MELGAREJO “SUBASTA” LAS TIERRAS DE LOS INDÍGENAS


Fuente: La legación de Chile en Bolivia desde septiembre de 1867 hasta principios de 1870. De: Ramón Sotomayor Valdés. - Impreso en Chile, 1872. 

Una cuestión dedicada y trascendental no menos en lo económico que en lo político, la de convertir en propiedad particular los terrenos poseídos en común y desde tiempo inmemorial por los indios, había ocupado la atención de los gobiernos de Bolivia desde el Libertador; sin que tuviesen efecto las diversas medidas tomadas para adjudicar ya en una forma,  ya en otra, a los mismos indios los terrenos poseídos por ellos.
Lo cierto es que los indios, considerados como enfiteutas de las tierras comunitarias, continuaban pagando en tributo al Estado, siendo de notar que esta era una de las entradas más seguras y cuantiosas del fisco.

En los últimos años se ha calculado el tributo indigenal en 700.000 pesos, término medio. Pero se ha de advertir que en esta suma figura no solamente la contribución de los indios que poseen tierras, u originarios, cuya cuota varia de 2 a 16 pesos, según las localidades sino también la contribución por cabeza o sea la capacitación que pesa sobre los demás que no tienen tierras, o están agregados a los que las tienen. La capacitación fluctúa de 3 a 5 pesos, según las localidades también.
En un informe del ministerio de hacienda al congreso ordinario de 1863, se puede observar que la cantidad total de la contribución indígenal era de 835.658.50 $ febles. (Ver Imagen de encabezado)
El gobierno de diciembre, viendo la inutilidad de tirar más la cuerda en materia de contribuciones y de empresitos forzosos, discurrió el sonsacar a los indios un buen auxilio pecuniario, declarándolos (decreto del 20 de marzo de 1866) propietarios de los terrenos respectivamente poseídos, previo abono de una cantidad que no debía bajar de 25 pesos, ni subir de 100, según la extensión y calidad de sus terrazgos; y para dar más eficacia a esta medida quedo dispuesto (art.20) que el indígena que dentro del término de sesenta días, después de notificado, no recabase su título de propiedad, seria privado del beneficio, enajenándose el terreno en pública subasta.
En este decreto, que ningún ministro, menos ofuscado que Muñoz por el brillo de la espada de diciembre, se habría atrevido a dictar, se descubren los propósitos: en primer lugar, obtener un anticipo de dinero de aquellos pocos indios que por el miedo de perder la tierra, que tanto aman, se decidiesen a cualquier sacrificio para entregar al Gobierno el precio de un título de propiedad, que de pronto no era, ni había de ser en mucho tiempo, más que una simple promesa; y en segundo lugar despojar de su posesión secular a la inmensa mayoría de los comunarios, que ora por falta de recursos, ora por incredulidad, mala inteligencia o abandono, dejarían pasar el lapso fatal de los sesenta días.
La historia de la ejecución de esta ley no solamente choca con todos los sanos principios de la ciencia económica y administrativa; pero también contiene iniquidades que repugnan al corazón, pues con excepción de un escaso número de indios que han adquirido la plena propiedad de la porción de tierra que poseían, todos los demás se han visto privados del dominio y del usufructo, viniendo a ser sus tierras que por tantos años regaran con el sudor de su frente, el pasto de especuladores famélicos que a la sombra del gobierno y bajo la forma de una subasta irrisoria se van apoderando de ellas.
Multitud de militares vagos, de empleados con sueldos atrasados, de paniaguados y parientes de los gobernantes, se han hecho adjudicar los más extensos y valiosos terrenos poseídos por los indios. La sola familia Sanchez, tan favorecida por Melgarejo, es en el día propietaria de un gran número de tierra comunitarias cuyo valor asciende, según personas conocedoras, a la cantidad de más de medio millón de pesos.
Entre tanto los provechos del fisco en este ramo han sido bien escasos; mas el gobierno debe estar satisfecho  de su obra al considerar que ha ligado a su suerte y comprometido a su sostenimiento a tantos propietarios de fresca data.

Pero esta gran combinación política y económica tiene una sombra, y es el resentimiento profundo, disimulado y vengativo del indio boliviano, que más tarde o más temprano alzara su cabeza  y tomara las armas en la primavera convulsión política que tenga por objeto derrocar el poder reinante. Por hoy, esta reducido a la calidad se simple  colono o sirviente de los nuevos propietarios. ¿Qué mejoramiento puede esperar la agricultura, que nuevas rentas el gobierno, que prosperidad la economía del país, cuando el indio, que es el brazo principal de la industria en Bolivia, se considera despojado y se siente descontento en su nueva condición?
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