LA GUERRA DEL CHACO, UNA GUERRA SIN ODIO NI RENCOR


Foto: 1) Parte del Celebre batallón boliviano 3 pasos al frente. / 2) Soldados bolivianos y paraguayos 
confraternizando ese 14 de junio de 1935.

El 14 de junio de 1935, llegaba al frente de batalla, la orden de alto al fuego. Es el fin de la Guerra del Chaco. Ese memorable día callaban definitivamente las armas, ahora era tiempo de mirarse las caras y reconocerse, Tanto paraguayos como bolivianos aquel día empezaron a reconocerse y paulatinamente mostrarse muestras de cariño y respeto.
Por ejemplo el combatiente paraguayo, Carlos Roberto Amarilla señalaba: “después sobrevino el gran suceso, el gran milagro (…) Fue en ese mediodía memorable que los actores directos de la contienda, asidos del brazo y desbordantes se sincera emotividad, en el mismo escenario de la guerra, rubricaron juntos ante las tumbas de queridos y heroicos camaradas, y sin actas ni documentos protocolares, el pacto del 1 de junio de 1935 con el sello imperecedero de la fraternidad”.
En tanto, Roberto Querejazu Calvo, rememoro detalles de esto en los siguientes términos: “después sobrevino el gran suceso, el gran milagro…” “En uno y en otro frente, los cuerpos se incorporaron sobre el borde de las trincheras y los ojos de paraguayos y bolivianos trataron de descubrirse a través de la maraña. Los oficiales del regimiento boliviano Santa Cruz y las beterías vecinas salieron de sus trincheras y avanzaron por el camino. Simultáneamente salieron de las trincheras paraguayas el comandante y los oficiales del regimiento Toledo. Ambos grupos avanzaron lentamente hasta colocarse frente a frente. Luego de saludarse militarmente se estrecharon las manos. La frialdad de los primeros momentos no tardo en trocarse en franca camaradería. Se comentó la guerra como si hubiese sido en evento deportivo. Grupos de soldados que habían seguido a sus oficiales confraternizaron también entre sí, cambiando escarapelas, cuchillos, bayonetas, prendas de ropa. Se tomaron fotografías…”
Para rematar Querejazu Calvo señala: "Parecía imposible que hasta una hora antes la misión de unos y otros hubiera sido la de acribillarse a balazos a través de la maraña. La comprensión y camaradería surgidas tan espontáneamente donde quiera que se encontraron ex-combatientes bolivianos y paraguayos a partir de ese momento, demostró que había sido una guerra sin odio, entre pueblos que no se conocían''
Por su parte el Cnel. Aquiles Vergara Vicuña, en su libro "Del caldero del Chaco" relata lo que aconteció en el frente: "A las 12,30 aún hay que rechazar una ‘desconcertante ofensiva' militares paraguayos de todas las categorías -según comunican de la línea- tratan impulsivamente de confraternizar con sus camaradas bolivianos.” "Al rato un nuevo despacho telefónico: son los jefes y oficiales de ese sector de la línea que desean saludar a sus oponentes bolivianos. Vuelve a ir una excusa cortés, aunque definitiva…” “'... De la línea llegan noticias pintorescas y hasta cómicas de los cuadros de confraternidad. Ahora, a pesar de las prohibiciones que se imparten, los soldados de ambos ejércitos están en ‘punto de caramelo’, como se dice; deslizándose cuitas, canjeándose impresiones y musitándose al oído promesas de ardiente pacifismo…”
Con más formalidad pero no con menos emoción, los altos jefes de las fuerzas de uno y otro país, el general Enrique Peñaranda y el general José Félix Estigarribia, tuvieron pocas semanas después fungiendo de anfitriones en sus respectivos puestos de comando en el campo encuentros de reconciliación propiciados por la Comisión Militar de Neutrales. Hicieron en ellos francas manifestaciones de concordia e intercambiaron abrazos y obsequios con notable afectuosidad. Dijo Estigarribia: “General Peñaranda: Permitidme que, en nombre del ejército paraguayo, brinde por el ejército de Bolivia, uno de los mayores y más bravos del mundo”. Le respondió Peñaranda así: “Interpreto el sentimiento del ejercito de Bolivia al brindar por el vuestro, que es un ejército de verdaderos hombres, mi general”.
Definitivamente todas estas muestras de cariño y respeto tanto de tropas y oficiales de ambos bandos demostraron que nunca existió el odio entre los dos pueblos, y fue el principio de la hermandad y una larga relación de amistad sincera.
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