmente, al desautorizar en 1566 (18 de octubre)
los viajes de los Gobernadores de Asunción a través del desierto, determinó que
la Provincia del Paraguay y las tierras del Chaco, separadas e inconfundibles
como eran, caían dentro de los dominios de Chuquisaca.”
“Iniciada la Guerra de la Independencia, -continúa Mercado-
una especie de instinto de propia conservación había proclamado que los
linderos de los nuevos Estados independientes, a falta de esa voluntad expresa,
serían los mismos que el antiguo y destronado Soberano había demarcado a sus
colonias. En tal concepto, para resolver sobre la propiedad de territorios
desiertos o poblados por salvajes, no hay otra fuente que el Cedulario Real y
la Recopilación de Indias. ”
“A este principio que respeta la voluntad de los pueblos,
que lucharon y somete la demarcación de los desiertos a la legislación colonial
se le denominó el “Uti-Possidetis Juris de 1810”, es decir “como poséis”.
Con el propósito de ofrecer un cuadro completo de los
derechos bolivianos sobre el Chaco y dejar claramente establecido que el
Paraguay no tenía argumentos ciertos en sus pretensiones de expansión
territorial hacia tierras bolivianas, se ofrece un resumen de conclusiones
elaborado por Miguel Mercado:
1.- Que el uti-possidetis americano no es de facto, sino de
derecho; que así se ha entendido siempre y aplicado constantemente en los
fallos arbitrales dictados en cuestiones de límites;
- Que siendo el distrito de unidad territorial en América, y
habiéndose constituido sobre esa base los pueblos americanos, la República de
Bolivia se constituye en el distrito y en los derechos de la Audiencia de
Charcas, siendo por tanto inútil buscar los límites interprovinciales;
- Que las Reales Audiencias en América no sólo fueron
simples tribunales de justicia, sino también altas entidades políticas y
administrativas; que sobre todo fueron elementos básicos, piedras sillares en
la formación de estas nacionalidades;
- Que no es bastante que los españoles Alejo García, Ayolas,
Irala y Ñuflo de Chávez hubiesen recorrido el Chaco para que el Paraguay se
crea dueño de él; es preciso que exista una Ley por donde conste que estas
tierras exploradas se adjudicaron expresamente a la República disputante.
Porque todas las expediciones que marcharon por el Río de la Plata, fueron
españolas organizadas unas lejos del Paraguay, otras simples tentativas y todas
fracasadas, y no pueden por tanto, servir de títulos de dominio; fuera de que
el objeto único de esas cruzadas fue el de comunicar Lima con el Río de la
Plata a través del desierto;
- Que el Paraguay colonial estaba en la impotencia más
absoluta, no sólo de apoderarse del Chaco, sino hasta para defender propio
suelo de las frecuentes incursiones que hacían los salvajes, tanto que de sus
cuatro ciudades componentes, dejó destruir tres; que recién con posteridad a
1750 sus gobernadores pudieron fundar algunas reducciones de defensa a la banda
izquierda del rio de Paraguay o al Sud del Pilcomayo, es decir, fuera de la
región litigiosa;
- Que ninguna reducción paraguaya se había establecido en el
Chaco Boreal durante el Coloniaje; que fuera de dos propiedades particulares y
del Fuerte Bordón, obra del Monarca para la defensa de sus dominios en general,
todas las demás reducciones estuvieron, unas a la banda izquierda del Paraguay
y otras al Sud del Pilcomayo, y todas lejos de la zona debatida;
- Que esos conatos de reducción particular no importan
otorgamiento de jurisdicción ¡limitada sobre vastos territorios, ni las
recomendaciones a los Gobernadores para que levanten reductos contra las
invasiones lusitanas, significan derogación de leyes expresas con que el
Soberano absoluto de España demarcó los términos de sus distritos coloniales;
- Suponiendo que el Paraguay hubiera llevado a cabo
descubrimientos, que hubiera fundado poblaciones y fortines en el Chaco Boreal,
lo que es completamente contrario a la realidad de las cosas, una Ley anterior
a todo hecho posesorio y que los Gobernadores paraguayos la conocían bien,
prohibió en absoluto “hacer nuevos descubrimientos por mar o tierra, ni
entrada, nueva población o ranchería en lo descubierto o por descubrirse en
nuestras Indias, sin licencia o provisión nuestra, o de quien tuviese nuestro
poder para concederla”; y sería inútil averiguar si las reducciones paraguayas
se ajustaron a esta Ley, cuando de existir todas estarían fuera del Derecho por
falta de autoridad Real;
- Que ninguna Reducción por si sola no puede constituir acto
posesorio, porque siendo la posesión el ejercicio del derecho de propiedad no
se puede ser poseedor sin antes haber sido propietario; la posesión es un
título derivado y no puede jurídicamente tener vida independiente de lo
principal; en consecuencia si los títulos de dominio pertenecen a Bolivia, la
posesión no podría corresponderle al Paraguay, y cualquier tentativa de
establecimiento en ajeno territorio importaría un despojo, jamás la posesión;
- Que a las pocas reducciones existentes fuera del Chaco
Boreal, los escritores paraguayos han dado muchos nombres con el propósito
evidente y hasta patriótico de multiplicar establecimientos;
11 - Que finalmente, consta por el informe oficial del
Virrey de Buenos Aires, Marqués de Avilés, que hacia 1801, esto es faltando
sólo nueve años para la Revolución Americana, el Chaco no era parte sino Provincia
confinante del Paraguay, cuyos Gobernadores no estaban autorizados para
invadirlo.”
Otro dato, que muy pocas veces se lo comenta, es el
relacionado con el Acta de la Independencia del Paraguay que suscrita por 400
diputados el 25 de noviembre de 1842, no hace referencia a la jurisdicción de
su territorio lo que significa que aceptaba el utti- possidetis de 1810.
Bolivia, el 14 de junio de 1843, mediante su Convención
Nacional reconoció la independencia de la nueva República, cuya ratificación y
el consecuente ejercicio de la soberanía implica la Integridad de su
territorio.
Sin embargo, al poco tiempo de lograr su independencia, sin
justificaciones válidas, el Paraguay -ante la pequeñez de su territorio-
empieza a mostrar ambiciones anexionistas hacia el suelo boliviano.
Hasta el año 1900, se efectúan una serie de negociaciones
infructuosas y en el nuevo siglo los tratados se multiplican sin llegar a un
entendimiento de parte paraguaya.
Los nubarrones de un conflicto bélico ensombrecían la
majestuosidad del Chaco y más aún por las reservas de petróleo que se
descubrían en su generoso subsuelo.
De parte de Bolivia, pocos eran los esfuerzos para poblar la
región y evangelizar a sus tribus apartadas de toda acción civilizadora.
En 1918, el Congreso Nacional aprueba la creación del
Vicariato del Chaco atendiendo un pedido de las comunidades religiosas
franciscanas de Potosí, Chuquisaca y Tarija con el fin de que los misioneros
penetrasen a la región donde todo, según los documentos presentados, era
barbarismo.
Los límites del nuevo Vicariato eran de sur a norte la
margen izquierda del Pilcomayo y a la derecha del Río Grande y los de Oeste a
Este eran el cantón Ingre inclusive y la margen derecha del río Paraguay.
La jurisdicción de la flamante concesión misionera
franciscana se extendía por lo tanto desde Yacuiba hasta la margen derecha del
río Abapó, abarcando Lagunillas, Gutiérrez, Charagua y todas las antiguas
misiones ubicadas en cañadas y llanuras.
La preocupación de los sacerdotes seguidores de San
Francisco de Asís se veía impulsada por el Internuncio Mons. Rodolfo Caroli y
la comprensión de los Diputados Abel Iturralde, Aurelio Peña, Guillermo
Prudencio, Teodosio Heredia y Santiago Aramayo y el Senador Quintín Mendoza.
Simultáneamente a los esfuerzos de los misioneros
franciscanos que perseguían la civilización y la conversión de las tribus
chaqueñas, el gobierno boliviano lenta y dificultosamente fundaba fortines
destinados a evitar el avance del Paraguay que dinamizaba sus acciones para
apoderarse de territorios que no le pertenecían.
Desde 1840, Bolivia no podía convencer a las autoridades
paraguayas que sus pretensiones no estaban respaldadas por argumentos
históricos y jurídicos. La parsimoniosa mediación de algunas naciones resultaba
inútil.
En 1883, después de la exploración al Chaco del médico y
científico francés Julio Creveaux, encabezó una expedición el Dr. Daniel
Campos, oriundo de Potosí, logrando la confianza de tobas, matacos y de otras
tribus llegando inclusive a Asunción.
El río Pilcomayo, seguía mostrando sus aguas “ya de color
rojo, ya verde, ya negro, ya azul, ya blanco” donde “sobresalían palmeras de
magnificencia salvaje y sorprendente”.
Pese a los intentos bolivianos de colonización y de “pisar
firme en el Chaco”, el Paraguay no cesaba de usurpar guarniciones militares y
de crear para Bolivia un ambiente hostil en el ámbito internacional promoviendo
argucias malintencionadas.
El alejado territorio chaqueño, quemante, boscoso,
impenetrable, Reconvertía -en el corazón de América- en una extensa zona
geográfica en litigio injustificado. El fantasma de una guerra abrumaba a la
comunidad continental.
La extensión del Gran Chaco ascendía a más de 300.000
kilómetros cuadrados y la República del Paraguay abarcaba sólo 163.250 km2.
Bolivia poseía 1.342.081 km2. La superficie perdida en la
Guerra del Chaco fue de 243.500 km2, y los paraguayos aumentaron a 406.752 km2,
su territorio.
Intereses de codicia sin justificaciones válidas y actitudes
hostiles de algunos países vecinos como Argentina y Chile, colocaban a Bolivia
-sólo a 48 años de la Guerra del Pacífico- al borde inexorable de una nueva
conflagración alentada por una conducta prepotente del eventual enemigo que
soñaba en la expansión de su territorio.
Internamente, la llamada Revolución Federal de 1898,
encabezada por el Gral. José Manuel Pando y otros líderes políticos, trasladó
de Sucre la sede del gobierno nacional a la ciudad de La Paz, dejando a la
región fronteriza del Chaco abandonada por la distancia, sin comprender que
desde la creación misma de la República, corría el riesgo de la mirada
usurpacionista del Paraguay, que pese a su aislamiento internacional, no dejaba
atrás su actitud belicista y de ambiciones territoriales.
En 1922, el gobierno del Dr. Bautista Saavedra instruye la
instalación de algunos fortines sobre la orilla izquierda del río Pilcomayo
para contrarrestar las inocultables incursiones paraguayas que no respetaban
derechos constituidos y menos razones de carácter internacional.
Pequeñas tropas se abrían paso, machete en mano, en la
espesa maraña del bosque, venciendo a pie centenares de leguas, lentamente eran
enviadas a lo que -en cuestión de pocos años- se convertiría en el teatro de
operaciones de una guerra cruenta, injustificada y desproporcional
Alcanzando el paralelo 24 de latitud sur, se funda el Fortín
Sorpresa en las inmediaciones de los esteros, constituyéndose “en el punto más
avanzado de la penetración por el sur hacia el oriente”. Después se asientan
los fortines Saavedra, Cuatro Vientos, Muñoz, Arce, Alihuatá y Tinfunqué.
Soldados de diferentes regiones del territorio patrio,
ajenos a la inclemencia tropical, poco a poco, llegaban a los calurosos
fortines para custodiar la región y evitar el avance premeditado del Paraguay.
Froilán Tejerina Alcoba de 20 años de edad, hijo de modestos
agricultores de una comunidad denominada Guayabillas, situada a 10 km. al Sur
de Padcaya, capital de la Provincia Arce del Departamento de Tarija,
conformando un núcleo reducido de soldados al mando del Capitán Antonio
González, hallábase en Fortín Sorpresa en febrero de 1927.
El monte era alto, los matorrales obstaculizaban el paso y
las carahuatas -pequeñas plantas llenas de espinas- hacían estremecer el cuerpo
para caminar en este inhóspito escenario en el que el sol secaba la garganta.
La nostalgia, compañera silenciosa, hería el alma por la evocación del hogar
distante y hasta por la enamorada lejana e invisible.
El río Pilcomayo, con su tranquila corriente y sus aguas
quemantes, se hallaba a un kilómetro de distancia. La selva -esa impenetrable
maraña verde- estremecía los sudorosos cuerpos de los soldados y luego los
pajonales quietos sin una brisa de viento daban a los días una sensación de
hastío y a momentos una desesperada ansia de pelear, de increpar a los
usurpadores y de demostrarles que este paisaje no era tierra de nadie, sino por
derecho y por razones históricas sólo pertenecía a Bolivia.
El 24 de febrero de 1927, los soldados de dicho fortín,
aburridos por la alta e insoportable temperatura, aprovechaban la tarde para
bañarse en el imponente Pilcomayo y alrededor de las 16:00 Hrs. fueron
sorprendidos con la presencia de cuatro uniformados extranjeros acompañados de
un “mataco” de una de las tribus aborígenes.
Los recelos y las miradas escudriñadoras eran recíprocas.
- Cuántos son ustedes y quién es su Comandante -increpó
altivo el jefe de los extraños visitantes paraguayos que respondía al nombre
del Tte. Adolfo Rojas Silva, hijo del ex-Presidente Liberato Silva que
gobernara su país de 1911 a 1912.
Los hombres bolivianos, en los que se contaba el callado y
pensativo Froilán Tejerina, invitaron a sus sorpresivos huéspedes a visitar el
Fortín y presentarse ante su jefe el Cap. Antonio González. Este, ordenó de
inmediato, preparar las armas y permanecer alertas ante cualquier emergencia.
La noche caía pesada y abrumadora.
El Pilcomayo corría silencioso. Las aves de la selva
interrumpían el recelo que reinaba en el pequeño fortín con sus estridentes
notas salvajes.
Los soldados paraguayos entregaron sus armas, pero su Comandante
retenía un revólver y un cuchillo bayoneta en la cintura.
El “mataco” había huido a las pocas horas y un efectivo del
reducto, el soldado Juan Pacheco Cardozo, también de Padcaya fue comisionado
para llevar urgente el parte militar a Tinfunqué, distante 25 km. dando cuenta
de la detención del grupo guaraní.
Los fusiles no habían disparado ningún proyectil, pero a
cada hora dejaban escuchar sus manivelas como señal de custodia.
El sábado 26 de febrero, el verano chaqueño era implacable.
La piel arrojaba un sudor turbio e inquietante.
Después del frugal almuerzo, los soldados volvieron a su
pequeña “cuadra” y la vigilancia al hospedado oficial proseguía sigilosa.
Alrededor de las 14:30 horas, en un sobresalto de
desesperación, el Tte. Rojas Silva, con sus armas en la mano, se pone de pie y
amenaza:
-¡A mí, nadie me detiene. Mis soldados tienen que
seguirme...!
El Cap. González, dispone que se le agarre y hasta llega a
tomarlo de su camisa, pero el enemigo prepara sus armas y huye en carrera ágil.
Los soldados Froilán Tejerina, Aníbal Cardozo, Juan Pacheco,
Altamirano y Lima, toman las huellas de los fugitivos dándoles alcance en los
pajonales cercanos al Pilcomayo.
-No te hagas el machito; no me sigas -increpa Rojas Silva a
Tejerina que lideriza la persecución.
El oficial paraguayo, se apresta a disparar. Tejerina, como
una fiera en acecho, lo toma del brazo aunque recibe una cuchillada de su
contendor que le hiere en la cabeza y le hace sangrar dolorosamente.
Sus soldados reciben órdenes para hacer fuego y los hombres
bolivianos aprietan los gatillos de sus fusiles y disparan al aire.
El pajonal y el monte de este escenario inhóspito, son
testigos del primer enfrentamiento entre bolivianos y paraguayos que de
inmediato repercute en la diplomacia sudamericana.
Froilán, el humilde chapaco de los valles tarijeños, en un
esfuerzo supremo se lanzó en pos de su carabina, rescatándola de manos de uno
de los agresores y recurriendo a su arma de fuego dispara contra el Tte. Adolfo
Rojas Silva, quien cae mortalmente herido.
La confusión reina por unos instantes.
Los demás soldados prestan auxilio a Tejerina trasladándole
a su cuadra. Un hombre paraguayo es hecho prisionero y conducido al fortín.
El Cap. Antonio González, al enterarse del infausto hecho
replica a sus subalternos:
-¡Cobardes, yo no ordené que maten a Rojas Silva; ahora por
culpa de ustedes habrá guerra...!
Malherido, tendido en su tosca cama, pálido y sumido en una
profunda tristeza, Froilán Tejerina Alcoba, con voz entrecortada repetía:
-Ahora qué castigo me darán, pero por mi Patria me he
desgraciau.
A los pocos días, desde Cochabamba, el Dr. Daniel Salamanca
- que a los tres años le correspondería como Presidente Constitucional de la
República conducir la Guerra del Chaco -, escribía sobre el incidente de Fortín
Sorpresa:
“El Paraguay es un pequeño país que abusa ahora de nuestra
cuasi imposibilidad de llegar al Chaco con nuestras fuerzas. Lo que debe hacer
Bolivia para discutir la cuestión de límites con el Paraguay es presentarse en
el Chaco, si acaso no sobre el río Paraguay. Es decir, presentarse allí con la
posibilidad de trasladar a esa región nuestras fuerzas militares para un caso
de conflicto...”
Por su parte, el entonces Presidente de Bolivia, Dr.
Hernando Siles, quizá relievando la valentía de Froilán Tejerina, señalaba:
“Amemos a la juventud estimulándola al esfuerzo,
comunicándole saludables ejemplos, viril, preparada; amemos a la juventud,
columna, fortaleza, ilusión de la Patria...”
El joven Froilán que se había convertido en fortaleza del
honor boliviano aquel soporífero 26 de febrero de 1927, luego de un
inexplicable silencio fue declarado Héroe Nacional.
Desde los fortines chaqueños hasta en el valle florido de su
tierra natal, posteriormente recibió honores y homenajes como símbolo de valor
y heroísmo.
La Patria entera admiraba su hazaña.
Sin embargo, pese a que regresara nuevamente a las arenas
del sudeste a defender Bolivia y donde encontró la muerte, el olvido cayó sobre
su juvenil ejemplo.
A 66 años de aquel histórico hecho -que se constituyó en
prolegómeno de la contienda bélica entre dos países vecinos y hermanos- estas
páginas tienen el propósito de rescatar la figura de un verdadero héroe que
ayer como hoy honra a los bolivianos y enaltece el amor a la Patria del chapaco
humilde como el algarrobo, vigoroso como los churquis, invencible como el roble
y sencillo como las azucenas, alantuyas y jazmines que florecen en las
quebradas y laderas de su comarca que le viera nacer.
He aquí, su historia que es la historia de la Patria que amó
y defendió.
Del libro: FROILAN TEJERINA Héroe chapaco de Wilson
Mendieta Pacheco. Edición: Producciones “CIMA” La Paz-Bolivia. 1993.
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