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ORURO CAPITAL DE LA REPÚBLICA EN MEDIO DE UNA GUERRA CIVIL

Foto: Plaza 10 de febrero de Oruro. / Este artículo fue tomado de: https://iloveoruro.wordpress.com/tag/batalla-del-primer-crucero/

Entre abril y octubre de 1899, la ciudad de Oruro se convirtió de hecho en la capital de la república como consecuencia de una sangrienta guerra civil que enfrentó al norte con el sur del país. Terminadas las hostilidades, se firmaron allí decretos con los cuales quedaron definitivamente establecidos hasta el día de hoy, el sistema de gobierno, la sede de los poderes del estado y la capital constitucional de Bolivia, temas que sin embargo aún siguen discutiéndose en nuestros días.
Es un problema que el país arrastra desde su nacimiento a la vida independiente: la sede de la capital de la república. ¿Debería quedarse en Sucre, ciudad pequeña, aislada y aferrada orgullosamente a los recuerdos de su hegemonía colonial? ¿Debería irse a La Paz, ciudad populosa, progresista y próxima a nuevas fuentes de riqueza? Tal controversia intentó resolverse en una sesión de congreso reunida en Sucre el 18 de noviembre de 1898, misma en la que se discutió un proyecto de ley para que el poder ejecutivo fijase su residencia permanente y definitiva en esta ciudad para terminar con la patética imagen que brindaban los presidentes de entonces, acostumbrados a recorrer el país montados en una mula tratando de escapar a las circunstancias y los vaivenes de la inestable política boliviana.
El proyecto que fue presentado por los representantes conservadores chuquisaqueños, fue rechazado de entrada por los representantes liberales paceños que intentaron convencer a sus pares de discutir el asunto en una ciudad neutral. Como estas gestiones fracasaran, abandonaron la ciudad en señal de protesta para luego regresar a La Paz y reunirse allí con otros líderes liberales con quienes formaron una Junta de Gobierno que después de declarar la revolución, impuso un sistema de gobierno federal bajo el argumento de que sería el más conveniente para los intereses de la nación. Esto quería decir que en adelante las riquezas del departamento de La Paz sólo se destinarían para su propio desarrollo y no para atender las necesidades de los otros departamentos, olvidando que regiones como Oruro y Potosí contribuían enormemente en su progreso tal  como lo siguen haciendo hoy en día.
Así, Bolivia quedó conmovida con el estallido de una sangrienta guerra civil cuyo objetivo final en el fondo era obtener la capitalía plena de una nación dividida por una profunda rivalidad regional, política y hasta racial dirigida entonces por el conservador presidente Severo Fernández Alonso desde 1896, quien marchó hasta Oruro para instalar su cuartel general. Allí había vivido varios años acumulando una gran fortuna al hacerse dueño de la famosa mina de San José que según dicen sus detractores la obtuvo utilizando medios ilícitos.
Desde Oruro, el presidente Fernández Alonso llamó a las fuerzas militares reclutadas en Sucre, Cochabamba y otras regiones del país que aún permanecían subordinadas a su autoridad. A mediados de enero 1899, el ejército conservador comenzó su lento y temeroso avance hacia el norte parando en el pueblo de Viacha a 30 kilómetros de La Paz, donde  el mando de de las tropas liberales revolucionarias había sido asumido por el coronel José Manuel Pando, candidato liberal a la presidencia para las frustradas elecciones de aquel año quien armó barricadas en las calles de la ciudad, mandó emisarios en busca de armas al Perú y pidió ayuda a los caciques aimaras para que le colaboraran en su campaña contra las fuerzas conservadoras. Acudió entre ellos el líder indígena Pablo Zárate Willka, amigo personal de Pando nacido en la comunidad de Sicasica, provincia Aroma de La Paz, caudillo inteligente, gran estratega militar, severo, tenaz, persuasivo, toda una autoridad reconocida en comunidades importantes como Pacajes, Sicasica, Inquisivi, Paria, Carangas, Tapacarí y Ayopaya que no dudaron en acudir a su llamado.
Los primeros choques ocurrieron el 21 de enero de 1899 cuando las tropas del presidente Fernández Alonso marcharon desde Viacha a Corocoro en busca de víveres volviendo con varias cabezas de ganado y caballos, hecho que enardeció los ánimos de la indiada afín al coronel Pando que rodeó el pueblo y atacó a las fuerzas conservadoras con piedras lanzadas con hondas, tiros de revólver y dinamita proporcionada por algunos mineros asociados a la causa federal. Después de algunas horas de combate y agotada su munición, los soldados constitucionalistas abandonaron al galope la plaza donde se defendían siendo atacados por indios y mineros parapetados sobre los techos y en las esquinas. Murieron 27 indígenas, dos soldados y hubo varios heridos,
Los sobrevivientes en su mayoría jóvenes soldados chuquisaqueños, decidieron volver a Viacha desviándose por Ayo Ayo para evitar una eventual concentración de indios en el camino. En este pueblito se encontraron con otra compañía de soldados chuquisaqueños, orureños y cochabambinos con los que avanzaron hasta Viacha escoltando seis carretas cargadas con armas y munición. El coronel Pando sabedor de este movimiento por aviso de los indios, envió una fuerza de caballería que rodeó Viacha dando lugar a un combate que tuvo lugar el 24 de enero en el cruce del camino de Ayo Ayo con el de Luribay (Crucero de Chacoma) en el cual las tropas constitucionales sorprendidas de frente por las federales y acosadas en los costados por los indios, se defendieron desordenadamente sufriendo numerosas bajas hasta que se replegaron con dirección a Oruro. Cuatro de las carretas se incendiaron explotando su contenido durante el intercambio de fuego, las otras dos cayeron en poder de los federales junto con varios prisioneros.
Las tropas constitucionales en retirada dejaron a sus heridos en Ayo Ayo al cuidado del cura de su iglesia, un capellán militar y el cura de Viacha. Al caer la tarde, más de un centenar de indios alcoholizados rodeó el pueblo, tomó la plaza principal, atacó viviendas particulares y asedió a los heridos refugiados en el templo. Por la noche tomaron la iglesia, forzaron las puertas donde estaban los refugiados y entraron para luego masacrarlos bárbaramente, partiéndoles las cabezas con hachas, sacándoles los ojos, rasgándoles la piel con alambres, apuñalándoles, desnudándoles y arrastrándolos por las calles hasta matarlos.  La tragedia ocurrió el mismo día del combate del Crucero de Chacoma y terminó con el brutal asesinato de 27 soldados, el capellán militar y los dos curitas.
La sed de sangre y muerte de los indios aliados de los liberales no terminó allí. Declararon una guerra a muerte contra la raza blanca atacando no solo a tropas constitucionales sino también a tropas federales como ocurrió con un grupo de oficiales y soldados organizados en la provincia Inquisivi que antes de ser degollados fueron vejados, torturados, arrastrados por caballos y asesinados salvajemente con golpes de macanas, palos, piedras, hachas y cuchillos. De 130 soldados masacrados solo se salvó uno que vivió para contar aquel horripilante banquete de sangre en el que perecieron todos sus compañeros en la iglesia de Mohoza, festín que comenzó a las ocho de la noche del 28 de febrero de 1899 y terminó a las diez de la mañana del día siguiente.
Las ignorantes hordas aimaras encabezadas por Pablo Zárate Willka nada entendían ni nada les importaba el conflicto entre liberales y conservadores, federalistas y constitucionales, La Paz y Chuquisaca, norte y sur. Solo empuñaban sus instrumentos de exterminio impulsados por el anhelo milenario de recuperar el dominio de su hábitat ancestral sometido por siglos a amos extranjeros, incas quechuas, conquistadores españoles y ahora sus descendientes.
Documentos de la época constatan el salvajismo y la brutalidad de los indios. Se describe por ejemplo el horror que vivieron en su hacienda de Tolapalca un granjero inglés y su hijo de 14 años cuyos cadáveres fueron encontrados uno con la cabeza perforada y otro con la cabeza partida en dos por un hacha, ambos con los ojos arrancados, la piel quemada y desprendida como si se tratara de un guante. Otro testimonio relata cómo un italiano dedicado a la explotación de goma fue cortado a pedazos por la indiada del pueblo de Challana en la provincia Larecaja, otro relata cómo en Corocoro un noruego gerente de una compañía minera disparó matando a su familia y a él mismo para evitarse el padecimiento de una muerte horrible a manos de decenas de indios que los tenían rodeados.
La bestialidad de los indios trogloditas se contagió a los aimaras y quechuas de otras provincias de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba que comenzaron a perseguir a propietarios de minas, administradores de casas comerciales y otros que buscaron asilo y refugio en la ciudad de Oruro. Tal situación que amenazaba con salirse de control motivó al coronel Pando a escribirle una proposición de paz al presidente Fernández Alonso mediante carta enviada desde Caracollo el 4 de marzo de 1899 en la cual le pidió su renuncia en nombre de la Junta Militar para unificar ambos ejércitos, calmar la ferocidad de los indios, acabar con la guerra civil, devolverle la tranquilidad a Bolivia y convocar a una asamblea constituyente.    
El presidente Fernández Alonso rechazó tal propuesta argumentando motivos constitucionales mediante carta dirigida desde Oruro el 5 de marzo de 1899, después de la cual el ejército federalista comenzó su avance hasta aquella capital. En el camino se encontraron con las tropas constitucionales y libraron el combate decisivo desde las tres de la tarde del 10 de abril de 1899 en una gran planicie sembrada de cebada donde el camino de Oruro a Lequepalca hacía cruz con el de Paria a Caracollo (Crucero de Paria).
Ya al anochecer, las fuerzas indígenas de Zárate Willka y el ejército federal de José Manuel Pando terminaron infringiendo una aplastante derrota a las fuerzas constitucionales con numerosas bajas en ambos lados. El presidente Severo Fernández Alonso pasó esa noche en Oruro y al amanecer del día siguiente tomó la ruta del exilio a Chile. El 12 de abril 1899 el coronel Pando hizo su entrada triunfal en la ciudad de Oruro, lado a lado con Willka, los ejércitos de ambos se mezclaron y marcharon en medio de una impresionante multitud por las calles de Oruro.
Dos días después, la Junta de Gobierno revolucionaria allí reunida, proclamó mediante decreto a La Paz como capital de la República y convocó para agosto a elecciones para elegir a los miembros de una asamblea constituyente a la que llamaron convención nacional, misma que después de ser conformada con abrumadora mayoría liberal se reunió en Oruro el 20 de octubre siendo los dos temas centrales de su agenda, la elección del Presidente de la República y la federalización del país. El primer punto no ofreció mayores dificultades pues el coronel José Manuel Pando tenía el apoyo casi total de los asambleístas convencionales para ser elegido, hecho que ocurrió el 25 de octubre de 1899 cuando recibió la investidura presidencial después de ser favorecido con casi la totalidad de los votos de los miembros de la convención.
El segundo punto fue objeto de fuertes y acalorados debates que terminaron finalmente con la continuidad del sistema de gobierno unitario para la nación, enterrando así el pretendido sistema federalista en cuyo nombre se había combatido sangrientamente. Curiosamente el coronel Pando líder de la revolución federal, abogó por el unitarismo poniendo así en evidencia el objetivo de fondo de los liberales paceños que solo era hacerse con el poder para llevarse la capital a La Paz. Para darle un consuelo a la adolorida y derrotada ciudad de Sucre, se le dejó tan solo el triste título honorífico de Capital de la República pero sin el honor que merecería tal condición aunque sí conservó la sede del poder judicial y el domicilio de la Corte Suprema de Justicia mientras que los poderes ejecutivo y legislativo tomaron residencia definitiva en La Paz, sede de gobierno.
En cuanto a Pablo Zárate Willka apodado “El Terrible” por la prensa de entonces, el amigo personal con quien había luchado a su lado ordenó su apresamiento el 22 de abril de 1899 en Sicasica para ser juzgado junto con su estado mayor por las atrocidades y los horrendos crímenes cometidos durante y después de la guerra federal con lo que el movimiento indígena quedó desbaratado siendo reprimido y disuelto sin contemplaciones. Después de sufrir toda clase de abusos y vejámenes, Willka fue muerto en prisión en 1903 por los mismos liberales a quienes ayudó y que solo habían utilizado a los indígenas para concretar sus ambiciones.
Así en los hechos, la sede de gobierno para la ciudad de La Paz fue obtenida en base a traición y mentiras que costaron sangre, vidas de indios y mestizos bolivianos, en su mayoría jóvenes chuquisaqueños, estudiantes universitarios y colegiales adolescentes. La revolución federalista no fue sino una simple excusa para disfrazar la mezquindad y egoísmo paceños que después de quitarle la capitalía a Sucre, consolidaron un centralismo malsano que impide el desarrollo del resto del país mismo que no ha podido romperse hasta el día de hoy.
El tema de la capitalía intentó ponerse en la agenda de la Asamblea Constituyente convocada y reunida en Sucre en 2006, pero las aspiraciones chuquisaqueñas quedaron frustradas esta vez por el gobierno populista neoliberal de Evo Morales Ayma el 10 de diciembre de 2007 en la ciudad de Oruro, no sin antes mancharse las manos con sangre de ciudadanos sucrenses solo para que La Paz continúe tomando las decisiones por todos los bolivianos.
Documentos consultados
“Llallagua, Historia de una Montaña”, Roberto Querejazú Calvo. Editorial “Amigos del Libro”, Cochabamba 1981.
“Historia General de Bolivia”, Joseph M. Barnadas. Editorial “Juventud”, La Paz 1987.
“Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles”, Carlos D. Mesa Gisbert, La Paz 1990.

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