Foto: Dos niños Chiriguanos y una mujer probablemente su
madre.
Por: Diego Villar / Cochabamba, 2016.
Alguien escribió alguna vez que la etnografía africanista de Victor Turner
parece una novela rusa por la diversidad de factores, la complejidad de sus
motivos y la abundancia de nombres imposibles. El dictamen puede aplicarse,
también, a este nuevo libro de Isabelle Combès. Por medio de fuentes inéditas –
ciento cincuenta páginas de documentos compilados en Buenos Aires (Archivo
General de la Nación), Sucre (Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia) y
Sevilla (Archivo General de Indias) –, el libro pone en escena la historia
vertiginosa del cacique chiriguano Cuñamboy: « Tachado alternativamente de
sedicioso y valeroso aliado, vicioso, pérfido, infame, o pobre miserable
nazareno, Cuñamboy es definitivamente “incorregible”, y contribuye con
entusiasmo a exasperar frailes y soldados, neófitos y bárbaros, realistas y
patriotas, y hasta su propia parentela. Su vida – lo que conocemos de ella –
transcurre en los postreros años del siglo xviii y de la época colonial. Se
termina en los años difíciles, turbios, tormentosos y poco conocidos previos a
la independencia boliviana, durante los cuales criollos e indígenas se
enfrentan y combaten en la Cordillera chiriguana Maruama, su padre, capitán de Saypurú, es un personaje de lealtades efímeras
que ataca y defiende alternativamente las misiones hasta que pierde la vida en
un episodio confuso. Su hijo Santiago nace en algún momento de la década de
1770, pero aparece en las fuentes recién en mayo de 1800.
Su biografía está
signada por la fragmentación de la resistencia indígena al avance colonizador,
las esporádicas rebeliones milenaristas, las tensiones entre diversos actores
coloniales (misioneros, militares, colonos, hacendados, funcionarios) y la
opaca participación indígena en el proceso independentista, que le depara un
destino fatal. Su existencia, asimismo, transcurre en una coyuntura marcada por
el auge de las misiones franciscanas y las reformas borbónicas, con una agenda
secularizadora que provoca una agria batalla jurisdiccional entre las
autoridades coloniales, encabezadas por el gobernador Francisco de Viedma, y el
Colegio Franciscano de Tarija, representado por fray Antonio Comajuncosa. La
disputa es feroz. Abarca miles de páginas administrativas, políticas y hasta
teológicas: las repercusiones llegan a la Audiencia de Charcas, al Virreinato
del Río de La Plata e incluso importunan a la propia Corona española. Para
nosotros, lo que importa es que en la Chiriguanía la contienda provoca
escaramuzas diarias entre los religiosos y los soldados de Saypurú.
Cuñamboy se adapta a los tiempos cambiando de bando con una celeridad pasmosa:
en junio de 1800, acaso para vengar la muerte de Maruama, participa ávidamente
de las correrías de los karai (blancos) que castigan las rebeliones indígenas;
más tarde, entre 1804 y 1809, también lo encontramos enrolado en las
expediciones españolas. Pero en los años intermedios, cuando se intensifica el
conflicto entre Viedma y los franciscanos, es acusado por las autoridades de
ser un agente misional, instigador de las rebeliones indígenas. Tras un
incidente en el cual los franciscanos castigan unas muchachas chiriguanas por
comerciar con el fuerte, el comandante Bernardino Bazán lo apresa, lo ata en el
cepo y le da una golpiza atroz; pero, como en las mejores novelas, una mano
misteriosa aprovecha un descuido, deja el cepo mal cerrado y Cuñamboy logra
escapar.
El tema de las « mancebas » y « concubinas » no es casual. En la Cordillera
Chiriguana, el principal motor de discordia entre militares y religiosos son
las acusaciones mutuas de fornicación con las mujeres indígenas. Así, el padre
Mata acusa a Somberey de tener amoríos con un soldado; por otro lado, un
militar relata que « habiendo llegado a Obay, pregunté por dicha india y vi las
tres indiecitas tan blancas y rubias como el mismo fraile » (p. 132). Las
denuncias son moneda corriente: los militares acusan al cacique Domingo Andrés
de conformar un « harén » con las indias Mapaimbo, Abaie, Abaire y Obasei.
Agrega María Antonia de Pirití: « que el dicho conversor le había azotado
cruelmente y que la causa o delito no era otra que habérsele resistido en
muchas ocasiones que tarde de la noche había ido a su casa a solicitarla [...]
a la hora de la siesta se retiran todas a excepción de una de las que siempre
queda, y que del mismo modo se alternan por las noches; y que además de estas
cuatro tiene todas las demás solteras a su disposición, y a la que se resiste
la manda a azotar ». La sentencia es inapelable: « La casa de este religioso es
un lupanar; en ella no se ve otra cosa que fandangos, borracheras y
fornicaciones » (p. 149). En este contexto, Cuñamboy aparece como protagonista
de correrías sexuales junto a los frailes Pablo Joven o Domingo Andrés, y en
julio de 1801 se lo acusa de inmoralidad y de abandonar a su esposa legítima.
Con las guerras de la independencia, la posición de Cuñamboy se vuelve más
ambigua que nunca. En 1813 Manuel Belgrano comanda el ejército del Alto Perú
desde Potosí, y combate a las tropas realistas. Belgrano nombra gobernadores de
Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra a Juan Antonio Álvarez de Arenales e
Ignacio Warnes, y en Chuquisaca goza de la ayuda del poderoso capitán Cumbay.
Sin embargo, la correspondencia patriota revela problemas constantes con los «
aliados » chiriguanos – uno de los cuales, justamente, es Cuñamboy. En este
sentido, distinguir nítidamente entre « chiriguanos patriotas » y « chiriguanos
realistas » sería inexacto. Primero, porque los indígenas « realistas » parecen
preocuparse por la suerte de los frailes franciscanos más que por la lejana y
abstracta causa del Rey; segundo, porque un personaje como Cuñamboy alterna
entre los bandos patriota y español según las conveniencias (por ejemplo, su
enfrentamiento con el capitán Guariyu); tercero, porque, para complicar las
cosas, también aparecen en la Cordillera los indígenas « bárbaros », para
quienes las diferencias entre partidarios de la Corona o la independencia
importan poco, pues pretenden aprovechar la guerra para librarse a la vez de
todos los karai. Cuñamboy encabeza alguna intentona tránsfuga, y de hecho
parece haber sido muerto en una de ellas por los soldados patriotas.
Todo conspira entonces para que Historia del pérfido Cuñamboy... resulte un
libro inmensamente atractivo. En primer lugar, porque echa nueva luz sobre la
participación indígena en las guerras independentistas, mucho más estudiada
para el caso de las tierras altas que para el de las tierras bajas – con
excepciones tal vez de las rebeliones mojeñas de Pedro Muiba y Juan Maraza, o
de la campaña de Cumbay, que mereció un valioso estudio del historiador francés
Thierry Saignes.
Sobre el libro
Historia del pérfido cuñamboy: la cordillera chiriguana en los albores de la
independencia de Bolivia - Isabelle Combès.
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