Alasitas paceñas de antaño (Foto: Cordero - La Razón)
Fuente: Entre la alianza y la confrontación: Pablo
Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. De: Pilar
Mendieta. Plural editores, 2010.
La ciudad de La Paz era el centro comercial más próspero
desde principios de la República y aun desde la Colonia. La ubicación geográfica
de la ciudad, situada entre el altiplano y los Yungas como una especie de
frontera de limites jurisdiccionales étnicas, e permitió crear su propio
espacio comercial y de grandes latifundios, especialmente a partir de 1880.
Este factor provoco que se estableciera en ella un intercambio permanente
entre los sectores de la élite con los indígenas y con gran parte de la población
mestiza, cuya importante producción artesanal estaba destinada a satisfacer la
demanda de este centro urbano.
Como ya se advirtió la élite paceña, por su propia situación
geográfica y comercial, se manifestó más abierta al ascenso de una cultura
mestiza y con mucho contacto con el área rural puesto que, a pesar de los prejuicios,
“no les quedaba otra”. La Paz decimonomica fue un espacio importante de evolución
demográfica y de gran movilidad social en la población. Esto ocurrió especialmente
después de promulgada la Ley de Exvinculación de tierras (1874), que provoco que
muchos indígenas migren a la ciudad. En 1854, el 42% de la población estaba
constituido por blancos y mestizos, y el 58% por indígenas; mientras que el
censo de 1900 arroja un porcentaje de 37,98% de blancos; 31,86% de mestizos y
un 29,99% de indígenas. Por lo tanto, el proceso de mestizaje en dicha ciudad, más
que en términos biológicos, fue resultado de una integración continúa entre el
mundo indígena y el criollo.
Más que ninguna otra institución, la gran expansión de la hacienda
a fines del siglo XIX, en el área rural del departamento de La Paz, era lo que más
acercaba a los miembros de la élite con los indígenas. No resultaba raro que
miembros de las más importantes familias hablaran aymara de manera fluida y mantuvieran relaciones de reciprocidad
y compadrazgo con sus colonos. Existían familias importantes que Vivían casi de
manera permanente en la hacienda misma o en pueblos cercanos a sus propiedades.
Asimismo, a fines del siglo XIX y principios del XX, importantes familias de La
Paz provenientes de los pueblos rurales se convirtieron, aunque a
regañadientes, en parte de a élite citadina, tal es el caso de la familia de
Benedicto Goitia o de Fermín Cusicanqui, importantes hombres de negocios de la época.
Por lo tanto, había una tendencia de las clases populares y
de las élites regionales a escalar los diferentes peldaños de las clases y en
muchos casos realizaban su cometido. Además, gracias al auge comercial de la quina
y de la goma, así como los inicios de la economía del estaño en la última década
de 1890, la ciudad de La Paz (también Oruro) e importantes pueblos rurales del
departamento recibieron un importante contingente de extranjeros que vinieron
especialmente a realizar trabajos mineros o transacciones comerciales, así
fundaron casas comerciales como la perteneciente a Otto Richter o a Ernesto
Gunther, en Sorata, entre otras. Si bien La Paz era una ciudad más abierta al
mundo, las contradicciones de clase y los prejuicios de casta todavía estaban
arraigadas entre los miembros de la élite, aunque insistimos en que esta era
mucho más permisiva y móvil.
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