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5 TESTIMONIOS DE PRESOS POLÍTICOS EN LA DICTADURA DE BANZER


Tomado de: BANZER GENIO Y FIGURA………….. Para que no se olvide. NUNCA MÁS. – De: CENTRAL OBRERA BOLIVIANA (COB)/ EDITORIAL: CREAR IMPRESIONES. LA PAZ. BOLIVIA. 2008 // Foto: El facho militar golpista Hugo Banzer toma juramento al cargo de Presidente, es agosto de 1971.

Cómo señala el informe de 1976 de la COB:

A. EL CASO DE FELIX VALENCIA ENCINAS

El obrero dirigente del sindicato de la Fábrica Said en la ciudad de La Paz, a raíz de un discurso pronunciado por el día 1ro de mayo de 1973, fue detenido y golpeado salvajemente. Presentamos el certificado médico que por sí mismo habla elocuentemente del trato que recibió por parte de las autoridades del gobierno boliviano. Posteriormente fue exiliado a pesar de los incesantes reclamos de la clase trabajadora y muy especialmente de los fabriles de La Paz.
CERTIFICADO MÉDICO
R.C. Certifico que FELIX VALENCIA está en mi atención desde el 8 de mayo del 73 porque sufrió traumatismo encéfalo-craneano - traumatismo de cara- traumatismo de tórax- traumatismo de columna dorso lumbar.
30-V- 73
Dr. Mario Falco
Salta (Argentina)

B. EL CASO DE MERCEDES URRIOLAGOITIA MENDOZA

Fue detenida el 8 de julio de 1972 y exiliada más tarde después de indecibles padecimientos.
“Últimamente con fecha de 23 de septiembre nos llega un SOS angustioso. Te escribo con urgencia debido a un asunto que requiere inmediata movilización nuestra.
Se trata de Mecha (Mercedes Urriolagoitia Mendoza). A Mecha no sólo la detuvieron, sino que además la mantienen todavía bajo la tortura. Nos han llegado a decir que ella ya no se da cuenta de nada ya que lo único que pide es morir… Ya van cuatro meses que está presa y le han hecho horrores. Un mes y medio ha estado en una celda que llaman la “Celda de Drácula” con ratas y excrementos humanos y en el calabozo con quince hombres. Las consecuencias han sido fatales; tiene bloqueo en los riñones y los pulmones y escaras por todo el cuerpo. Las autoridades se han asustado porque está gravísima y sólo por eso han permitido que la lleven a una clínica, pero en el Ministerio del Interior ya han dispuesto que, una vez que la den de alta tiene que volver a prisión hasta que hable… Mercedes Urriolagoitia Mendoza es una profesional valiosa. Fue apresada alrededor del 8 de julio de este año. Mecha, en épocas pasadas ha sido una gran deportista en la práctica del baloncesto, pero debido a un accidente perdió la movilidad de sus piernas, teniendo que usar desde entonces unasilla de ruedas. Por este motivo interrumpió sus estudios en la normal de Sucre durante tres años, luego ingresó en la Facultad de Economía distante a media cuadra de su casa. Terminados sus estudios de economía y en su condición de licenciada quedó como catedrática auxiliar y obtuvo una beca para obtener la maestría en Economía en el Instituto Escolatina de la Universidad de Chile. En este país, durante tres años compartió su tiempo con las amistades que supo ganarse con su carácter afable y su personalidad tan atrayente y singular, adquiriendo un alto grado de ciencia y conciencia política. Al regreso al país dedicó toda su energía a la lucha estudiantil de programas de estudio y de metas nacionales, inscribiéndose en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Desde su último contrato de trabajo como investigadora y economista en la Universidad Católica merced de sus contactos, pudo elaborar importantes estudios de la realidad económica y política del país durante el gobierno de Banzer.
Finalmente, habiendo sido descubierta y allanadas las casas donde la recibían, se vio obligada a huir del país, pero desgraciadamente en el aeropuerto del Alto de La Paz, en el instante que iba a embarcarse, fue alcanzada por los agentes de la policía, quienes la condujeron al Ministerio del Interior para someterla a intensas torturas e interrogatorios agotadores.
Mecha tiene 34 años de edad. Sobre su grave estado físico debido a las torturas ha sido posible para nosotros conseguir un certificado médico que a la letra dice:
“La señorita Mercedes Urriolagoitia con antecedentes deparaplejia de varios años atrás, se encuentra internada en la clínica de Sopocachi con el diagnóstico de vejiga neurogénica atónica e infección urinaria severa: pielonefritis y cistitis recurrente. Existe igualmente un proceso infeccioso en ambas zonas glúteas, con gangrena ósea del mismo origen y supuración aún no controlada, efecto de escaras de decúbito no cuidadas antes de su ingreso en la clínica. Debe recibir tratamiento intensivo, consistente en reeducación de la vejiga neurogénica, tratamiento quirúrgico por el especialista traumatólogo para extirpar los secuestros óseos y practicar curetaje de proceso de osteitis. Septiembre, 9 de 1972”.
El certificado esta firmado en La Paz por un médico responsable. Tratemos de hacer algo por la libertad de Mecha, reclamando a Derechos Humanos Internacional, a la Cruz Roja Internacional y otras organizaciones humanitarias en el extranjero porque en Bolivia estas oficinas ya no existen”.
(México D. F. 1972).

C. EL CASO DE ROBERTO MOREIRA MONTESINOS

“MÉXICO D.F. Enero-1974- En un hospital de esta capital falleció el 30 de diciembre el compañero Roberto Moreira Montesinos víctima de las torturas de que fue objeto por parte de los organismos represivos del gobierno fascista de Bolivia. El nombre de este compañero está profundamente vinculado a las luchas de liberación del pueblo boliviano por lo que su muerte ha sido lamentada entre los trabajadores y los sectores revolucionarios. El martirologio del compañero Moreira se inició el año 1967 cuando fue hecho prisionero por la CIA bajo el cargo de ser enlace de la guerrilla de Ñancahuazú comandada por Che Guevara. Desde entonces recorrió todos los recintos de la tortura física y moral que la CIA estableció en el país. Sometido a salvajes interrogatorios y a los más refinados medios de tortura,
Roberto supo resistir con la firmeza de quien está convencido de la verdad por la que lucha….
A fines de 1970 los guerrilleros de Teoponte lograron su libertad… Roberto parte a su exilio… Retorna al país antes del golpe de estado que instala la actual dictadura fascista en el país. Cae nuevamente preso el mes de septiembre de 1971 y es llevado a un centro especial de reclusión reservado para los patriotas que el gobierno consideraba más peligrosos. Las horas que vivió este compañero a partir de esa fecha están llenas de todos los horrores posibles de imaginar. Los represores se ensañaron con él tratando de arrancarle información sobre el paradero de otros compañeros de la resistencia. Sobre el cuerpo y la mente de Roberto fueron quedando profundas huellas de la tortura. Pasaron los meses de un cautiverio insoportable y la mente de Roberto fue debilitándose paulatinamente y un día de esos, cuando la resistencia llegó al limite de lo posible, perdió la razón; la obra de los carceleros estaba cumplida.
Desde ese día Roberto fue pasado por todas las prisiones y campos de concentración para que sus compañeros vean lo que les esperaba si no cooperaban con el régimen en la delación de sus compañeros. En este recorrido macabro, Roberto intentó quitarse la vida en muchas ocasiones y se negaba a ingerir alimentos temeroso de ser torturado. Así anduvo Roberto de prisión en prisión arrastrando su quebrantada humanidad mostrando lo que la tortura brutal y sistemática puede hacer de un hombre. A fines de 1972 Roberto se había convertido en una especie de niño al que sus compañeros alimentaban a la fuerza para que no muriera de inanición. Los carceleros lo llamaban “el loco” y se burlaban de él en forma ruin e inmisericorde.
Los jefes de la represión, convencidos de que habían logrado trastornar totalmente al combatiente revolucionario, ordenaron su reclusión en el Manicomio de la ciudad de Sucre. Donde al cabo de algún tiempo logró recuperar alguna de sus facultades, gracias al esfuerzo de los médicos y el cuidado paciente de sus familiares. Tiempo después, en la primera oportunidad que tuvo huyó del Manicomio, se trasladó a La Paz y se asiló en la embajada de México.
Estando ya en el exilio reaparecieron las lesiones mentales y es recluido en un hospital psiquiátrico de esta capital, del que puede salir sólo por temporadas debido al recrudecimiento de su enfermedad. El diagnóstico médico presenta un cuadro de lesiones incurables que impresiona a los médicos conocedores de su tragedia, la misma que constituye un testimonio patético del salvajismo que practican los militares bolivianos, degradados a la condición de torturadores a sueldo del imperialismo. Luego de recaídas cada vez más graves, a las 22.30 del día 30 de diciembre de 1973, Roberto deja de existir lejos de su patria víctima de neumonía.
En una entrevista testimonio reciente, su hija Cristina, refiere que los familiares y las personas que estuvieron en su exilio en México tienen la plena certeza de que su muerte a la edad de 35 años se debió a los crueles métodos de tortura a los que fue sometido, habiendo dado testimonio al respecto Pablo Ramos, Horst Grebe, Jesús Taborga, Víctor Córdova y otras personas. Así mismo, las cuentas de la familia Moreira con el fascismo no terminaron con la muerte de su padre, ya que se llevaron detenido al hijo Roberto Freddy Moreira, entonces estudiante de colegio, para posteriormente torturarlo, encarcelarlo y enviarlo al exilio.

D. TESTIMONIO DE UNA DETENIDA TORTURADA

La excepcional entrevista que aquí presentamos fue realizada en Puno la semana pasada. Se trata de un verdadero y terrible documento sobre la represión que padecen en estos momentos los sectores de oposición en Bolivia. La implacable represión tiene muchos porqués. El gobierno del Coronel Hugo Banzer ha tratado de seguir el maromero empeño de subsistir con el apoyo de dos fuerzas irreconciliables el MOVIMIENTO NACIONALISTA REVOLUCIONARIO (MNR) y la FALANGE SOCIALISTA BOLIVIANA (FSB).
La falange parece haber tomado el control de la situación y se sigue hablando de la expulsión del máximo movimientista Víctor Paz Estenssoro -zorro trajinado y maestro de la intriga que espera el momento de la revancha-. Por otra parte los coroneles Andrés Selich y Juan Ayoroa, los generales Rogelio Miranda y Joaquín Centeno Anaya, y el mayor Humberto Cayoja, traman por su cuenta golpes que, en todo caso no cambiarían la actual situación del país.
Este clima desgarrador ha hecho que el aparato represivo haya refinado sus métodos y alimentado su paranoia. Por obvias razones de seguridad, el nombre de quien –ahora ya en Puno- denuncia estos métodos y relata su experiencia, quedará en reserva.
Una entrevista de César Hildebrandt.
“YO HE SIDO TORTURADA, ULTRAJADA”
¿Por qué fue usted apresada?
Sospecharon que era miembro del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Estuve dos meses detenida sin tener ninguna relación con ese grupo. Mi posición se ha radicalizado, después de mi salida. No sólo por haber visto la brutalidad del régimen, sino por haber comprendido que esa represión es consecuencia de un sistema injusto y de un gobierno fascista, el de Banzer, que lo representa. He salido convencida de muchas cosas.
¿Qué trato recibió en prisión?
El trato que ahora reciben todas las detenidas. Sobre todo torturas de tipo sexual…
¿Fue violada?
Sí, fui violada, aunque mi caso no fue tal vez el peor de todos… No es el daño físico, es daño psicológico, es trauma que queda después. Además, se empieza a odiar al enemigo…
Hay otros casos. Una chica que fue violada por el sólo hecho de satisfacer la enfermedad de un agente del Servicio de Inteligencia. La represión misma impide que estos hechos se conozcan.
Por eso es que yo quiero que mi pueblo se entere de las brutalidades que se cometen en el régimen de Banzer. Porque este régimen no sólo fomenta, sino que disfruta de este tipo de acciones.
¿Qué otro tipo de “presiones” sufrió?
Bueno, me golpearon muchas…
¿Podría recordar el primer interrogatorio?
Bueno, el primero fue… la primera vez que fui capturada, cuando el individuo entraba y decía: su nombre, fulana de tal, ¿de donde viene?, entonces uno niega, no quiere dar respuesta, entonces el tipo agarra y da un sopapo o dos y dice: desgraciada de mierda, tienes que hablar, es Ud. una hija de puta, una se siente ofendida… hay un altercado de palabras. Entonces el tipo la hace desvestir a una y empiezan a golpear…
¿Con qué golpean?
Con palos, con cinturones, sopapos, puñetes. También apagar cigarrillos en el cuerpo de la persona, golpes en la cabeza, picana. La picana la emplean especialmente en los hombres.
¿A usted le aplicaron la Picana?
No, a mi me apagaron cigarrillos en el cuerpo… en lugares que no podían ser exhibidos.
¿Cuántas veces la interrogaron así?
Unas tres o cuatro veces.
Y la “presión” psicológica, ¿Cómo se daba?
Hay tres personas que hacen el interrogatorio. Uno es el persuasivo, que trata de convencerla a una por las buenas digamos: Señorita, hable, mire, es mejor, nosotros tenemos nuestros métodos, si se niega, hemos hecho hablar a gente más macha que Ud.
Uno se niega y entonces entra el bruto que agarra y la emprende a golpes y entonces dice: ¿No ve?, yo tanto le he dicho. Y la encierran a una en un cuarto sola a oscuras, esperan a que más o menos empiece a conciliar el sueño, entran violentamente, gritan ¿quién es fulano de tal? O piden una dirección. O directamente dan un golpe, vuelven a salir, esperan que se vuelva a dormir.
O sino, le dicen: Su madre está detenida, su padre, su marido, su hijo.
¿En su caso ocurrió algo parecido?
Si, se le detuvo a mi padre, por un día no más. Pero yo no podía saber por cuanto tiempo, porque no me dijeron, entonces yo estaba segura que mi padre estaba detenido.
¿Cómo reaccionaba usted ante las agresiones físicas?
Bueno, llega un momento en que una ya no siente los golpes. Es más la humillación, sentirse humillada por hampones.
¿Cuántas veces fue usted violada?
Fui violada tres veces
¿Por el mismo individuo?
No… en una ocasión fueron tres.
¿Lo hacían para sonsacarle respuestas?
Bueno, no, en mi caso buscaron un pretexto, porque en realidad ya no tenían qué averiguar.
¿Cuánto tiempo duraban los interrogatorios?
Generalmente hacen una o dos preguntas, vuelven a la media hora, otra vez.- La vez que más duro fue la vez de la violación, que prácticamente no me hacían ninguna pregunta y solo me golpeaban. Primero me golpearon, cuando ya no pude reaccionar, me violaron.
¿Cuál es el trato con los presos?
Es peor, claro. Se ha llegado a fusilar a tres miembros del ELN…
¿Hace cuánto tiempo?
En junio… Se dijo que ellos estaban tratando de fugar de la cárcel…
¿De qué cárcel?
La verdad es que los presos no estaban juntos. Víctor Ortega estaba en una prisión, en el centro de la ciudad, y los otros dos, cuyos nombres de guerra eran Manuel y Pedro, estaban en el cuartel de Viacha. Los llevaron a la prisión donde se encontraban las mujeres el jueves, los incomunicaron por unos tres o cuatro días, una noche llegaron y los fusilaron. Escuchamos varios tiros y después un silencio y ruido de movilidades. Después dijeron en la radio que habían muerto por tratar de fugarse.
¿No se pudo saber más?
Yo conversé con un guardia y me contó una versión. Me dijo que los tres estaban en unos galpones, que los sacaron uno por uno a la pampa de Viacha…
¿Podría mencionar el nombre de un jefe policial involucrado en las torturas?
Creo que la figura más representativa está en el Coronel Rafael Loayza.
¿Qué tipo de personaje?
Es el prototipo del agente Nazi.
¿Cuál es su cargo?
Bueno. El no tortura directamente, él es el que organiza más bien.
¿El ordenó el fusilamiento de esos tres guerrilleros probablemente?
Probablemente, si.
¿Cuáles son las características de la represión en Bolivia, ahora?
La peor época fue cuando capturaron a los jefes del ELN, en marzo, abril, mayo. Pero eso no significa que la represión haya concluido. Liberan muchos detenidos, porque realmente son gente que no tiene ninguna participación.
Se habla de que fueron detenidos Mario Monje y Rubén Sánchez.
Hubo una aclaración en la prensa, en el sentido de que Rubén Sánchez no estaba detenido.
En el caso de Monje parece que si, pero no sé a ciencia cierta.
¿Cuándo fue violada cual era la actitud de aquellos?
Había… era sadismo.
¿Se reían?
Comentaban
¿Se jactaban?
Uno decía no, yo no puedo, tírala vos, se reían… pero al final lo hicieron todos… si.
¿Había un alto jefe policial en ese momento?
No. Eran los agentes simplemente… hubo una chica que estuvo embarazada y la hicieron abortar… por los golpes.
¿Un embarazo adquirido en prisión, por un vejamen?
No. no, ella llegó embarazada.
¿Cree que nunca en Bolivia se ha dado una situación así?
Creo que es la peor represión. Pero es cierto que cuando el movimiento gobernaba había represión, pero estaba dirigida contra la Falange Socialista Boliviana. Pero ahora la represión es más general.
¿El régimen de la prisión la afectó físicamente, en qué grado?
Bueno una se debilita por la mala alimentación.
¿Cuántas horas dormía?
Las que ellos querían. Los primeros días sobre todo, porque una nunca sabe cuando la van a sacar para el interrogatorio y al menor ruido una ya está despierta. Siempre es un continuo sobresalto y eso es lo peor.
¿Hasta qué hora dormía?
Cuando estábamos en el Ministerio nos despertaban a las seis, pero cuando nos pasaron a otras cárceles podíamos dormir más.
¿Qué cárceles?
Yo estuve en Achocalla.
¿Achocalla?
Achocalla. Los hombres se encuentran en Coati, que es una isla en el lago Titicaca. Estuvieron también en el cuartel de Viacha. Ahora también hay presos en el Panóptico Nacional.
¿Tuvo alguna enfermedad en la cárcel?
Si, por los golpes.
¿La atendió algún médico?
No.
¿Por qué?
No había caso de pedirlo…
¿Qué trastornos eran?
Bueno, a consecuencia de la violación me sentí afectada. Debilidad…
¿Cuál es la edad promedio de las detenidas?
Bueno, hay chicas de 18, 19, 20 años, algunas de más. Hay un caso también, de una señora de más de 60 que está presa hace algún tiempo.
¿Por qué está detenida?
Se presume que por estar relacionada, por ser pariente de un miembro del ELN.

E. TESTIMONIO DE GUILLERMO DÁVALOS VELA

Las condiciones de la represión del régimen fascista de Banzer no se limitaban a sembrar el terror dentro de las fronteras de Bolivia sino que, a través del chantaje ejercido contra personas que recobran su libertad previa firma de un documento -refrendados por garantes personales- por el que se comprometen a nunca más inmiscuirse en política, anulando toda posibilidad de que en el exterior se formulen denuncias adecuadas sobre los crímenes de la dictadura militar que detenta el poder en Bolivia. Pero como esta situación no puede permanecer indefinidamente, cumplo el deber de responder con la verdad al insolente desmentido que, acerca de los métodos de tortura denunciados en la valiente nota No 464 de CARETAS, hiciera un oportunista -afincada en Lima
más de 10 años- a titulo de Agregado de Prensa de la Embajada de Bolivia en el Perú. La presente declaración la formuló a título personal y asumo toda responsabilidad del caso.
El día 11 de abril de 1972 fui detenido por tres movilidades militares en la esquina de las calles Aroma y 6 de agosto, en la ciudad de Oruro, donde conocí al Coronel Juan Ayoroa, comandante de la Unidad, un individuo delgado, de bigotes, que festejaba ruidosamente mi detención.
Casi de inmediato empezó el interrogatorio. Primero fueron los golpes propinados con maderos y culatas de armas largas, en la cabeza, las piernas y los genitales. Luego me aplicaron la picana. Colocaban un polo en uno de los dedos del pie y el otro lo aplicaban en las partes más sensibles. Como cada toque cierra un circuito, el efecto no se siente solo en las partes del contacto sino en todo el cuerpo. Parece que uno se estuviera quemando por dentro.
Dejaban de aplicarme la picana solo para lanzarme preguntas o amenazas. Me quede callado y esto los exaltó más. Me aplicaron la picana otra vez en los genitales y sentí que perdía el conocimiento por el dolor. Soy operado dos veces. Una de hernia y otra por un varicocele.
Empapado, recobré el conocimiento. Es la una de la tarde y ya no estoy en la 11º División de Investigación Departamental-. Ya no me golpean. Un agente dice: “Este está mal”. Minutos después llega un enfermero de apellido Cevallos y me aplica tres inyecciones en los genitales.
El dolor empieza a ceder. Después, sin embargo, continúa el interrogatorio. Ahora es “el chancho” que consiste en colgar de los pies al sujeto. Con la sangre en la cabeza empiezo a sentir un mareo y el dolor me regresa tremendamente.
Horas después llegan de La Paz el Ministro del Interior, CoronelMario Adett Zamora, y el jefe de inteligencia Coronel Rafael Loayza. Entran. Adett Zamora me dice: “es inútil que te sigas resistiendo”. Loayza me mira fijamente. Miro a Ayoroa, a Mena, Capitán del ejército que aparentemente estuvo a cargo de la captura, el capitán Landivar y a unos civiles que pertenecen a un equipo reunido por el Ministro de Salud Carlos Valverde Barbery, el más sanguinario falangista,Esteban Álvarez, “piqui” y otro al que le decían “el negro”. Entre el grupo de los que interrogaban estaba Victor Jorge Balbián Rocha, “coquito” que antes había logrado infiltrarse en el seno del Ejército de Liberación Nacional, y que así pudo vender valiosísima información.
Como a las cinco de la tarde, el coronel Adett Zamora y otros regresaron a La Paz. Yo quede a cargo del capitán Mena y los agentes civiles. Me volvieron a colocar en posición de “chancho” y de vez en cuando me apagaban cigarrillos en pies y manos. Pensé que no me quedaba otra alternativa que hablar o intentar una fuga. Dije que estaba dispuesto a hablar y pedí hablar con el Capitán Mena, le dije que a las siete de ese mismo día tenía programada una cita con otro contacto. Esposado, vendado, me llevaron al lugar del imaginario encuentro, cerca de un tramo del ferrocarril. Me soltaron para que esperara en la esquina. “Si mueves un pelo eres un hombre muerto”, me dijeron. Pasaron cinco minutos. Apareció el tren y vi mi única oportunidad. Corrí unos pasos y alcance a colgarme a la cola de un vagón, resbalé. Se escuchó una ráfaga de metralleta, vinieron corriendo y emprendieron a puntapies. No podía caminar bien porque en la caída me había lesionado la rodilla izquierda. Regresamos de inmediato a la Dirección de Investigación Criminal (DIC). Esa fue la noche más negra de mi vida. Enfurecidos por el engaño, me “interrogaron” con más saña que nunca.
Luego de cuatro días de tortura fui conducido a La Paz. Me llevaron a uno de los sótanos del Ministerio del Interior. Allí me torturaron 72 horas ininterrumpidamente, fueron tres individuos cruceños, les decían “el trío oriental”. Los métodos eran similares a los de Oruro, a excepción del “telefonazo”, golpes simultáneos en las orejas con las manos ahuecadas. No comí ni dormí. Cuando me interrogaban me amarraban a una silla y me hacían chorrear por la espalda agua fría, siguiendo la línea de la columna vertebral. Luego me echaban agua caliente. Querían saber los nombres de los integrantes de las columnas o de los enlaces y colaboradores del Ejército de Liberación Nacional. No di un solo nombre. Al cuarto día fui conducido a uno de los pisos superiores del Ministerio del Interior donde se realizaban los “interrogatorios especiales”. En las sesiones podían estar los coroneles Adett Zamora, Rafael Loayza, el Subsecretario del Interior Antonio Elio, los capitanes Luis Mena, Carlos Aranibar, el Mayor Tito Vargas, el Coronel Jorge Cadima, el Jefe de Orden Social, Guido Benavidez, los agentes civiles, Victor Jorge Balbián Rocha y Jorge Yutronic,Javier Moscoso, Eleuterio Vela, Teddy Quiroga, Edgar Aliaga, “Catillo”, Roger Zerdan y Alfredo Rocha, un individuo especialmente despiadado.
En este piso encontré a varios presos políticos. Todos estábamos en las mismas condiciones. La tortura no se reducía al trato que se recibía, sino a ver, escuchar o sentir los tratos propinados a la victima de turno.
Hubo también una mujer. Una anciana. Era la señora Delfina Venterillas, de 67 años que estaba detenida por haber alojado en su casa a guerrilleros. Decían que días antes de la guerrilla de Ñancahuazú, el Che Guevara se había hospedado en su casa. A pesar de todo, la señora Delfina tenía una presencia de ánimo impresionante. Allí también encontré a otros sujetos, recuerdo que se me presentó al Mayor de aviación Jaime Niño de Guzmán, quien me había conocido antes, aunque no precisamente como militante del ELN. Meses atrás me había confiado pasajes desconocidos sobre la muerte de Ernesto Che Guevara, de quien aún guarda una libreta de apuntes y fotografías. Se me acercó despreciativo, con sorna. Me miró y me preguntó: “¿Sabes cómo murió el lorito?”. -”Lo asesinaron”, repuse. “Yo lo tire del helicóptero. Lo mismo voy a hacer contigo”, me contestó. Las celdas del Ministerio del Interior eran de 2 metros de largo por 1 de ancho. Cada día traían más presos, así que a veces colocaban a dos o tres en cada celda. Yo compartí una con Damy Cuentas. Se podía saltar desde una de las pequeñas ventanas de la celda- un cuarto piso- hasta el techo del edificio de las Naciones Unidas. Le dije que no teníamos nada que perder, que nos estaban matando poco a poco. Él se mostró de acuerdo.
Sin embargo, otro fue el desenlace. Cuentas aprovechó su turno de tortura para delatarme. Así consiguió su libertad condicionada. Así, después se convirtió en Agente Civil, y se iniciaría en un nuevo oficio conmigo. La respuesta no se hizo esperar. Vinieron Mena y otros agentes: Mena me dijo: “Así que quisiste fugar. Pues ahora vas a saltar… pero no al patio del frente, vas a caer en este patio…”, me dijo Mena señalándome el patio del Ministerio del Interior. “Conociéndote como eres, todos creerán que te has suicidado”, agregó. Me acercaron a la ventana. Dos agentes hicieron el amago de empujarme. Yo, por mi cuenta, ya me lanzaba al vacío. En esos momentos no me importaba morir. Me agarraron al comprender mi intención.
El capitán Mena se acercó, me cogió del cuello y me arrojó al suelo. “Contigo ya no se puede hacer nada. Tienes tiempo para hablar hasta las seis de la tarde. Si no te decides torturamos a tus familiares delante tuyo”. No me asustó. Sabía que era una bravata, pues ellos no conocían el paradero de mis familiares. Cuando el gobierno peruano solicitó los salvoconductos pertinentes, el gobierno boliviano los negó en un principio argumentando que los asilados teníamos “delitos comunes”. La información salió en los diarios. Al leerla mi madre que desde hace mucho no sabía de mi paradero, sufrió un ataque cardíaco. Murió al día siguiente.
Permanecí en el Ministerio del Interior hasta el 20 de abril. Ese día, junto con otros compañeros de lucha fui trasladado a una casa, cárcel especialmente habilitada. La casa situada en la calle Jaime Sudanés No 1170, en Sopocachi alto. Nos colocaron de a 2, una pareja en un closet de un metro de largo por un metro de ancho, la otra en un compartimiento similar en la planta alta. Nos cerraron con llave. La oscuridad era total. Pese a ello, nuestros custodios resultaron personas humanitarias. Primero empezamos a conversar sin dejar nuestra incomoda posición. Los guardias nos confiaron aspectos de la situación de otros presos políticos. A la conversación se sumaron 2 agentes del Ministerio del Interior. El descanso terminaba con la llegada de los torturadores. En la casa de Sopocachi nos torturaron siempre delante de otros. Todo lo dirigía el capitán Mena, a quien parecía importarle más la tortura que el interrogatorio.
La segunda semana de mayo planeamos otra fuga. Esta se cumplió parcialmente, ya que solo un compañero, actualmente en México, logró ponerse en buen recaudo. Los tres restantes fuimos sorprendidos y reducidos. El castigo fue tal vez el peor de todos, la peor parte de la tortura la recibió un compañero que estuvo a punto de perder un ojo por los golpes. A él le habían frotado virutilla metálica en la cara. Algunos días después me dieron un ultimátum. Si el 20 de mayo no había hablado, me fusilarían. Llegó el día indicado. El plazo se prolongó hasta las 6 a.m. del día 21. A esa hora me preguntó Mena que decisión había tomado. “No”, le dije. En un Jeep me regresaron a la casa de Sopocachi. Me sorprendí, no habían hecho ni el simulacro.
Pasaron cuatro días y recibí otra vez la visita de Mena, Balbián y Cuentas. Nos sacaron a mi y a otro compañero y nos pusieron frente a una pared. Mena nos preguntó si teníamos algo que decir. No contestamos. Procedieron al simulacro. Al final Mena dijo que sería mejor esperar un poco, que
estaba seguro que todavía podía hacer algo por nosotros. No procedieron a nuestro fusilamiento porque todavía nos consideraban valiosas fuentes de información.
Las únicas veces que podíamos conversar entre los presos eran cuando por las noches, nos permitían hacer uso del baño. Durante 4 meses planeamos la que sería nuestra fuga. La disposición de la casa era corriente. Los obstáculos físicos eran fácilmente salvables. El problema se concretaba en el aspecto humano de nuestros custodios, quienes, día a día, nos daban mayores ventajas. Las visitas de los torturadores se hacían cada vez más espaciadas. Todos estábamos de acuerdo en pensar que aquel era evidentemente, síntoma de nuestra inminente ejecución. Uno de los custodios nos dijo esa noche “los van a matar”. “Eso es lo que comentan entre ellos”. La charla continuaba. Nos permitieron dormir un poco. Uno de mis compañeros se recostó en un sillón y fingió un sueño profundo. Dos continuamos conversando. Las metralletas estaban colocadas en una esquina de la habitación. Era nuestra última oportunidad. Nuestro pensamiento era uno solo: aprovechar la providencial situación. El compañero que junto a mi conversaba saltó sobre los guardias, hizo lo mismo el que fingía dormir. Yo me apoderé de las metralletas. “No pueden hacernos esto… nos van a matar”. “Yo voy con ustedes. No me dejen aquí”.
“No me maten háganlo por mis hijos. Los papeles se invirtieron”. A un guardia lo encerramos en un closet, después de amarrarlo. “Salgan carajo”, dije, mientras rastrillaba el arma. Los 2 guardias que desde el primer día solo se habían limitado a custodiarnos, nos acompañaron en el operativo. Primero pensamos buscar refugio en una casa, pero debido a la hora -alrededor de las 7.30 de la mañana- abordamos un taxi y enfilamos a la Embajada del Perú para solicitar asilo. Por las especiales circunstancias irrumpimos en la legación peruana con las armas. No podíamos dar un solo paso en falso. De allí quedamos en espera de los trámites, que, pese a todos los esfuerzos del gobierno boliviano, se cumplieron. Así pudimos llegar a Lima, como es de conocimiento público.”
Lima, 27 de octubre de 1972.
Guillermo Dávalos Vela
Carnet de extranjería No 92963
Publicado en la revista Caretas (Lima-Perú). Ed. 464.

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