Por: Tomás Molina Céspedes/ La Razón, 22 de abril de 2013.
A 61 años de la Revolución de Abril, es tiempo de bosquejar el semblante de su
principal líder. La figura de Víctor Paz Estenssoro, cuatro veces Presidente de
la República, representa para el pueblo boliviano, tanto la revolución como la
contrarrevolución; abril de 1952 y agosto de 1985; la nacionalización y la
privatización; la esperanza y la frustración.
En el transcurso de su larga vida política, Paz Estenssoro nunca sostuvo ni
defendió con fidelidad una misma ideología, siendo más bien su conducta
contradictoria y acomodaticia según las circunstancias. Bajo la etiqueta de
“nacionalista revolucionario” pasó de un extremo ideológico a otro, renegando o
borrando en una presidencia lo que hizo en otra. Pasó sin sonrojarse ni dar
explicaciones del nazismo, que sustentaba en 1941, al filocomunismo de abril de
1952; y de éste al anticomunismo cerrado de 1964; luego apareció vestido de
filofascista a lado de Banzer en 1971, para finalmente enarbolar e inaugurar el
neoliberalismo en Bolivia con el Decreto 21060 en 1985. Esta política siempre
cambiante, utilitarista y dubitativa causó mucho daño al país, que en manos de
Paz Estenssoro se convirtió en un conejillo de indias, con el que experimentó
cruel e irresponsablemente, hasta convertir a Bolivia en el país más pobre y
desorganizado de Sudamérica, país mendigo y uno de los más atrasados del
planeta.
En su vida personal también fue contradictorio. Fue abogado de Patiño y luego
enemigo de Patiño. Enemigo de la burguesía y luego partero de una nueva
burguesía. Reconociendo esta conducta incongruente, oportunista y letal, su más
cercano discípulo y biógrafo, Guillermo Bedregal, dice: “A Paz Estenssoro no se
lo puede explicar, sino en medio de la contradicción…, es de la izquierda
revolucionaria y es también, dialécticamente, el hombre que busca la salida
natural hacia la democracia pluralista y participativa por el conducto de la
institución castrense…”, justificando de esta manera la alianza tanto de él como
de su jefe con gobiernos militares dictatoriales.
La obsesión permanente de Paz Estenssoro fue el poder, al que cínicamente
llamaba “maravilloso instrumento”, en cuya búsqueda y retención no desechó
medio alguno para alcanzarlo o conservarlo. A lo único que fue leal fue al
poder que lo retuvo aún a costa de destruir la unidad de su partido y al país.
Se sirvió de sus compañeros de partido, y cuando ya no los necesitaba o le
hacían bulto, los desechaba. Para llegar a la presidencia, retenerla o reconquistarla,
Paz Estenssoro candidateó ocho veces, siendo el político boliviano que más
veces participó en elecciones presidenciales, seguido de Banzer, con seis
postulaciones.
Ciertamente el poder era la obsesión de Víctor Paz Estenssoro. Con tal de
conservar el poder permitía y fomentaba la corrupción de sus allegados más
obsecuentes. Se hacía de la vista gorda con tal de mantenerlos leales a su
persona y seguir siendo El Jefe, el dueño del poder. Es así que sin conocer los
idiomas nativos y, desde luego, sin haber resuelto el estigma ominoso del
analfabetismo, acumuló un poder que jamás tuvo Presidente alguno en Bolivia.
Paz Estenssoro, en su larga lucha política, antes y después de 1952, a
diferencia de la mayor parte de sus compañeros, nunca estuvo preso ni fue
torturado. No conoció la cárcel ni los centros de tortura. Durante las jornadas
de abril de 1952, mientras el pueblo luchaba y moría en las calles, estuvo en
su exilio dorado de Buenos Aires, viviendo a costa de Perón. Los combatientes,
los verdaderos revolucionarios, le entregaron el poder en bandeja. A Paz
Estenssoro, dice Augusto Guzmán, “su pueblo lo amó, lo temió y lo odió”.
Crudo y real, pocos se animan a describir a Paz Estensoro con una visión tan objetiva de lo que fue.
ResponderEliminarLlamar contrarrevolución al decreto de 1985 ya demuestra de que equipo es Tomás Molina, en 1985 Paz Estenssoro salvo al país de la peor crisis que vivió Bolivia, Paz Estenssoro fue un pragmático, fácil es criticar y difícil es encontrar soluciones.
ResponderEliminar