FOTOGRAFÍA DEL CONJUNTO DEL
CEMENTERIO PÚBLICO DE COCHABAMBA, HACIA 1912- 1920, ILUSTRANDO LAS
INMEDIACIONES DE LA ZONA JAIHUAYCO Y LA OCUPACIÓN TODAVÍA INCIPIENTE DEL CAMPO
SANTO. / FOTO: COLECCIÓN RODOLFO TORRICO ZAMUDIO. - OPINIÓN.
Nota publicada en Opinión, 1 de Noviembre de 2012.
ndad a causa de la sequía que derivó en la carestía general de alimentos hasta el límite de haberse propagado la hambruna generalizada en todo el departamento y las provincias, agravada por la simultánea aparición de la epidemia, inicialmente de la fiebre intermitente o“ terciana” y después de fiebre tifoidea. Esta desproporcionada demanda de sitios de enterramiento que alcanzó a la cifra de 2.873 en el año 1878 y 2.673 en el año 1879, motivó la ampliación de un “tercer cementerio”, cuyo crecimiento se realizó sobre los terrenos colindantes, cedidos gratuitamente por los señores José María Quiroga y Manuel Ascensión Torres, donde se separó un área diferenciada para el enterratorio de los disidentes de la religión católica.
Superada esta crisis, en el año 1880, disminuyó la
mortandad y las inhumaciones se redujeron a 799, cifra que estaba dentro del
promedio anual de enterramientos normales. En esta condición de regularidad se
realizaron trabajos de mejoramiento con la construcción de nuevos nichos,
corredores de protección de los bloques y la primera fachada del cementerio,
realizada por el munícipe señor Modesto Lavayén, obra sobre cuyas
características cuentan con mayor información; no obstante una posterior
fotografía de Rodolfo Torrico Z. nos presenta la invalorable imagen del frente
del Cementerio Público, probablemente tomada entre 1912 y 1920, en la cual se
observa un muro perimetral de media altura con sobrecimiento de piedra y remate
de adobe, el cual en el sector del ingreso principal sufre un retroceso de
algunos metros hacia el interior para jerarquizar la entrada que está
conformada por un muro de mayor altura, alrededor de 6 a 8 metros, en cuya
parte media se ubica la puerta principal ornamentada a la manera de una capilla
o iglesia renacentista, es decir con una puerta de arco de medio punto,
escasamente decorada con relieves simples en ambos paramentos laterales y con
el remate superior con la forma de un pequeño frontón triangular. Esta misma
fotografía, tomada seguramente en la fiesta de difuntos, documenta para esta
época, el contexto urbano de la zona de Jaihuayco, los toldos de la fiestas de
difuntos, la capilla de planta semicircular rematada con una pequeña cúpula, la
todavía incipiente ocupación del campo santo y la escasa vegetación con la que
contaba.
En agosto de 1881, el Municipio construye un
monumento funerario para el Dr. Lucas Mendoza de La Tapia, al cual se lo
traslada con grandes ceremonias del nicho al nuevo mausoleo, como homenaje al
talento y virtudes de este hombre público, sin producirse después de esta
intervención ninguna otra obra importante, continuando los siguientes años una
temporada de funcionamiento rutinario, hasta el 12 de septiembre de 1889, fecha
en que se aprobó modificaciones al Reglamento del Cementerio manteniendo la
anterior estructura de organización administrativa y de distribución de las
áreas de enterramiento, que en este año se habían incrementado
significativamente a la elevada cifra de 1780.
En julio de 1892 ante la sostenida demanda de
sitios para enterramientos, edificación de mausoleos y resultado de una
especial visita al lugar realizada por los concejales, para adjudicar un lugar
para el mausoleo de la familia de Ubaldo Anze, al observar la incipiente
organización del cementerio, pese a la existencia de un plano de organización
de los sitios realizado un año antes por el ingeniero municipal, reiteran la
orden a dicho funcionario municipal para que elabore un nuevo plano, el cual,
según el informe de gestión fue aprobado ese mismo año de 1892 “para acomodar
mausoleos de familia que embelleciendo el lugar no desdiga de los crecientes
progresos” que allí se hacía. En ese mismo informe, se comunicaba la resolución
tomada por el H. Concejo para reservar una zona destinada a la erección de
monumentos en memoria de ciudadanos esclarecidos que hayan prestado servicios
importantes al país por cuenta del municipio, sugiriendo que el plano
recientemente aprobado sea mejorado para su perfeccionamiento y asimismo se
adquiera un nuevo carro fúnebre por el estado de deterioro del que en ese
momento se utilizaba.
En medio de este emprendimiento que pretendía
mejorar las bases técnicas y administrativas del campo santo, se designa en septiembre
de 1894 como ingeniero municipal al arquitecto Nicolás Matte, quien por su
amplia trayectoria internacional, se constituía en la figura más idónea para
resolver los numerosos problemas municipales que estaban en ciernes, tales como
la segunda portada del Prado, los defensivos del río Rocha, la fachada del
Teatro Achá, la columna conmemorativa de la Coronilla y entre otros el
Cementerio Público sobre el que presentó en febrero de 1895 un nuevo plan de
organización general aplicado, el cual según comentaba la prensa, tendría a
Cochabamba con el mejor cementerio de la República.
Casi de forma inmediata, bajo la presidencia del H.
Concejo del Dr. Julio Rodríguez, el 28 de junio de 1895 se aprobó el nuevo
Reglamento del Cementerio Público con una serie de disposiciones que observaban
de manera explícita capítulos dedicados a la función del cementerio como
espacio público, las características de la capilla, las funciones del
mayordomo, sepulturero y otros funcionarios, asimismo sobre uso y servicios de
los carros fúnebres, dotación de mausoleos, registro de óbitos y otros que en
51 artículos delineaban el funcionamiento integral del cementerio.
Después de menos de un año en el cargo de ingeniero
municipal, el arquitecto Matte renunciaba el 17 de agosto de 1895 y dejaba sin
efecto la mayoría de obras que había proyectado, sin embargo, la propuesta de
organización del cementerio y la posterior formulación del reglamento,
planteada en estos meses, parecen constituirse en el primer planteo
organizativo, que progresivamente habría de estructurar espacialmente el
conjunto inicial del Cementerio Público, cuya propuesta para su conformación
futura se describe en forma oficial en junio de 1895, en el nuevo Reglamento
del Cementerio Público, expresado en los siguientes términos:
“Art. 2º“ La disposición del cementerio será la
siguiente: En la entrada y al frente de la capilla habrá una plazuela que mida
25 metros de ancho por 30 de largo. Dos calles principales de 6 metros de
ancho, sin comprender las aceras, dividirán todo el recinto de norte a sur y de
este a oeste; las demás calles tendrán respectivamente dos y cuatro metros,
como fuere necesario.
Las aceras de las calles principales, serán de un
metro de ancho; en las de 4 metros serán 80 centímetros; en las de dos metros
de sólo 60 centímetros. Las calles estarán con macadam o piedra menuda.
Habrá 5 lotes con la capacidad suficiente para
abrir 140 fosas comunes en cada lote. También se destinarán cuadros separados
para las covachas a perpetuidad; para las de 1ª y 2ª clase; párvulos, covachas
para restos y sitios para inhumación en el suelo, quedando reservado para la
inhumación en el suelo de los restos de ciudadanos notables, el lote marcado en
el plano con la letra H, previa calificación hecha por el Concejo a los diez
años del fallecimiento.
Finalmente se reservará un cuadro especial y
aislado para la inhumación de cadáveres en tiempo de epidemia, todo de
conformidad al plano que se tiene aprobado.
PRIMER REGLAMENTO AÑO 1873
Posteriormente, diez años más tarde, es decir en
1873, se emite el primer reglamento del Cementerio Público, sancionado por el
H. Concejo el 22 de septiembre de 1873, cuyo contenido normativo determina y
ratifica la función exclusiva de este lugar para los enterramientos, organizado
en dos cuerpos separados, discriminando los sitios destinados a los cadáveres
de adultos e infantes o párvulos, en diferentes sectores y clases, debiendo
previo a su enterramiento ser registrados por un Mayordomo en el “Libro de
inhumaciones” con información relativa a la edad, sexo, familia, profesión y
parroquia; Asimismo se refiere a los costos y condiciones para la venta de
sitios para mausoleos y de manera especial a la erección de la capilla con tres
altares y sacristía, como una implícita aceptación de la política republicana a
la religión cristiana. En esta oportunidad ambos cementerios, “el viejo y
nuevo” son cercados mediante dos muros “a fin de evitar que los animales causen
perjuicios en los álamos y otros árboles plantados allí”.
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