Fuente: Archivos Bolivianos de Historia de la Medicina. /
Vol. 2 – N° 2 – Julio – Diciembre de 1996. // Foto: Néstor Morales
Villazón.
El Dr. Jose Anaya Claros, cirujano militar con grado de
Mayor de Sanidad con Abelardo Ibañez B., Daniel Bilbao Rioja y Melchor Pinto
Parada, del hospital Central de Villa Montes, jefaturizando la Sala de Jefes y
Oficiales del hospital quirúrgico con dotación de 30 camas de atención clínica
y luego, la Sala N° 2 de cirugía con 80 camas para combatientes heridos,
describe la situación del hospital ubicado en la frontera desguarnecida,
desprovisto de implementos; relata que su nosocomio era de atención de
convergencia de heridos y enfermos previo traslado a centro departamentales
importantes aunque también de atención de todos los sectores de la guerra.
Enfatico en asegurar las diferencias en todos los hospitales militares, relata
la improvisación de férulas de Braun y Lorenz Bihler, de madera, para la
coaptación e inmovilización de fracturas, fabricados por carpinteros
nacionales. Las fracturas conminuta y expuestas fueron complicadas de gangrena
gaseosa a pesar de las amputaciones de urgencia y baños permanentes de agua
salada.
Operaba Apendicetomías y herniorrafias, resecciones
varicosas y aun colecistectomías.
Relieva el trabajo de Abelardo Ibañez Benavente en
“neurolisis” cuando la herida de baka afectaba el trayecto nervioso; y a Daniel
Bilbao en la Simpatectomía lumbar para favorecer la nutrición circulatoria de
los miembros inferiores y los homo y heteroinjertos de huesos en los
traumatizados.
Concluye sentenciando: “En el conflicto del Chaco se reedito
toda la odisea de una guerra colonial”.
Destaca la figura del Dr. Néstor Morales Villazón, boliviano
y director del Instituto Blastos, de la Argentina, quien envió la vacuna oral
de “Blastoenterofago” producida en el famoso instituto, a partir de piezas
intestinales enviadas por el Dr. Anaya para el estudio bacteriológico de la
enfermedad diezmante de procesos disentéricos tóxicos, causantes de una elevada
morbi-mortalidad y resistente a las drogas antisépticas conocidas: emetina,
yatren 105, bismuto, azul de metileno, rivanol etc., pues no se conocían en
Medicina las sulfas ni los antibióticos.
El síndrome había sido estudiado por el Dr. Ovidio Suarez,
jefe del laboratorio Central de Villa Montes, quien califico de proceso
idiopático por ser negativa la reacción de aglutinación a bacilos Shiga, en 50
pacientes y convalecientes; confirmando el concepto: “de cada 10 bajas del
Ejercito, dos eran producidas por el enemigo; las restantes por enfermedades”.
Indica que el Dr. Florentino Mejia Gandarillas efectuó 100
autopsias en el Hospital de San Antonio en el año 1934, para llegar a un
diagnostico especifico de estos procesos intestinales de carácter gangrenoso
maligno, que denominó “Enterocolitis toxi-infecciosa”.
Estudiados aun en La
Paz por el Dr. Félix Veintemillas, en el Instituto Bacteriológico no se pudo
lograr un diagnostico especifico, se optó por enviar desde el Chaco piezas intestinales
enfermas envueltas en papel celofán directamente a Argentina al Dr. Morales
Villazón.
Las vacunas llegaron al Chaco a mediados de 1935 después de
haber perdido más de ocho mil enfermos, Se trata de una Shiguellosis maligna.
El primer paciente salvado con dicha vacuna fue, dice Anaya,
el practicante Pedro Mariscal, ayudante de cirugía más tarde eminente profesor
de Traumatología, en San Simón. Un mes antes de terminar la guerra cayó enfermo
el Director del Hospital de Gutiérrez, el eminente médico Dr. Enrique Saint
Loup. Atendido desde Lagunillas por el Dr. Anaya. Tratado con el
Blastoenterófago enviado de Camiri, se restableció íntegramente y partió 15 días
después, visitó al Dr. Anaya en el hospital de Lagunillas para ofrecer su
especial agradecimiento.
El autor asegura que la vacuna salvo más de diez mil vidas
por lo cual debe considerarse al Dr. Nestor Morales Villazón como el héroe científico
de la guerra.
En su obra “Memorias de un Cirujano”, enfatiza la
inexistencia de drogas y antibióticos en ese tiempo, frente a las
indescriptibles y deplorables condiciones higienicas y hambientales con la
consiguiente elevada morbi-mortalidad, sobre todo por infecciones quirúrgicas.
Diagnosticó numerosos casos de Linfogranuloma Venéreo de “Nicolás Fabre” diferenciándolas
de las adenopatías tuberculosas, enfermedad en la que efectuaba la extirpación y
el vacunamiento quirúrgico inguinal. Indica que la Gangrena se trataba con
sueroterapia, vacunaciones y re amputaciones. Localmente aplicaba baños de sucrofidiológico
(¿), soluciones de permanganato, hipoclorito de sodio e incisiones de drenaje múltiple
en las áreas afectadas con algún resultado favorable.
Como un corolario positivo concluye que la guerra afianzó el
progreso de las técnicas quirúrgicas en la Republica.
---------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario