TESTIMONIO DE GRACIELA AGUILERA SEQUEIRA Y SUS VIVENCIAS EN LA DICTADURA DE BANZER

Fuente: Libres!: testimonio de mujeres víctimas de las dictaduras. Escrito por: Carmen Murillo del Castillo, Lourdes Koya Cuenca, Miriam Rodríguez Sánchez. - Plural editores, 2010.

Mi nombre es Graciela Aguilera Sequeira, nací el 2 de julio de 1954. Tengo dos hermanos, uno mayor y otro menor de doce años, de nombre Rolando. No conocí a mi padre. Mi madre dijo que murió en una revuelta del primer gobierno de Paz Estenssoro. De esa manera nos crio ella, de acuerdo  a sus posibilidades. Mi hermano mayor, de nombre Juan de Dios Aguilera Sequeira, también se hizo cargo de nosotros. Según nos cuenta, se ganó una beca para estudiar en la Escuela Industrial Pedro Domingo Murillo y parte del dinero que recibía se lo daba a mi madre para sustentar un poco nuestros estudios y alimentación.
Toda esta situación de privaciones y sufrimientos en su familia hozo que él se volviera rebelde por la injusticia que reinaba en nuestro país y decidió integrarse al Partido Comunista de Bolivia, para luchar por la igualdad y la justicia.
Cuando yo estaba en la secundaria se hizo un gran dirigente viendo su ejemplo quise seguir sus pasos y me inscribí en la Juventud Comunista de Bolivia y también empecé la lucha, mientras seguí estudiando en el Liceo de Señoritas Venezuela. Trabaje y me prepare para llegar a un buen lugar dentro de la organización de la JCB.
Llegó el golpe de estado fascista del Coronel Banzer y empezó la tragedia en mi familia. Mi mama se enfermó, le diagnosticaron cáncer. Tuvimos que llevarla a la ciudad de Sucre, ya que solo en esta ciudad podría recibir su tratamiento de cobaltoterapia y poder mejorarse. Mientras esto sucedía, las huestes de Banzer empezaron a perseguir a mi hermano Juan de Dios. Tuvo que entrar en la clandestinidad y salió al exilio después de haber sido detenido en 1974. A los 16 años de edad, me encontré sola cuidando a mi madre y a mi hermano menor pasando todo tipo de dificultades y privaciones.
A principios de noviembre de 1972 en la madrugada, los paramilitares de la dictadura allanaron mi casa buscando a mi hermano Juan de Dios. Entraron destrozando todo lo que podían, agredieron a mi madre y a mi hermano menor; al no encontrar lo que buscaban, decidieron llevarme a mí. Mi madre no se separó de mi lado; hasta la fecha no logro olvidar ese día tan terrible que nos tocó vivir. Me condujeron al Ministerio del Interior, antes de ingresar, despacharon a mi casa a mi madre. Sin mi madre a mi lado me sentí asustada y presentía que algo malo iba a sucederme y para mi mala suerte encontraron con propaganda del Partido.
Me encantaron en un cuarto. Apareció un tira llamado El Coco. Me dio un sopapo con tal fuerza que me dejo tendida en el suelo. Al día siguiente trajeron al cuarto como detenida política a mi camarada Norma Antequera, quien estaba esperando familia y con señales de haber sido torturada.
Después de cuatro días de detenida, me dejaron en libertad. Volví a mi vida de estudiante y a tiempo para dar mis exámenes de gimnasia, vestida de mandil y short, estaba por la calle Jenaro Sanjinés. Aparecieron dos agentes del gobierno: el tal Coco y otro de apellido Cuenca. Me detuvieron y me trasladaron otra vez en un vehículo al Ministerio del Interior, encerrándome por segunda vez en una pequeña habitación. Después de tres días me llevaron a otra habitación donde me encontré con otra detenida política, de mi misma edad y que era mi amiga: Rosangela Choque.
Un día un militar de apellido Mena y el paramilitar Alex Cuenca me condujeron al despacho del Ministro Adett Zamora. Me interrogaron sobre el paradero de mi hermano Juan de Dios amenazándome con todo tipo de represalias y palabras soeces, si no se lo decía. Seguramente se dieron cuenta que de verdad no lo sabía. ME volvieron a incomunicar en una habitación. Al poco tiempo me indicaron que mi camarada Rosangela quería comunicarse conmigo y nos dejaron en una habitación a las dos solas, donde ambas nos consolábamos de la triste situación que estábamos viviendo. Al principio, no me di cuenta de que la charla que entablamos con mi camarada estaba siendo grabada con un aparato semiculto; al percatarme de la situación destroce la cinta de la grabadora.
De este incidente se enteró el Jefe de Inteligencia del Ministerio, el coronel Loayza, quien con toda saña me pego brutalmente. Posteriormente me condujeron al edificio donde funcionaba la Dirección de Orden Político (DOP) donde me encontré con muchas mujeres detenidas. Entre ella estaban Hilda Saavedra, María Antonieta del Carpio, Loyola Guzmán, Judit Muñoz y otras más muchas de ellas con marcas en sus cuerpos por haber sufrido tortura.
Pase cinco días en esta habitación, donde continuaban llegando más mujeres. ME trasladaron a Achocalla, una cárcel de mujeres donde conocí a varias, todas detenidas por razones políticas, como ser: Mira Castrillo, Teresa Muñoz, Delfina Burgoa, las tres hermanas Koya, María Victoria Fernández, Ana Urquieta, Carmen Murillo, Vicenta Guzmán y muchas otras compañeras.
En la celda donde estuve recluida, al principio las compañeras no se llevaban bien por sus distintas posiciones ideológicas. A excepción mía, todas eran compañeras mayores con buena formación política. Pero con el pasar del tiempo todas nos acostumbramos a vivir respetándonos, llegando a compartir nuestro encierro con solidaridad y valentía. Después de estar mucho tiempo en la cárcel, Salí en libertad, por la amnistía que logro para varias compañeras el Dr. Adolfo Siles Salinas. Pero, antes de dejarme en libertad me condujeron otra vez al Ministerio del Interior donde me obligaron a firmar un documento, en el que me comprometí a  no asistir a reuniones políticas ni sindicales ni a andar en grupos, para ellos, sospechosos. Además debía presentarme cada cierto tiempo, durante dos años, a firmar un libro de control.
Ya en libertad e fue imposible reintegrarme a mi antiguo colegio, ya que la situación iba a ser la misma. Mi familia estaba en peores condiciones que antes, por lo que tuve que trabajar para ayudar y poder sobrevivir. Termine la secundaria en el colegio Daniel Sánchez Bustamante.
Cuando cumplí 20 años mi madre murió. Quede sola al cuidado de mi hermano menor. Mi vida cambió radicalmente: no solo tuve que enfrentar problemas económicos sino también psicológicos, consecuencia de la terrible experiencia que pase, que me marco para siempre dejando secuelas que incidieron en mi vida adulta.

Graciela Aguilera Sequeira.  
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