LA AMISTAD DE GERMAN BUSCH Y LYDIA GUEILER TEJADA


Fuente: Lydia - Escrito por Alfonso Crespo

Se llamaba Lydia Gueiler Tejada, hoja legitima de Moisés Gueiler, nacido en Alemania, y de doña Raquel Tejada Albornoz, dama cochabambina. Lydia declara haber nacido en la ciudad del Tunari el 28 de agosto de 1921. No tuvo hermanos.
Moises Gueiler, de quien se poseen escasos antecedentes, murió al poco tiempo del nacimiento de Lydia, dejando a su familia en situación económica precaria, lo cual obligo a doña Raquel a tejer prendas para niños de corta edad y sub-alquilar habitaciones en un apartamento situado en el centro de la ciudad.
Lydia era una linda niña y de ojos verdes, cuya infancia transcurrió apaciblemente, como la de otras muchachas de su edad y de la clase burguesa.
El apellido Tejada es ampliamente difundido en Cochabamba y otros departamentos; contaba entre sus parientes a don José Luis Tejada Sorzano, Presidente de la Republica en 1935; Lydia niega ser pariente de Luis García Meza Tejada.
En la vida de Lydia hay amores entrañables: doña Raquel, su madre, y María Teresa, su hija, así como sus nietos.
Cuando Lydia cumplió seis años de edad, su madre la inscribió en el Instituto Americano, uno de los más acreditados establecimientos educacionales existentes en esa época en Cochabamba; tenía la singularidad de ser mixto, esquema poco difundido en aquellos años en Bolivia.
A fines de los años veinte, doña Raquel subalquilo dos habitaciones del departamento que ocupaba a un joven subteniente cruceño llamada German Busch, de la guarnición de Cochabamba, casada con doña Matilde Carmona y en espera de su primer hijo, quien nació en dicha casa y fue bautizado con el nombre de su padre.
“Desde un principio –recuerda Lydia- surgió una simpatía mutua con mi madre y conmigo. Sencillo y de ojos profundos, Busch llamaba “madrecita” a mi madre y a mi “su hermana menor”. Matilde, más conocida como Matty, era una mujer inteligente y cautelosa en su manera de conversar. De estatura más bien baja, en contraste con German, bastante alto, ambos formaban una pareja adorable y feliz. German me tenía muchas veces y no habría podido imaginar que recibía los mimos del fututo héroe del Chaco”.
Esa amistad con doña Matilde se estrechó cuando advino la Guerra y German partió al frente de operaciones, en cita con la gloria. Un repicar de campanas  anunciaba alguna noticia sobre la guerra y la gente acudía a la Plaza 14 de Septiembre para informarse, gracias a un pizarrón ubicado en la puerta de la Catedral. Acompañada de Lydia, doña Matty iba de las primeras, inquietas por la suerte de su marido a quien, ella lo sabía, eran asignadas las misiones de mayor riesgo y cuyas hazañas ya le habían ganado renombre. A fines de 19 Busch, en uso de una corta licencia, visito a su familia y la multitud le acogió con un recibimiento caluroso. Él tuvo que dirigir la palabra desde uno de los balcones del apartamento de doña Raquel. A su vera estaban doña Matilde y sus hijos German y Orlando, así como doña Raquel y Lydia. Fue la primera vez que, desde un sitio privilegiado, esta supo lo que era ver a un pueblo emocionado; no podía vislumbrar que un día lejano seria ella quien se encontraría en trance idéntico.
Al término de la guerra, la familia Busch se trasladó a La Paz y Lydia no volvió saber de ella hasta que se enteró del aquel oficial que un día la tuviera sobre sus rodillas, era ahora Presidente de  Bolivia; poco tiempo más tarde supo con tristeza que su héroe se había suicidado con un tiro de revolver.
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