“...Cansado, agotado, con varios días de ataque; el enemigo diezmado está
siendo relevado con tropas recientes, llegadas al frente de combate. Estas
muestran la algarabía de quienes no conocen lo que es una guerra. Pronto ya
sentirán el silbido de un disparo y la carcajada de nuestras ametralladoras. El
ruido de los camiones se siente en todo el frente que se encuentra al Noreste,
Este y Sudeste. Se nota, asimismo, que tienen carros aguateros, de rancho y
carros que proveen municiones hasta el mismo frente de batalla. ¡Qué diferente
a nuestra situación. Ya van trece días de constante lucha, sin víveres, sin
agua; ahora, sin municiones. No se puede concebir cómo se sostienen todavía
nuestros soldados.. .!“
Nuevamente los disparos menudean en todo el frente. Pero las tropas bolivianas
del reducto de Boquerón, no hacen caso porque saben que aquellos disparos son
para darles a conocer a los bisoños la dirección de nuestras posiciones. La
respuesta es siempre el silencio; ni un disparo. Esto sí que es disciplina de
verdaderos soldados que se ven en el trance peligroso donde se juega el hilo de
sus vidas. Ahora son ráfagas de ametralladoras que nos invitan a que se las
conteste... Pero Boquerón permanece silencioso. Sólo allí, en Yucra, se escucha
el tableteo de las ametralladoras. Para los paraguayos, el reducto se ha
convertido en un cementerio; por su silencio, nada da a comprender que haya
defensores.
Seguramente intrigadas las tropas paraguayas por lo que pudo pasar, se preparan
a ejecutar un ataque haciendo pequeños saltos. Estas componen más o menos una
compañía. El mayor Ocampo, por cuyo sector se presenta esta tropa enemiga,
sigue silenciosa. Los soldados del reducto ven cómo los paraguayos se van
aproximando. Cada uno empuña su fusil y la mirada es como la del gato que
acecha a un pobre ratón. Ahora los bolivianos hacen las veces del felino y allí
en el pajonal están los ratones. Nada turba la mirada vigilante de los
defensores de Boquerón. Ni rabia, ni odio... indiferencia, sí... Esta es la
palabra. Indiferencia absoluta. No hay peligro que les arredre, están
acostumbrados a codearse con la Muerte.
Los paraguayos han progresado en su avance. Disparan sus armas como si vieran a
nuestros soldados. Mas los nuestros son el silencio de la muerte... El enemigo
observa que no hay contestación y se hacen más optimistas. Los cadáveres
diseminados allí en la pampa por donde pasan, les da a entender que están en la
zona de peligro; pero este no se hace notar, no se presenta, ni da a conocerse.
Tan sólo ven aquellos cadáveres de sus compañeros, en estado de descomposición,
muchos devorados por los buitres, y otros destrozados por las dentelladas de
los zorros. Al pasar ante estos despojos, se estremecen seguramente, ya que las
miradas se dirigen hacia ellos en forma disimulada.
El avance es muy lento; pero vislumbran ya las formas oscuras de las
trincheras, puesto que los primeros, los adelantados, permanecen tendidos
dentro del pajonal, mientras los rezagados van colocándose a la misma altura.
Están a ciento cincuenta metros. Es decir, en la zona de mayor peligro; porque
está tan bien medida y calculada, que cada soldado tiene su sector para batirlo
en caso de ataque. Se escucha una orden en voz baja:
—¡Apunten...! ¡Listos...!
Las tropas paraguayas siguen observando la inmovilidad del monte. Están
desconcertadas. No saben si permanecer o es que debían seguir avanzando. De
improviso, la voz del jefe de sector se escucha sonora:
—¡¡¡FUEGOOO!!!
Al mismo tiempo, una descarga cerrada de la fusilería de cuarenta bocas de
fuego rasgó el silencio, lanzando sobre los atacantes incautos y bisoños, una
lluvia de plomo y fuego. Esto es un “bautismo en estado de muerte”. Cuarenta
cuerpos yacen inmóviles en el campo. Mientras los restantes, fueron cayendo uno
a uno.
Quince minutos de duración. Mil cartuchos de guerra disparados. Heridos que
gritan por causa de los impactos. Cientos de cadáveres en el pajonal. Entre los
nuestros, dos heridos... ¿Verdad que el saldo es halagador...? ¡Aritmética
guerrera…
¡Aritmética de sangre y desolación...! Caras risueñas, caras que sonríen ante
el artífice de la guerra... ¡Estrategia! Ciencia militar que enseña el arte de
asesinar con delectación insana de bárbaros...! Ciencia que enseña la habilidad
para desplegar y mover el carro de la guerra sobre el campo enemigo...!
Y Boquerón hoy ha estado magnífico porque enseñó lo que es un “bautismo de
guerra en estado de muerte”... ¿Qué es lo que induce a las huestes de Boquerón
hacia la estrategia peligrosa que emplean? Es la carencia de dotación. Nos
falta munición. Ya no la tenemos. Pero, ahora, o mejor dicho, esta noche
tendremos lo suficiente para resistir uno o varios empellones más de los
paraguayos. Esta noche todos saldrán hasta donde se encuentran los cadáveres y
ellos les suministrarán lo que estaba destinado para matar a los defensores.
Tendremos agua, galletas. Allí está nuestra salvación; tendremos banquete en
nuestro reducto. Estaremos bien proveídos por nuestros queridos “pilitas” que
esperan allí en el pajonal, boca arriba. Seguramente habrá heridos; pero no los
podemos recoger. En el bosque hay cientos de bocas de fuego que nos observan y
vigilan nuestro más pequeño movimiento. Al fin, morirán desangrados o se
arrastrarán hasta poder llegar a sus posiciones...
Son las doce del día; el sol se ha elevado casi perpendicularmente sobre el
fortín. Los rayos solares semejan agujas candentes que caen sobre las espaldas
desnudas de los defensores del reducto. Tal es el calor, que la transpiración
aumentará nuestra debilidad.
Los soldados se quitan las camisas, las cuelgan en las ramas de los árboles y
empiezan a examinar su “contenido”. Ha progresado el “ganado”. Cientos de
piojos se hallan en el campo liso de la camisa o en sus pliegues, ¡hay que
matar a éstos!, y la prensa dura de los pulgares empieza a funcionar. Uno, dos,
diez, veinte; los demás se libran por ser los más
pequeños y más numerosos. No hay tiempo que perder en ellos; ya les llegará el
turno cuando crezcan o cuando molesten demasiado. ¡Uff, y qué calor...! 48
grados bajo sombra... Poco falta para asarse! Digo ¿asarse...? Si ya no hay en
nuestro cuerpo algo blando que pueda servir de asado. Talvez la capa de mugre
que tenemos encima; pero ésta no tiene un poco de grasa. Triste destino de los
defensores de Boquerón.
Hoy es 21 de Septiembre y ¡oh! me olvidaba; para hoy estaba fijada en la ciudad
de La Paz un gran baile de gala, donde bellísimas muchachas de todos los
Departamentos, tendrán que mostrar al público sus esculturales cuerpos y en
medio de ellas, se moverá su majestad la reina de belleza, la más afortunada
económicamente, la que regalará sonrisas a montones y... no sé que otras cosas,
que yo no quiero citar... No importa que ella sea una... en fin. ¡Pobre
Bolivia!, disimula Patria mía tus desgracias, con la ficción de la algazara...
¡No es posible dar a conocer nuestras miserias.
Hay que ocultarlas! Las causadas por la guerra debemos cubrirlas, para que el
enemigo no se alegre de nuestras aflicciones... Pero, veamos algunos despachos
enviados desde la zona de operaciones. Ellos dicen:
“Telefonema de la Cuarta División.- Arce.- 21-IX-32.- C1CE Muñoz.- Horas 15.-
Para su conocimiento transcribo el siguiente parte recibido en quechua del
puesto Comando Destacamento Peñaranda.- Yucra 21-IX-32.- Horas 14.33. Cuarta
Div. Arce.-
La fracción del coronel Montalvo que salió de Boquerón informa que en dicho
fortín tienen víveres para hoy y mañana más; que ayer se vieron obligados a
matar un mulo para comer. Difícil es sacar agua del pozo que se halla bajo el
fuego enemigo.
Fdo. Peñaranda.— Mayores detalles sobre tropas que han logrado salir, aún no se
sabe. Los primeros que han salido, dicen que han tenido que entablar tenaz
lucha para poder abrirse paso. Fdo.- Coronel Peña”.
Mientras en el Chaco ronda la Muerte; allí en La Paz, la vida lujuriante...!
En este mismo día, uno de los coroneles de la guarnición del Chaco enviaba un
parte que en párrafo más saliente decía: “El día 21 dan cuenta de que en
Boquerón se ha derribado el último mulo para proveer de carne a la tropa y que
el pozo de agua se hallaba controlado por el fuego de las ametralladoras
pesadas y el de los morteros. . .“ Otro decía: “Que Boquerón no podía
sostenerse dos días más” y en un acápite ya se va anunciando una posible caída
del Fortín Boquerón. Al estudiar la forma y condiciones en que quedaría Yucra
si Boquerón cayese, y la crítica situación de los soldados mellados en su moral
combativa, pues se les dijo que vendrían refuerzos, tropas de relevo. Y estos
nunca llegaron.
En Yucra se ha desarrollado hoy otro ataque contra los paraguayos que tienen
sus trincheras alrededor del pajonal que impide la entrada a Boquerón. Fuertes
puestos de ametralladoras, líneas de tiradores con livianas se han apostado
frente a Yucra. Cualquier intento de nuestros compatriotas de querer romper la
línea es rechazada con grandes pérdidas para nuestros comandos, y hasta la
fecha los famosos refuerzos se han hecho humo en el trayecto. Se dice que hay
tropas escalonadas en Entre Ríos, Tarija, Villa Montes, Villazón, Tupiza,
Uyuni,.. en el cielo…
Pero éstas no se mueven, están paralizadas... ¿Por falta de qué? ¿Movilidad?
¿Falta de oficialidad? ¿Falta de puestos de abastecimiento? ¿Qué es lo que ha
inmovilizado a nuestras tropas que venían al Chaco?
La indecisión en la conducción de la guerra. Todos creían que el Paraguay, ante
los primeros reveses, iba a capitular, a ceder en las exigencias de los ya
famosos diplomáticos bolivianos. No se dieron cuenta de que el Paraguay tenía
la máquina de guerra lista para lanzarla en el Sudeste para el que tanto había
pedido Salamanca “pisar fuerte en el Chaco”. Y ahora?...
¿Se ha conseguido? Al pretender pisar fuerte en Boquerón, trastabilla el otro
pie en Yucra, resbalará en Arce y caerá en Saavedra, en Tinfunqué y Nanawa;
perecerá en este último. Pero... “Pisaremos fuerte en el Chaco” había dicho
Salamanca... Para ese “pisar” ¿existen caminos? ¿Puestos de
abastecimientos? ¿Siquiera drogas, munición o víveres en Boquerón, donde
primero se ha querido pisar fuerte? ¡Qué contraste más grande se nota en el
comportamiento de los gobernantes paraguayos. Ellos traen desde la Argentina
hombres especializados para abrir 170 pozos de agua. Cañería, en suficiente
cantidad y, por qué no decirlo, por demás para el entubamiento de pozos
artesianos. Camiones aguateros, carros de sanidad, víveres por toneladas,
depositados en forma escalonada desde Asunción hasta la misma línea de fuego,
con su respectivo personal que se mueve como una máquina sincronizada. No hay
problemas en el frente paraguayo; sus jefes y oficiales no tienen el incentivo
del sueldo ni de ninguna clase de paga. Ellos prestan servicio a su patria y
este es suficiente motivo para que todos se encuentren aglutinados al fervor
cívico que debería caracterizarse en estas circunstancias.
Y aquí, en nuestra Patria, todos pelean. No hay tal fervor cívico. Grandes
cantidades de soldados descansando entre la molicie de los pueblitos del
trayecto y del cual, nos traerán otro enemigo más a nuestra resistencia en este
Infierno Verde: la blenorragia. Factor que se debe exclusivamente a la
imprevisión de nuestras autoridades sanitarias en campaña. ¡Qué triste
es decir esto! Y todo, todo lo acaecido, es debido a esa falta de preparación
para la guerra a la cual nos hemos visto arrastrados por una mentalidad
ficticia en sabiduría... Salamanca y sus ministros fueron engañados o ellos
fueron los verdaderos culpables.
Ya es tiempo de que volvamos a aquel reducto donde el soldado boliviano pone a
prueba su espíritu combativo lleno de sacrificio y de valor. Boquerón y Yucra
son los jalones de las glorias de un pueblo humilde, donde ofrenda sus caros
anhelos en aras de su patria; mientras otros malos hijos, perversos, hacen
escarnio de sus propios hermanos. Ya pronto la Historia examinará las
responsabilidades. Tú, Boquerón, próximo estás a tu fin. ¡Caerás...! Pero, como
lo hacen los valientes. Nadie dirá de ti que tus soldados hicieron traición a
la expectativa de los pueblos bolivianos. Cumpliste con tu deber hasta el
sacrificio. Nadie te señalará a ti y a tus defensores con el signo de la ignominia.
Nadie... Y si así lo hicieran, sería la injusticia de lesa humanidad. Boquerón,
tu fin se acerca... Has mostrado a los pueblos lo que puede un soldado
boliviano, cuando está imbuido del sacro deber que la Patria le ha señalado. ¡Y
qué distinto hubiese sido si la comodidad y las ventajas hubiesen estado
contigo! Boquerón: crisol de heroísmo y de amor a la Patria, sigue defendiendo
el honor de tu bandera; aún contra todas las adversidades del Destino. ¡Sigue
Boquerón, labrando la aureola que tú mismo ya te has impuesto o ya has ganado
en el corazón de todos los bolivianos, y... si sucumbes, sea con la gloria de
los grandes hechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario