LAS ÚLTIMAS HORAS DEL SACERDOTE ESPAÑOL LUIS ESPINAL CAMPS, ASESINADO POR ÓRDENES DEL "SINDICATO DE CORONELES"

Este artículo fue publicado originalmente en: http://www.bolpress.net/art.php?Cod=2002064529

Relatos de la última dictadura, La pasión de Luis Espinal Camps - Antonio Arguedas Mendieta.
En este artículo, el ex ministro de Gobierno Antonio Arguedas Mendieta traza las últimas horas del sacerdote español asesinado por órdenes del "sindicato de coroneles" que protagonizaría la sanguinaria dictadura del 17 de julio de 1980.
Mientras en la ciudad de Cochabamba, en la Escuela Superior de Guerra, bajo la supervisión de asesores del Ejército Argentino, se estudiaban uno por uno, todos los detalles para la toma del poder y una eventual guerra civil, un grupo de agentes civiles del Servicio de Inteligencia Militar a órdenes del Mayor Javier Lince Hinojosa, estaban dando los primeros pasos para cometer uno de los crímenes políticos, más horrendos de la historia de Bolivia.
-Buenos días, mi coronel, aquí Lince.
-Buenos días, novedades.
-Nada Lucho, ese cura tiene pacto con el diablo, ya se nos ha escurrido tres veces. Por suerte parece que no sospecha nada. Sigue tranquilo su rutina.
Estamos actuando con mucha inteligencia y calma para asegurar e! éxito.
-Hechos y no palabras. Quiero que cante su última misa.
-Es su orden, mi coronel.
Lo primero que sintió e! preso al recobrar el conocimiento, fue una sensación de frío intenso y agudo dolor en el costado. Un chorro caliente le bañaba la cabeza y el rostro; cuando rozó los labios con la lengua, percibió la repugnante salinidad de la orina. Uno de sus captores, para reanimarlo, estaba crinándole en plena cara. El insufrible dolor que le producía un fuerte tirón de sus cabellos, le hizo comprender que sus secuestradores trataban de ponerlo en pie. Hizo un gran esfuerzo para incorporarse; pero sus músculos, ya no obedecían a su voluntad.
Abrió los ojos y vio dos hileras de cuartos de res que pendían de sendos ganchos de hierro, colgados de rieles paralelas.
-Cura degenerado, se acabaron los golpes, ahora empieza la técnica. Es tu última oportunidad de morir sin mayor sufrimiento, dime ¿quiénes están buscando informaciones sobre la pichicata?- pregunto el Comisario Moscoso.
El prisionero con voz entrecortada respondió:
Todos, todos los bolivianos. Todos los periodistas.
Todo el mundo quiere saber la verdad...
-¡Nombres, carajo! Si tu sabes que son todos, de esos todos, danos diez, cinco, dos nombres...
Queremos los nombres de esos traidores que llevan los nombres a tu pasquín.. Comienza, di un nombre o te reviento los huevos.
-No soy delator. Analizo el grado de credibilidad de la noticia, verifico algunos datos y recién permito que se publique.
El petizo Ramírez, poniéndose de cuclillas junto al cautivo, con voz engolada comenzó a decir:
-Sepa usted que soy muy sagaz. Acaba de decir que verifica algunos datos, bien ¿cuáles de esos datos ha verificado usted?.
-Bueno, personalmente he visto entrar dos grandes camiones con coca al regimiento que está en Guabirá, tengo las fotografías, los fardos de coca no están siquiera cubiertos con una carpa. Cuando cargaron la coca en Montero, se les tomó las fotos, hay sargentos, soldados y chóferes. Tengo también fotografías tomadas en Coripata, en Unduavi, en la tranca de El Alto, a su paso por Cochabamba y Santa Cruz en la carretera al norte, era un convoy de cinco "caimanes", camiones militares, estaba conducido por un coronel y dos oficiales. Por todo iban quince militares uniformados,
-¿Puede usted entregarnos todas esas fotos y decimos quién las ha tomado?.
-SÍ. Sí, esas fotos van a ser utilizadas para que el Ejército investigue quienes son esos militares y para que llevaron esa coca. Yo no puedo revelar quién me las ha facilitado.
Tomy Moscoso, Chato Ramírez y el Capitán Montano, dejaron al preso bajo custodia de los Tórrez, y se dirigieron a la administración del Matadero, para hablar por teléfono.
-Lucho, aquí Lince. Dice que hay fotos desde Coripata hasta Santa Cruz; hay también otras metiendo coca al Manchego, No quiere dar nombres, está muy Jodido pero no quiere dar ni siquiera un nombre.
-Eso del Manchego y los "caimanes" no es nuestro negocio, no nos importa. Hay que tratar de exprimirlo una hora más. Utilicen la técnica. Hay que tirarlo antes de las cinco. Déjame descansar; me llamas mañana a las nueve. Cuidado, no hagan nada más.
Fingiendo aprovechar la ausencia de los torturadores, Melquíades Tórrez Videla, dirigiéndose al sacerdote prisionero, casi susurrándole al oído le dijo:
-Padrecito, por caridad hable, diga todo lo que sabe, todavía no le han hecho casi nada, sólo unos golpecitos. Yo estoy más asustado que usted por su vida. Soy devoto de la Virgen de Copacabana, tres veces he ido a píe hasta el santuario, haga usted algo, hable, diga aunque sea algunas mentiras, si a usted no le importa su vida, piense en nuestras almas. Nosotros no estamos de acuerdo con tratar así a un padre, pero son órdenes superiores.
-Hijo, me estoy muriendo, puedes darme un poco de agua.
-Imposible padrecito, hable usted y le vamos a dar todo. Vamos a llevarle a una clínica para que le curen. Déjenos descansar y descanse usted. Hable, hable por favor... Ya vienen los jefes...
Moscoso volvió a hablar:
-Diga usted infeliz, no nos interesan sus fotos, necesitamos nombres, nombres y direcciones, datos precisos, hable rápido. ¿Quiénes tomaron las fotos?.
-No sé.
-¿Quién se las entregó a usted?.
-No le voy a decir.
Moscoso fuera de sí, después de aplicar un violento puntapié al cuerpo del sacerdote, ordenó:
-Jaime, métanle corriente hasta que se le incendien los huevos, tiene que hablar,
El preso sintió su cuerpo atravesado por miles de agujas. El frío se transformó instantáneamente en calor. Todos sus sentidos se confundieron. No podía darse cuenta sí de su resaca garganta salían gritos o gemidos, si brotaba sangre o baba. Después de un prolongado vacio, lentamente fue percibiendo el mini mundo que le rodeaba... Otra vez el frío y el dolor. Los interrogantes rostros de Jaime y Melquíades.
Ramírez volvió a preguntar:
-Curita comenzó con un nombre, con el de tú espía, en el que tengas menos confianza, de ese cara de indio, de ese gordito. Ellos no aguantarían ni cinco minutos y hablarían todo. Para qué vas a seguir ocultando, tu sabes que mañana le agarramos a la Lupe, encima que nos va a contar todo, vamos a tener chola gratis por unos cuantos días. Nosotros somos dioses, hacemos milagros, podemos hacer hablar a los mudos, ver a los ciegos, oír a los sordos. Esos seis mil voltios de la picana, son capaces de hacer cantar a los muertos. Mírala viejo, es industria argentina.
-¿Le parece normal torturar a un hombre?. ¿No piensa usted en su futuro, en sus hijos, en su alma?,
-¡Nada de sermones carajo! Tengo otros métodos para hacer hablar. Quiero nombres.
-¡Nombres cura cabrón! Nombres...
El preso perdió el sentido, sus músculos se relajaron y su respiración apenas podía sentirse.
Ramírez dirigiéndose a Tórrez dijo:
-Se esta haciendo el desmayado este hijo de puta, dale otro toque con la picana.
El cuerpo del sacerdote se contrajo como un resorte y se estiro violentamente. Un chorro de sangre le brotó por las fosas nasales.
-Está perdido, no va a hablar el desgraciado.
Quédate un rato, voy a dar parte al jefe- dijo Ramírez, a tiempo que guardaba en un estuche un juego de pinzas y la picana eléctrica.
Volvió a reinar el silencio en el helado galpón del matadero. Cuando recuperó el sentido el prisionero advirtió la imagen del mayor Hinojosa, que con un cigarrillo en los labios hablaba;
-Padre, créame que siento todo lo que le pasa. Yo no sé como ha sido sorprendido por los extremistas para aceptarles dirigir un pasquín que calumnia a las Fuerzas Armadas. Las informaciones que le han dado no han sido confesiones ante un sacerdote. No violaría usted ninguna norma ética, moral ni la santidad de su magisterio, indicándonos quienes le han facilitado las informaciones para tal o cual publicación. Por última vez, padre, le ofrezco la vida, voy a pedir a mis superiores que le permitan salir del país, una vez que restablezca usted su salud.
Quiero que me haga usted un favor, soy soldado y debo cumplir las órdenes que recibo, dígame ¿quiénes están investigando la presunta participación de algunos jefes militares en el narcotráfico?.
El prisionero no respondió. Su respiración se cortaba por instantes bruscamente, agonizaba...
El mayor Javier Hinojosa, miró su reloj. Observó atentamente al cuerpo que tenía a sus pies y ordenó;
-Súbanlo al Jeep. Nos venció la hora.
Moscoso, Ramírez y los Tórrez, cogieron por las extremidades el cuerpo del prisionero y lo depositaron en la parte trasera del jeep,
Hinojosa, volvió a ordenar:
-Tórrez, gracias por su matadero. Cuide usted que no quede ninguna huella para cuando llegue su personal.
-Mi mayor, por favor, que se quedé mi Capitán Montano. Muchas veces hemos pasado chupando toda la noche en la Administración y el personal está acostumbrado a vernos...
-Bien Tito, si quieres quédate. La misión está cumplida y solamente hace falta botar la basura. Chau. No chupen. ¡Cuidado!.
El jeep se detuvo al borde la polvorienta carretera.
Tórrez y Moscoso sacaron el cuerpo agonizante y lo arrojaron a la cuneta. Ramírez informó:
-Está todavía vivo mi Mayor.
-Remátalo rápido carajo.
-Tommy, verifique si ya esta tieso ese cura.
-Muerto Jefe.
-Por si acaso métele dos o tres tiros de gracia.
-Listo, jefe.
-Súbanlo, yo conozco bien estos cerros, vamos a botarlo más arriba.
Desde las alturas de Achachicala, la ciudad parecía cubrirse con un tenue velo que opacaba las luces, como queriendo ocultarse de la mirada de los asesinos. Hinojosa, frenó el Jeep y dirigiéndose a sus hombres dijo:
-Muy bien muchachos, los felicito. Que sea la última vez que se habla de esto. Por ningún motivo nadie debe decir nunca más una sola palabra. Mejor no recordar nada. Hemos servido a la patria y con eso
basta. Melquíades, bájese y búsquelo a Auza, nos
hemos olvidado de ese borracho. Usted y él deben estar a las ocho y media en el cuartel. Hasta luego.
A las 9 de la mañana, el Coronel Luis Arce Gómez, recibió el parte militar correspondiente del operativo realizado durante la noche, El grupo Alfa, había secuestrado, torturado y asesinado al sacerdote
jesuíta y periodista Luis Espinal Camps, director del seminario Aquí. No obtuvieron las informaciones que buscaban. La víctima llevaba en el momento de su secuestro documentos sin valor alguno, sus breves apuntes personales en su libreta, no dieron pautas para nuevas detenciones. El caso, aparentemente quedaba cerrado.
Cuando el mayor Hinojosa le explicó al asesor argentino, Coronel Julio César Durand, el desarrollo de todo el operativo, demostró gran complacencia y felicitó al jefe del grupo de tareas, comentando que dictaría una conferencia, para que los jefes del Estado Mayor, asimilen algunas enseñanzas.
El Sindicato de Coroneles, recibió la noticia con satisfacción. Si no se podían ocultar los hechos, había que aterrorizar para que nadie hablara. La operación era una victoria psicológica sobre el enemigo interno. Nadie osaría mellar el "prestigio" de las Fuerzas Armadas. Se impondría el silencio. El camino al poder estaba despejado para los ahijados. Nada ni nadie podía detenerlos.
Víctor Chumacero era Antonio Arguedas Mendieta
Ramiro Julio Crespo
El relato dramático sobre la tortura y asesinato perpetrado sobre el sacerdote Jesuita Luis Espinal Camps, en el anochecer del 23 de marzo de 1980, por elementos que posteriormente darían lugar a la dictadura que emergería el 17 de julio de ese año, fue originalmente publicado en el suplemento Facetas del matutino Los Tiempos a mediados de los años 80, sólo que en esa oportunidad se omitió el nombre del verdadero autor que no es otro que el doctor Antonio Arguedas Mendieta, el polémico ex ministro de Gobierno del régimen del general René Barrientos Ortuño y quien entregaría al gobierno cubano el diario del mitológico guerrillero Ernesto Che Guevara para su difusión universal. Arguedas, utilizando el pseudónimo del investigador Víctor R. Chumacero no sólo publicaría la estremecera crónica sobre el crímen del sacerdote jesuita, uno de los verdaderos mártires de la democracia boliviana sino que investigó prolijamente en diversos trabajos -presentados siempre en Facetas, bajo el citado pseudónimo- a los actores de la aventura militar y e! fenómeno del narcotráfico que como nunca despuntó en Bolivia en los años 80, constituyéndose, primero, en !a fuente primaria de los sangrientos golpes de Estado, y después en la fuente de enriquecimiento ilícito de policías y civiles cuando el país retomó a la institucionalidad democrática.
El presente trabajo constituye un fragmento del libro Antonio Arguedas: Retrato de un Rebelde que será publicado a mediados de año y dónde conjuntamente al ofrecer su biografía y otros trabajos de investigación inéditos del propio Arguedas, se analizará también las causas de su misteriosa muerte, acaecida e! 22 de febrero del 2000, cuando el ex ministro se aprestaba a hacer sensacionales revelaciones sobre el Plan Cóndor, la hipercorrupción que aniquila todos los segmentos de la vida nacional y tenía finalizada una novela sobre el narcotráfico boliviano.

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