Por: Álvaro Ríos Laguna y Sergio Andrés Ríos Corvera / Estos
artículos fueron publicados en el matutino El Diario de la Paz el 10 y 13 julio
de 2015.
I
El año 1962 será recordado, entre otros acontecimientos,
porque el 1 de enero Samoa se independiza de los Estados Unidos; el 6 de mayo
se canonizó a Martín de Porres; el 22 de octubre el Presidente de los Estados
Unidos alertó sobre la construcción de bases de lanzamiento de misiles
soviéticos en Cuba y porque en dicho año se estrenó la película “Dr. No”, la
primera de una larga saga de películas de la pluma de Ian Fleming.
Una obra de mayor complejidad e importancia fue la
construcción de la Confederación Perú - Boliviana, países que teniendo un
origen común, se dividieron en Alto Perú y Bajo Perú en 1776, como parte de la
reforma borbónica, cambiando la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas
del Virreinato del Perú al Virreinato de la Plata, como preludio del nacimiento
de dos repúblicas independientes.
Una futura avenencia fue compartida por el Gral. Agustín
Gamarra y el Mariscal Andrés de Santa Cruz, quienes fruto de su servicio
conjunto en la Segunda Compañía de Intermedios en 1823, forjaron una gran
amistad que se mantuvo indemne hasta que el presidente peruano Gral. Luis José
de Obregoso solicitó ayuda al Presidente boliviano, para aplacar el Golpe de
Estado del Gral. Felipe Santiago Salaverry, acuerdo que se materializó el 15 de
junio de 1835.
El 7 de febrero de 1836, con victoria de la Batalla de
Socabaya, mediante el escueto decreto de 28 de octubre de 1836, de tan sólo
tres artículos, se estableció la Confederación Perú – Boliviana, conformada por
los estados Nor – Peruano, Sur – Peruano y Boliviano y, formalmente, con la Ley
Fundamental de la Confederación Perú – Boliviana, del 1 de mayo de 1837.
Esta tentativa integradora fue vista con agrado por el Gral.
Bernardo O’Higgins, tal como lo manifestó en su carta de 20 de diciembre de
1836, remitida al Gral. José de San Martín, manifestando que el Mcal. de Zepita
encarna las virtudes patrióticas y ciudadanas, a la vez que garantiza una
permanente y sólida estabilidad política entre Perú y Bolivia.
Sin embargo, otros vieron en la Confederación Perú –
Boliviana a un enemigo que se debía destruir, tal como el Gral. Agustín
Gamarra, el Gral. Juan Manuel de Rosas y Diego Portales.
En efecto, debido a apetitos personales el Gral. Gamarra y
el Gral. Ramón Castilla, bajo los auspicios del gobierno transandino, formaron
una tropa que se denominó “Ejército Restaurador”, mientras que el Gral. Rosas
tenía un encono personal en contra del Mariscal de Zepita, debido a la decisión
de Tarija de formar parte de Bolivia, así como por su apoyo a favor del Partido
Unitario; mientras que Diego Portales vislumbraba que la Confederación
Perú-Boliviana afectaría la gravitación chilena en el océano Pacífico, en
especial los ingresos del puerto de Valparaíso que se habían triplicado desde
1831 a 1835.
La posición de Portales influyó en alto grado dentro de las
élites trasandinas, tanto que éstas suscribieron un préstamo secreto con su
Estado para adquirir barcos de guerra e iniciar una campaña bélica contra la
Confederación.
A lo anterior, se debe agregar el fallido intento del Gral.
Ramón Freire de derrocar al gobierno de José Joaquín Prieto en 1837, quien
partió desde el Perú hacia Chile en dos buques, el “Obregoso” y el
“Monteagudo”, y cuando la sublevación fue aplacada se acusó al Mariscal de
Zepita de ser el promotor de la misma, por lo que, en represalia, los chilenos
desembarcaron en el puerto del Callao y tomaron tres barcos de la
Confederación.
Un hecho que suele pasar desapercibido radica en la
intervención del Gobierno británico, el cual promovió una reunión entre el líder
de la invasión chilena y el Presidente de la Confederación, y propusieron a
Chile que no apresaría más barcos peruanos y se quedaría con los tres que había
confiscado sólo hasta que se solucionasen las cuestiones pendientes, mientras
que la Confederación mantendría bajo vigilancia a los exiliados y no tomaría
represalias por los barcos confiscados. El documento fue aceptado por la
Confederación, pero fue rechazado por Chile, al igual que, más tarde, serían
rechazadas las propuestas de arbitraje de Gran Bretaña, Francia y los Estados
Unidos.
Retomando la película “Dr. No”, este libro del escritor Ian
Fleming muestra el lado frío de los agentes secretos al servicio de Su
Majestad, quienes se mueven con mucha sutileza para alcanzar sus objetivos.
II
El año 1979 será recordado, entre otros acontecimientos,
porque el 3 de abril se celebraron las primeras elecciones municipales
democráticas después de la dictadura franquista; el 4 de mayo Margaret Tatcher
fue elegida como Primera Ministra del Reino Unido; el 4 de julio Joe Clark juró
como Primer Ministro de Canadá y porque en dicho año se estrenó la película
“Kramer contra Kramer”, el drama de un padre y su hijo, quienes luego de ser
abandonados por la madre, deben enfrentar un angustioso proceso judicial.
En una anterior nota nos referimos a las amenazas que tuvo
que sortear la Confederación Perú-Boliviana, en efecto, el 9 de mayo de 1837 la
Confederación Argentina declaró la guerra a la Confederación Perú-Boliviana,
luego de algunas victorias australes, el ejército nacional, al mando del Gral.
Otto Philipp Braun, logró imponerse a las huestes del Gral. Alejandro Heredia
en Iruya y al regimiento del Gral. Gregorio Paz en Montenegro, éste último
luego de 20 días de penosa marcha, en los cuales el ejército nacional venció a
las fuerzas invasoras y tomaron las provincias de Salta y Tucumán, a partir de
entonces el Gral. Baun sería conocido como el Mariscal de Montenegro.
Un hecho que pasa inadvertido son los motivos por los cuales
Diego Portales se oponía a la Confederación, los cuales los expuso con claridad
en la carta de 10 de septiembre de 1836 dirigida al Almirante Blanco Encalada,
en la cual argumenta que, a fin de evitar la mayor gravitación de la
Confederación en la región debido a que, entre otros, tenía un mayor número de
gente ilustrada de raza blanca en relación con Chile, ésta debía disolverse de
manera definitiva.
El 30 de octubre de 1836, el embajador plenipotenciario de
Chile, Mariano Engaña, llegó al puerto del Callao acompañado del Almirante
Blanco Encalada y cinco naves de guerra solicitando, entre otros puntos, la
separación de la Confederación, petición que no fue aceptada, lo que provocó la
declaratoria de guerra a la Confederación de 28 de diciembre de 1836.
El Almirante Blanco Encalada bloqueó el puerto del Callao,
llegando a producirse escaramuzas esporádicas, desde el 21 de enero de 1837, en
la que se destaca la entrega de la corbeta Libertad a la Comandancia General de
la Marina de Chile.
El 27 de septiembre de 1837, las tropas invasoras tomaron el
puerto de Cobija y el 14 de noviembre del mismo año ocuparon Arequipa, mientras
que el Mcal. de Zepita ocupó Paucarpata.
El Gral. Francisco Burdett O’Connor hace hincapié en otro
hecho poco conocido, fue la propuesta formulada por el Almirante Blanco Encalada
al Mcal. Andrés de Santa Cruz, en sentido que cada ejército eligiera a cien
hombres para entrarar en combate en Paucarpata y se decidiera la suerte del
mismo.
Derrotado ante la superioridad del ejército Confederado, el
17 de noviembre se firmó el Tratado de Paucarpata, por el cual todo el ejército
chileno, incluido su material bélico retornó al país invasor a cambio que se
imponga la paz entre ambos países. Dicho Tratado provocó la ira de las
autoridades chilenas quienes desconocieron el mismo mediante Decreto, asimismo,
levantaron cargos contra el Almirante Blanco Encalada y el Coronel Antonio
Irisarri.
En consecuencia Chile envió a la segunda expedición
restauradora, al mando del Gral. Manuel Bulnes Prieto (sobrino del presidente
chileno Gral. José Joaquín Prieto), quienes tomaron Lima el 8 de noviembre de
1838 y, en su retirada, llegaron a tomar posesión en Yungay. El 20 de enero de
1839, tendría lugar la “Batalla de Yungay”, donde el Ejército Unido
Restaurador, de mayor número, se impuso al Ejército de la Confederación, a
pesar de los esfuerzos del Mcal. de Zepita, el General Ramón Herrera y el
Coronel Manuel Isidoro Belzu, entre otros.
La historia poco refiere al encuentro del Gral. Manuel
Rodríguez Magariños (del Ejército Confederado) con el Gral. Agustín Gamarra
(del Ejército Restaurador) en forma previa a la “Batalla de Yungay”, aunque
recoge las palabras del Mcal. de Zepita referida a una insigne traición.
Esperemos que la historia pueda cubrir con un piadoso
olvido, la equivocada carta del Canciller boliviano José María Urcullo enviada
al Gral. Manuel Bulnes, en la cual declara que Bolivia ha recibido con alegría
los sucesos.
Retomando la película “Kramer contra Kramer”, ésta mostrará
la evolución del lazo entre padre e hijo, desde una relación distante hacia un
vínculo profundo e indestructible.
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