Fuente: BOQUERÓN, Diario de Campaña de Antonio Arzabe. / Foto: La Patria.
El Comandante del Fortín Boquerón, ha dado a conocer la siguiente orden del
día: “16—IX—32... Horas 16.45— Para su lectura a la tropa en todos los puestos
de combate. “Jefes, oficiales y soldados de Boquerón: “El dedo de la fortuna
nos ha señalado el insigne honor de representar en esta Batalla al pueblo de
Bolivia, a sus instituciones y a la salvaguardia de su honra nacional. No
debemos discriminar sobre las desventajosas condiciones en que luchamos.
Nuestro deber es llegar al convencimiento de que el enemigo, podrá pasar
después sobre nuestros cadáveres, con el respeto que infunde la memoria de los
soldados que supieron caer como leales defensores de su Bandera”.
“No tengo motivos para recomendar a mis oficiales y soldados, el cumplimiento
de sus obligaciones en sus puestos de combate; porque han dado pruebas de no
precisarlo; pero, debo anotarles la gravedad que entrañaría el gasto insulso de
munición. Cada tirador debe vigilar su propio empleo de fuego, ya que no
tenemos esperanza de ser reaprovisionados. El arma blanca será nuestro único y
último recurso cuando se agote la dotación insignificante que aún nos queda;
hay que aniquilar hombre por hombre al atacante. Las ametralladoras y la
fusilería deben apuntar exactamente al cuerpo del adversario... Cualquier
descuido puede ocasionar la sorpresa que dé lugar al enemigo para romper
nuestro encuadramiento de defensa. Cualquier punto que sea fracturado de él,
significará el derrumbe de nuestras aspiraciones y de la expectativa que en
nosotros cifran todos los bolivianos, cuya integridad y suerte para el futuro,
nos ha confiado... Hasta este momento tenemos paralizado al enemigo en su
avance, impotente ante nuestra decisión de servir a la Patria; pero, también
debemos vencer al sueño y la fatiga y a todas las privaciones que las
circunstancias obligan”.
“Un día podremos lucir con orgullo el galardón que nosotros mismos nos hemos
impuesto en este memorable campo de honor. Paradigma, que recordarán nuestros
sucesores... Soldados de Boquerón: obedeced rigurosamente las órdenes de
vuestros denodados oficiales, cuidad de sus vidas como algo necesario a
vosotros mismos; y si caen, reemplazadles en el puesto del sacrificio... Jefes,
Oficiales y Soldados de Boquerón: Subordinación y Constancia!!”
Leída la anterior orden a todos los soldados en sus mismos puestos de combate,
puestos de pie ellos, sollozaban y manos furtivas querían secar las lágrimas
que a raudales rodaban por sus mejillas secas por el dolor; pero, un impulso
unánime saltaba en los corazones de aquellos esforzados soldados. Ese impulso
que haría vibrar de emoción y patriotismo de cuantos oyesen la orden del 16 de
Septiembre. Salvar a la Patria del deshonor. Dejar bien sentado el honor del
soldado boliviano.
Después de oír la voz del oficial que acaba de leer, todos se encuentran más
reconfortados; una sola, idea ajusta en todos ellos: cumplir su deber hasta el
último trance, hasta el sacrificio final... Pensativos, cabizbajos y en
silencio, los soldados van desfilando hasta el lugar de sus posiciones. Y allí,
en medio del silencio que la pausa del combate brinda, elevan una plegaria al
Señor, encomendándole sus almas...
“Señor, Tú, el Regidor del Universo. Tú, que desde lo alto de tu trono. Tú, que
ves en mí un mísero gusano pronto a ser devorado por la vorágine de esta
guerra, te pido humildemente perdones toda ofensa que te causé, y... no te
olvides que si mato, es porque defiendo mi Patria. Señor: ahora que me
encuentro en el trance más grande de mi vida, te encomiendo mi alma y si llego
a morir, consuela a los míos dándoles la fortaleza que requerirán para mitigar
sus penas. ¡Dios mío! haz que no me falte el valor, ahora que estoy frente a
frente con la Muerte”.
La voz silente de la oración parece ser escuchada por el Señor. Una suave brisa
sacude las ramas de los escuálidos árboles del fortín mientras un boyero,
pájaro selvático, en una rama desgajada lanza al espacio su trino triste y
melancólico. ¿Es el espíritu del Señor que convertido en ave, viene a
consolarnos con su trino? Sólo El sabe....
Cae la noche; otro día de sitio... Otro día que se va... ¿Nos acercamos a la
Vida o a la Muerte...?
Como una carcajada del Destino, se escucha el traqueteo de una ametralladora.
Es que la muerte sigue rondando las trincheras de Boquerón, buscando más víctimas
para su insaciable voracidad.
El soldado que hace un momento había elevado sus preces al Señor ahora duerme
tranquilo en el rincón de su trinchera, mientras el ojo vigilante de su
camarada escruta las sombras de la noche. ¡Qué apacible sueño! Su rostro
tranquilo dibuja una sonrisa angelical. Es que tiene el alma serena. Todos sus
compañeros oyen el rítmico respirar; nada turba su sueño; ni la explosión de
los tiros de artillería que van cayendo cada cuarto de hora, ni las ráfagas de
las ametralladoras que pasan silbando o que van a incrustarse en la protección
de las trincheras. ¡Nada...! ¡Nada...!
Ha llegado el momento que debe reemplazar a su compañero en el puesto de
vigilancia. Dos horas debe permanecer en constante acecho al enemigo que
también vigila. Es necesario despertarlo; cuando lo van a ejecutar... ¡Oh! el
soldado está sin vida... Pero, ¿cómo es posible que dentro de su posición haya
muerto? No se nota ninguna herida. El cabo lo examina; no ve nada; mas hay un
punto pequeño en la frente, entre las dos cejas, un punto por donde se coló la
Muerte. Una pequeña esquirla como la cabeza de un alfiler le había perforado el
cráneo y le dejó enlazado el sueño con la muerte. ¡Cómo llegas Parca maldita a
las víctimas que escoges...! ¡Nadie se libra de ti, cuando tu deseo es liberar
el alma del cuerpo...! No se le nota ningún signo de sufrimiento; más bien,
podríase decir que la Muerte llegó cuando soñaba con cosas bellas. ¡Quién sabe
con la novia... o con su querida madre...!
¡Mientras tanto..!
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