Fachada de la iglesia de San Ignacio de Moxos.
Por: José L. Bernabé C. / Altagracia de Orituco, Venezuela.
Es por demás conocido la fama que tuvo Potosí y principalmente su
plata en la colonia, y las primeros años de la vida republicana. Una curiosidad
de la que no tenía conocimiento es que la plata potosina llego a parajes
alejados, y muy difíciles de accesar, tomando en cuenta la época y la inexistencia
de caminos adecuados. Me refiero concretamente a las misiones jesuíticas de
Moxos, actualmente departamento del Beni. Si señores la plata potosina llego a
las misiones de Moxos. Esto prueba la relación aunque mínima, que se tuvo entre
el altiplano y los llanos, actualmente dentro de Bolivia desde la época colonial.
Esto nos lleva afirmar con firmeza que no es del todo cierto como afirman
algunos “historiadorcillos” que sostienen que el altiplano y los llanos nunca
tuvieron relaciones de ningún tipo. Pero no nos salgamos del tema y veamos como
sucedió esto.
TESOROS EN SAN IGNACIO DE MOXOS
Se labró en plata cuanto objeto era menester para el culto
religioso, como frontales, gradillas, urnas, nichos, altares, púlpitos, tronos,
tabernáculos, arcos, custodias, andenes, lámparas, faroles, candelabros, mitras
para los obispos, candeleros, cruces, acetres, cálices, copones, atriles y
otros que se detallan en el museo.
Incluso los sacerdotes de las misiones jesuitas—en San
Ignacio de Moxos, departamento de Beni— adquirían la plata pura, extraída del
Cerro Rico, para elaborar piezas que eran talladas con diseños mojeños.
“Dentro del templo existe un lugar donde tenemos cientos de
obras en plata, somos los custodios más grandes de piezas del arte sacro del
siglo XVII y XVIII”, asegura Juan Francisco Limaica, director del Museo de
Mojos y presidente del Consejo de Salvaguarda Patrimonial de San Ignacio de
Moxos.
La técnica que utilizaron los indígenas de tierras bajas era
el cincelado “a golpe de martillo o cincel”, una técnica de trabajo totalmente
manual que permite obtener textos o figuras en bajo relieve sobre una placa de
metal, que generalmente era la plata.
“Se traía aquí en bruto y aquí se trabajaba con motivos
mojeños”, afirma Juan Francisco. Los objetos están resguardados dentro del
templo misional, que forma parte del museo, y entre vidrios y rejas las piezas
relucen el metal del Cerro Rico, entre otras reliquias donde los indígenas
dejaron plasmada su capacidad artística.
La iglesia está sujetada por 34 columnas de troncos gigantes
de madera mara y palo María, y 12 de almendrillo en la parte externa, en el
atrio, los cuales representan a los 12 apóstoles. La nave central tiene 12
metros de altura. Esa infraestructura fue una fuente de inspiración para los
tallados en el mineral.
OPULENCIA DESMESURADA
Las crónicas que se refieren en el museo indican que las
damas adornaban su vestimenta con detalles de mineral, enchapaban los tacones
de sus zapatos, llevaban peinetas en la cabeza, además de joyas que adornaban
su rostro, delicados broches, hebillas, espuelas y cigarreras.
En tanto, los hombres lucían la plata en las hebillas de sus
zapatos, en las espuelas, los estribos, los ganchos de las capas, empuñaduras
de las espadas, ensilladoras de las bestias y los trajes de danzarines que
también se trabajaban con el metal precioso.
LA PRIMERA CASA DE MONEDA POTOSINA
La primera casa de moneda empezó a funcionar en 1574, estuvo
vigente casi tres siglos, hasta que terminó de construirse la actual Casa
Nacional de Moneda en 1759, la edificación de la monumental obra tardó casi 14
años.
Se calcula que se producían casi 70 millones de dólares anuales
en monedas, “por tanto era una de las más importantes en América”, afirma
Vladimir Cruz Llanos, director de la Casa Nacional de Moneda.
FUENTE
Revista 7 Días / 7-10-17.
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