Foto: Indio andino boliviano. / Fuente: Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate
Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia.- Escrito por Pilar Mendieta.
/ Educa Bolivia.
Despues de los lamentables acontecimientos de la mal llamada
“guerra federal” y la gran sublevación
indígena, el desastre de Corocoro y la masacre de Santa Rosa, el primer crucero
y la masacre de Ayo Ayo, se produce el hecho de sangre que marcaría los duros
acontecimientos que sucedieron en la época.
El hecho más estremecedor de la Guerra Federal se produjo en
Mohoza. El escuadrón Pando de los
federales llegó al pueblo de Mohoza bajo el mando de Arturo Eguino. Los abusos
y excesos de los oficiales contra los indígenas y los pobladores dieron pie a
la intervención de una hueste indígena comandada por el caudillo Lorenzo
Ramírez. Posteriormente tras rodear a los militares a la salida de Mohoza, el
caudillo Lorenzo Ramírez logró de manera inexplicable e increíble desarmar a la
tropa apelando a la mutua confianza y garantía de las partes de actuar
recíprocamente sin violencia y en paz. Una vez desarmados, los soldados fueron
forzados a volver al pueblo. Refugiados en el templo creyendo ingenuamente en
su inviolabilidad, en la madrugada del 1ro de marzo los 130 efectivos del
escuadrón Pando fueron vejados, torturados y asesinados salvajemente en uno de
los episodios más horrorosos de toda nuestra historia.
Pilar Mendieta en su “Entre la alianza y la confrontación:
Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia” escribe sobre
este echo de la siguiente manera:
“…A finales de febrero de 1899, el coronel Pando ordeno
organizar una misión llamada “Cadofrio”, destinada a reforzar las filas
liberales en Cochabamba como parte de su deseo de expandir la revolución en el
resto del país. Con ese objetivo armo un escuadrón con lo más prominente de la
elite liberal de la provincia Inquisivi, al mando de Arturo Eguino y Antonio
Maderos. En el trayecto, los miembros del Escuadrón Pando, como lo llamaron,
hicieron una primera parada en el pueblo de Mohoza en día 27 de febrero de
1899. Como era costumbre en aquellos tiempos, los soldados aprovecharon su situación
de poder para cometer una serie de abusos y desmanes contra los indígenas y
pobladores del lugar. De forma arbitraria, los jefes del escuadrón dispusieron
el arresto de Melchor Lozano, conocido alonsista, y ordenaron propinar crueles
torturas a los indígenas por la negligencia en atenderlos. Asimismo, cobraron
un empresito forzoso al párroco de Mohoza don Jacinto Escobar y, en una actitud
de tremenda agresividad, Cloromiro Bernal, uno de los jefes del escuadrón, hizo
propinar una paliza a su rival Juan Bellot en plena plaza pública. Bernal y
Bellot sostenían una antigua rivalidad debido a que, este último, con l apoyo
de población de Mohoza, hizo echar en el pasado a su rival político, quien volvió
con el escuadrón decidido a vengarse.
Juan Bellot era un connotado vecino liberal de Mohoza y en
ese momento se hallaba de corregidor. Una desacertada contraorden de la Junta
Federal lo destituye y le otorga el cargo a Clodomiro Bernal, su rival político,
Bernal no era una persona querida en Mohoza, por su historia de abusos y arbitrariedades. En una reunión de los
vecinos organizados en una guardia nacional realizada pocos días antes del
arribo del escuadrón, se decidió no aceptar a Bernal como corregidor. Al llegar
a Mohoza y en contra de los deseos de la población, Bernal se presentó ante el
cura para posesionarse y este se negó a hacerlo. A esto se suman antiguas
rencillas entre los familiares del cura Escobar y los Bernal, ya que este último
había matado al cuñado de Hilaria Escobar, hermana del cura. De ahí que el
cobro del empresito forzoso fue tomado con una afrenta casi personal por
Escobar. Asimismo, debido a los azotes que recibió en la plaza de Mohoza,
Bellot decidió vengarse. Según posteriores declaraciones extraídas del Proceso
de Mohoza, varios testigos afirman que fue Bellot quien dio la orden de
sublevar a la indiada tras asegurar que quienes habían llegado al pueblo no
eran liberales, sino alonsistas. Las consecuencias de aquellos actos de arbitrariedad
en los que se mezclan la política con os odios personales y familiares fueron
funestas para los miembro del escuadrón, que pagaron con la vida su prepotencia
y la del odiado Bernal.
Pero los hechos son aún más complicados. Aquella misma tarde
cuando arriba el escuadrón a Mohoza cometiendo desmanes, José y Santiago
Hidalgo, después de sublevar a los indios de las estancias de Tolapamapa,
Caluyo Huaillona, Ancocota, Lacalano, Cahuichana, Chambiri, Paycollo, uishuara,
Cotohuma y Pilini lograron reunir en Tolapampa a un apreciable número de
adictos a la causa federal, con el propósito de asociarlos a las fuerzas
auxiliares del ejército federal, para conducirlos a Panduro, donde se hallaba Pando.
De pronto, grupos de indígenas conducidos por Lorenzo Ramírez, apoderado de
Mohoza y hombre de confianza de Willka, negaron su colaboración a los Hidalgo diciendo,
de acuerdo a algunos testimonios, que “ellos no obedecían más ordenes que las
de Pablo Zarate Willka y a que nada tenían que ver ni con Pando ni con Alonzo”.
No sabemos con certeza si lo dicho por Ramírez fue verdad o fue una construcción
posterior a los hechos para hacer recaer las culpas sobre Pablo Zarate, lo
cierto es que sin llegar a ningún acuerdo, Lorenzo Ramírez con su cabildo de
alcaldes y jilacatas deliberaron para tomar decisiones con respecto a los
Hidalgo. El cabildo decidió victimar a los agitadores. Antes de morir, Hidalgo
trato en vano de convencer a Lorenzo Ramírez de que era liberal y que debían actuar
juntos.
Mientras en Mohoza el Escuadrón Pando se encontraba en
preparativos para proseguir el viaje, Lorenzo Ramírez, todavía en Tolapampa, interceptó
una carta enviada por Joaquina Coha, esposa de Hidalgo, quien ignorando lo acaecido con su esposo e
hijo, le contaba que los dos cuerpos de tropa pertenecientes a un escuadrón habían
cometido toda suerte de atropellos y extorciones con la población, “matando
corderos y cerdos sin pagar el precio”. El contenido de la carta enardeció mas
a Lorenzo Ramírez y a la multitud que dirigía, disponiéndose inmediatamente a
salir rumbo a Mohoza. A ello se sumó la
ola de rumores generados por Bellot (los chismes a los que se refiere Willca),
en el sentido de que se trataba de un escuadrón alonsista. El escuadrón, según la
deducción de los indígenas, debía ser entonces un escuadrón enemigo, es decir,
alonsista.
Al día siguiente de su llegada a Mohoza, los jefes del Escuadrón
Pando fueron invitados a un almuerzo en la casa cural después de una misa en la
que se les bendijo. La actitud del cura
puede parecer extraña por lo sucedido día antes, pero entre los soldados del escuadrón
de hallaban muchos jóvenes y algunos familiares suyos, por lo que Escobar
considero un deber cristiano realizar la misa. Confluidos los preparativos del
viaje, salieron anticipadamente de Mohoza dos itinerarios en calidad de avanzada, con orden de disponer en Leque
las diligencias necesarias para alojar a la tropa. No caminaron más que dos kilómetros
cuando divisaron a la avanzada que regresaba del lugar porque un gran número de
indios llegados de Tolapampa les había impedido el avance, por considerarlos
alonsistas. Los indios desparramados en las cimas de las montañas dieron alcance
al escuadrón y de nada valieron las explicaciones de que se trataba de un escuadrón
federal. Tenemos ante las demostraciones de franca hostilidad de los miembros
del escuadrón decidieron volver al pueblo. La versión oficial dice que llegados
allí, Arturo Eguino, jefe el escuadrón, busco a Jacinto Escobar para decirle: “¡Mi
cura!, estamos perdidos; la indiada se ha alzado; la guerra no es de partidos,
sino de razas; hemos vivado a Pando y a la federación y nos han contestado
¡viva Willka!”.
Con la idea de eludir cualquier encuentro armado con quienes
hasta entonces habían sido sus aliados, los miembros del escuadrón partieron
cautelosos por orden superior con dirección a Palca. Ya habían avanzado un
largo trecho cuando se presentó el hijo de Bellot para anunciarles que los
indios agresores reconocían el error de
creerlos alonsistas y contrarios a la revolución, y que querían explicarse con
ellos. El emisario pidió al escuadrón que regrese nuevamente a Mohoza para que
tanto indios como soldados puedan confraternizar. Declaraciones posteriores
afirman que fue Bellot que, sin medir
los alcances de su venganza, se disfrazó con traje de bayoneta para luego
azuzar a la indiada afirmando que el escuadrón era unitario.
La trampa dio resultado pues, a fin de no tener más
problemas, Eguino acepto la proposición y decidió volver al pueblo en el punto
de Coato, alrededor de 00 hombres se les acercaron sin ninguna muestra de conciliación.
La tropa volvió a vitorear a Pando, pero se dice que los indígenas respondieron:
“Aquí no hay Pando, sino Willka; ¡ustedes son ladrones alonsistas!”. Algunos
miembros del escuadrón decidieron optar por las armas, pero Eguino los
desautorizo. Entonces Lorenzo Ramírez, que se liberaba del tumulto, propuso a Eguino
que depusieran las armas como prueba de su honradez. A pesar de las protestas
de algunos soldados. Eguino acepto la propuesta de Ramírez. Los indios, exigieron
a los soldados que se pusieran calzones de bayeta en prueba de su extracción federalista.
“¡Los llevaremos donde Willka y no donde Pando!”, se dice que les dijeron
cuando los soldados volvieron una vez más a proclamar su adhesión a la revolución, Mas tarde, los indígenas
ordenaron el retorno de los desarmados soldados a Mohoza y estos quedaron
merced de sus captores. Ya en el pueblo, Ramírez y los suyos ordenaron a sus prisioneros
dar tres vueltas a la plaza vitoreando a Willka, a Pando y a la federación.
Mientras lo hacían, se dice que los soldados vieron entre la multitud al
corregidor Bellot y a otros vecinos del pueblo vestidos con traje de bayeta
para no levantar sospechas.
Después de esto, se obligó al escuadrón a refugiarse en el
templo de Mohoza. En horas del anochecer Lorenzo Ramírez ingreso al templo
solicitando a entrega de los 250 bolivianos pedidos al cura. David Adriazola,
depositario del dinero, entrego la suma sin poner resistencia. Ramírez pregunto
a los detenidos quien era el jefe y es entonces que José María Helguero intento
explicar que todos eran injustamente inculpados de alonsistas y que eran
voluntarios de la causa federalista.
Mientras todo esto sucedía dentro del templo, la hermana del
cura, Hilaria Escobar, aprovechando la algarabía de los indios, se dedicaba, e
la plaza principal, a venderles coca y alcohol enfureciéndolos aún más. Por su
parte, Jacinto Escobar, en su calidad de sacerdote, intento calmar los ánimos
cubriendo con su sotana a uno de los heridos y pidiendo a los indígenas que le
perdonaran la vida. Por su intromisión, el cura Escobar recibió palos de
macanas en la espalda y fue socorrido por varias mujeres del pueblo que
evitaron su muerte. Ante el peligro, tanto mujeres como Escobar y otros vecinos
decidieron pasar la noche ocultos de la furia indígena en los maizales cercanos
al pueblo.
Dentro del templo, de nada sirvieron las explicaciones y os
ruegos de los jóvenes puesto que los indígenas, bajo la influencia del alcohol
y después de realizar un cabildo, decidieron dar muerte al escuadrón supuestamente
alonsisita. Los desesperados soldados buscaron refugio detrás de los santos, en
el baptisterio, pero fueron prontamente hallados por los indios. La matanza de
los soldados liberales comenzó a las ocho de la noche y termino al día
siguiente con la inmolación de 120 personas que perdieron la vida en un
sangriento sacrificio en el que los indios cortaron los testículos de sus víctimas
y bebieron su sangre en señal de victoria, al calor de una rabia acumulada por
siglos. Se dice además que esa noche, los indios habían gritado “¡viva Willka!,
¡viva Huaycho!, ¡vecinos corran a esconderse porque ahora es nuestro tiempo!”.
Todo esto a nombre del resguardo de sus “linderos”, a los que hicieron alusión.
La referencia hecha a Huaycho nos recuerda al primer Willka de Huaycho,
Luciano, que dirigió las huestes indígenas en la primera alianza de 1871. También
recuerda al apoderado Willka de Huaycho, que apareció en el norte de Potosí más de una década atrás proclamándose descendiente
de los incas.
La participación de los vecinos en los acontecimientos fue
de mucha importancia, ya que motivados por los odios políticos soliviantaron a
los indígenas y así fueron corresponsables de tan graves hechos. El principal
instigador fue Juan Bellot, que decidió vengarse por los vejámenes sufridos.
Estuvieron también implicados Nemesio Zabalaga, que pertenecía a una
tradicional familia de Mohoza, Juan Morales, Modesto Miranda, que era el marido
de Hilaria Escobar, y cuñado del cura, Félix Rosa Lozano y varios otros de filiación
alonsista. DE Modesto Miranda se dijo que capitaneo a los indios y de Zabalaga que
fue quien mando a Clodomiro Bernal. Estos personajes, aprovechando la confusión
reinante y el odio entre las familias Escobar y Bellot contra Bernal se armaron
de rifles y se disfrazaron de indios azuzando de manera directa y premeditada a
los indígenas que ya se encontraban en pie de guerra. Un testigo narra cómo
estas personas llegaron a su casa para pedirle prestado “vestidos de indio”
para disfrazarse. Otros testimonios indican que estos vecinos, vestidos de
indios, incitaron a los indígenas desde la oscuridad de la noche, subiéndose a
los techos y aprovechando un mayor caos con una guerra de rumores. Los testigos
más comprometedores acusan a Zabalaga, Morales, Miranda y otros de haber
entrado a la iglesia junto a Lorenzo Ramírez y los suyos. Cuando meses as tarde
llego el batallón Illimani a Mohoza, después de realizar algunas declaraciones
Modesto Miranda, Nemesio Zabalaga y Juan Bellot, fugaron del lugar a fin de
evitar complicaciones, lo que prueba su participación.
Se extinguieron 120 vidas en el curso de 14 horas que duró
la matanza: de las ocho de la noche, cuando Ramírez y su cabildo dieron la
orden de degüello, hasta el día siguiente a las diez de la mañana. Pero los
sucesos no terminaron con lo ocurrido en la iglesia de Mohoza. Aquella noche
Lorenzo Ramírez ordeno a todos los
vecinos que se pongan calzones de bayeta y victimó a los que se negaron a cumplir
la orden. Del mismo modo ordeno el
incendio y saqueo de la casa de Juan Caballero y del finado Belisario San
Martin, cuya familia era de conocida trayectoria como autoridades del pueblo.
Asimismo buscaron a quintín Romero, Zenón Caballero, Cecilio Cisneros y otros a
quienes mataron dentro de sus tiendas y hogares.
Al día siguiente, la imagen del pueblo era aterradora; el
templo había sido completamente destrozado debido a que nada fue respetado, ni
santos ni crucifijos. Las ensangrentadas imágenes sagradas detrás de las cuales
se escondieron los soldados fueron destruidas y solo quedó la sensación de una
tremenda desolación. Al parecer, aquella mañana todavía existían algunos
soldados vivos que fueron muertos a balazos por Modesto Miranda, el cuñado del
cura. Uno de los sobrevivientes, José Suarez, narra cómo pudo salvar la vida
debido a que se salvó tres veces del ataque indio y es por esta razón decidieron
liberarlo.
Una vez enterrados los cadáveres en el cementerio situado detrás
de la iglesia Lorenzo Ramírez y los suyos decidieron realizar un cabildo donde
participaron los cuatro ayllus para decidir las acciones a futuro. El cabildo decidió
deponer a las autoridades mestizas, muchas de las cuales ya habían muerto o
huido, y nombrar a gente de origen autóctono como nuevas autoridades. Se designó
a Lorenzo Ramírez como general y a Pedro Rojas como corregidor, aclarando además
que hasta el cura debía salir de entre ellos, imponiéndose el traje de bayeta
como señal de sujeción a las nuevas autoridades. Decidieron también extender la
sublevación a los pueblos y comarcas vecinas, y nombraron como corregidores a
los indios. Con este objetivo se dirigieron a la hacienda Cala Cala a la de
Pocusco, Mamuhuta y Caquena…”
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