En el rostro de Mariano está expresado el sufrimiento y en cada suspiro la
añoranza hacia su terruño de origen, que le olvidó, y al que defendió con
heroísmo hasta caer prisionero. En Bolivia ha dejado la familia, sus amigos de
infancia y su pago para empuñar el arma y responder a las exigencias y
ambiciones de los mandamases de turno que pretendían quedarse con el Chaco
paraguayo.
EL INFORTUNIO ESTUVO DE SU LADO
Cuevas está anotado en el libro de inscripciones de ciudadanía en el Consulado
de su país bajo el número 48. Nació en Catamarca, departamento de La Paz, el 17
de agosto de 1917, siendo sus padres Anastacio Cuevas y Juana Cuentas. Refiere
que desde muy niño su vida fue marcada por el infortunio. Cuando empezaba a
escribir las primeras letras, el deceso de la madre truncó su sueño de leer y
escribir. Explica que en busca de mejor vida tuvo que viajar al Perú, de donde
le reclutaron cuando trabajaba como ayudante camionero. Refiere que eso ocurrió
en 1933, cuando tenía solamente 15 años, ínterin en que fallece su padre. Según
los documentos, perteneció al Regimiento "Ayacucho 8 Infantería" y
que peleando fue herido en el brazo en un enfrentamiento en Campo Jurado,
cayendo prisionero en Cañada del Carmen en el año 1934.
SUFRIMIENTOS EN EL CHACO; LUEGO TRABAJO POR COMIDA
Refiere que después de caer prisionero permaneció en el Chaco por más de 30
días. "Pasamos noches de insomnio; teníamos hambre y mucha sed; solamente
consumíamos cocido negro y tres galletas por día", dijo Cuevas. Recordó
que en el inhóspito suelo cuantas plantaciones de tunas que encontraban a sus
pasos tuvieron que pelar y consumir como hormigas.
Relató que el grupo de prisioneros fue trasladado a Puerto Casado y de ahí a
Puerto Botánico, siendo llevado posteriormente a Caazapá. Menciona que
trabajaron por comida en los establecimientos San Agustín y Tarumá,
pertenecientes a la familia Sarubbi. Terminada la guerra, los prisioneros se
trasladaron a la zona de Maciel, donde Mariano se dedicó a la excavación de
pozos, aguardando ser beneficiado con el trueque de prisioneros. "Cuando
llegó el tren, yo estaba postrado por una enfermedad, fui lento y cuando
intentaba abordar ya fue tarde", se lamentó.
CON UNA MBUYAPEYENSE SIGUE BATALLANDO EN LA LABRANZA
Era el inicio de 1937, miré el horizonte desconocido y decidí tomar un rumbo al
azar; crucé el río Tebicuary y en el valle de Mbuyapey me aprisionó el romance
con Pastora Vera, mi compañera de penas y alegrías, sostiene Cuevas. Del
matrimonio nacieron 10 hijos, de los cuales cinco eran mujeres y cinco varones,
de los que sobreviven seis.
Mariano tiene asentada su pequeña vivienda dentro de un terreno municipal de
una hectárea y ya muy cerca de sus 89 años sigue cultivando todos los rubros de
consumo. Es un pequeño productor, pero un gran ejemplo, especialmente para
aquellos que tienen varias hectáreas, gozan de buena salud y no producen
alimentos.
En su pequeña finca tiene mandioca, batata, poroto, manteca, banana, mango,
naranja y limón, entre otros rubros. Ya no estoy sano, pero no tengo otra
alternativa más que seguir haciendo hasta raja para que podamos comer,
señaló.
Indicó que nunca más tuvo contacto con sus familiares, quienes estarían creyendo
que murió en la guerra. A pesar de los sufrimientos experimentados no se rinde
ni se queja de la vida; tampoco pierde la esperanza de que por lo menos en el
trajín de su última batalla las autoridades de Bolivia le pasen sus manos
solidarias. No en carácter de mendigo, sino porque él se lo merece.
Así hablamos con el Arq. René Zamora, cónsul boliviano en nuestro país, quien
demostró interés en la situación de su compatriota y prometió que de inmediato,
como primera medida, le asistirá con víveres.
Este artículo fue publicado en ABC del Paraguay en su edición digital el 22 DE
JULIO DE 2006. (http://www.abc.com.py/edicion-impresa/interior/ex-prisionero-boliviano-aun-sigue-dando-guerra-919170.html)
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