Fuente: Narraciones Históricas de Antofagasta / De: Isaac
Arce Ramírez. // Foto: Antiguo puerto boliviano de Cobija, hoy solo quedan
ruinas de lo que un día fue. / Foto: skyscrapercity.
Era el 10 de julio de 1830. Las relaciones entre el Perú y Bolivia se mantenían
entonces tranquilas; al menos no había causa aparente para un rompimiento.
Cuando menos se esperaba, la población, sorprendida, vio surgir en la bahía un
buque de guerra que resultó ser la corbeta peruana “Libertad”.
Su Comandante expuso que venía en demanda de auxilio por haber sufrido graves
averías en su viaje. Pero esto era sólo un pretexto. Momentos después, la
corbeta arriaba la enseña de su patria a la vez que izaba la bandera boliviana,
saludándola al mismo tiempo, con salvas de artillería.
Simultáneamente, el Comandante y oficialidad del navío se dirigieron a tierra
para manifestar al Gobernador, Coronel Gaspar Aramayo, el propósito que todos
tenían de obtener carta de nacionalidad boliviana, entregando al mismo tiempo
el buque al Gobierno de Bolivia y poniéndose bajo su amparo.
Fue una gran sorpresa para las autoridades y pueblo de Cobija esta rara actitud
de los marinos peruanos.
El Coronel Aramayo, Jefe político y militar del puerto, les prometió someter a
la aprobación de su Gobierno la solicitud de nacionalizar la corbeta y sus
tripulantes.
Pero la causa precisa de la extraña medida adoptada por la tripulación de la
“Libertad” era que pocos días antes se había insurreccionado en Islay y
desconocido al gobierno establecido, emprendiendo enseguida la fuga en busca de
un asilo seguro.
El 29 del mismo mes de julio se presentó, a su vez, en el puerto, el bergantín
“Congreso” de la escuadra del Perú, que venía en persecución de la corbeta
“Libertad”. El bergantín de guerra, sin dar aviso previo, ni observar las
reglas prescritas para estos casos por el derecho internacional, dio principio
al bloqueo, negando desde luego el derecho de entrar al puerto a un buque
mercante noruego.
El Gobernador protestó de esta actitud hostil, por medio de una enérgica nota,
haciendo ver que desconocía en absoluto el bloqueo por cuanto no había mediado
declaratoria de guerra, etc. Pero el Comandante Palacios, del bergantín
“Congreso”, se mostró “impertérrito” y continuó su bloqueo durante 28 días y,
cosa curiosa, al fin de este plazo, este barco y todos sus tripulantes se
entregaban a las autoridades del puerto expresando, como lo habían hecho los
marinos de la “Libertad”, que querían nacionalizarse y servir a su nueva
patria.
El Gobernador, antes de prestar aquiescencia a esta nueva petición, dirigió una
consulta al ministerio de gobierno.
Entretanto, Cobija recibió aún la visita de otros huéspedes, que traían consigo
órdenes de marcada hostilidad de su gobierno. El 11 de septiembre amaneció
frente al puerto la goleta “Galgo”, al mando del Comandante García del Postigo,
que venía en busca del bergantín “Congreso” y de la corbeta “Libertad”. El
bergantín, que había desconocido ya a su gobierno, fingiendo tranquilidad y
pacíficas intenciones, salió al encuentro del barco recién llegado; una vez que
se puso al habla y a tiro de pistola, descargó sobre la goleta una terrible
andanada que mató a varios tripulantes. La goleta, averiada, que no esperaba
este recibimiento, optó por alejarse prudentemente del puerto, y el bergantín
agresor volvió indemne a su fondeadero.
No habían pasado aún diez días desde la llegada de la “Galgo”, cuando la goleta
“Arequipeña” de la armada peruana, arribaba también a Cobija, al mando del
Comandante Boterín, en busca de los navíos “Congreso”, “Libertad” y “Galgo” y a
reforzar el bloqueo del puerto.
Los dos primeros que habían arriado su bandera, insistían en su solicitud de
nacionalizarse y ponerse al servicio de Bolivia, manifestando su anhelo de
combatir con las naves que el Gobierno de su patria enviase en demanda de
ellos. Caso singular fue éste, en que toda una escuadra de guerra, que
cumpliendo órdenes de gobierno venía a bloquear Cobija, a arrasarlo y expulsar
sus habitantes, los navíos principales se sublevaban y se ponían al servicio
del enemigo que venían a combatir.
El Gobierno del Perú había reclamado al de Bolivia y pedía la devolución de sus
buques, a lo que ésta accedió, en obsequio a la paz y armonía que deseaba
existieran entre ambos pueblos. Al efecto, envió las órdenes del caso al
Gobernador de Cobija.
El Coronel Aramayo, acatando las instrucciones recibidas, hizo la entrega de
los buques insurrectos al Comandante Pedro Boterín, de la goleta “Arequipeña”.
Las tripulaciones del bergantín y de la corbeta rehusaron volver a su patria,
reiterando nacionalizarse, como en efecto lo hicieron, quedándose en Cobija.
Así terminó este curioso y original acontecimiento naval internacional.
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