Fuente: Boquerón: diario de campaña, Mes del sitio del glorioso reducto chaqueño. De: Antonio Arzabe Reque. / Foto: Inmediaciones de Fortín Boquéron.
Son las siete de la mañana. En el sector Norte del reducto
se siente el incesante tableteo de las ametralladoras; a esto le sigue un
nutridísimo fuego de fusilería. Los disparos pasan a ras de tierra. Muchos de
ellos se han incrustado en las paredes de los galpones que hacen de hospital.
Un soldado que permanecía en la puerta del edificio, ha caído herido de
gravedad.
No tiene salvación. El proyectil le ha atravesado el estómago, lo que ocasiona
su fallecimiento a los pocos momentos. El tiroteo continúa en forma tremenda.
Mientras los tiros de mortero se vacían dentro del fortín con sus detonaciones
características. Otro ataque se perfila en el sector del teniente López
Sánchez. Hace presumir que ésta sea otra pugna por romper la resistencia de los
defensores que no atinan a qué sector acudir; pues se nota grandes claros entre
los soldados.
Unos van hacia un sector para luego correr hacia otro. Hay desesperación entre
los combatientes. Varios soldados han caído heridos en esta refriega que va
resultando desastrosa para nuestras fuerzas. Los muertos no han sido retirados
de las posiciones, porque el fuego es menudeado y se corre el peligro de causar
más víctimas en esta empresa. La pieza de ametralladora que bate el sector del
teniente López Sánchez pide ayuda a otra pieza que se encuentra en otro sector.
El tirador y el sirviente corren como locos; pero el que lleva la ametralladora
ha sido alcanzado por un proyectil. Caen al suelo él y la pieza. El sirviente
que ha visto y le seguía por detrás, levanta la ametralladora y desde el lugar
donde se encuentra el cadáver de su compañero, entrando en posición, empieza a
disparar. Una nube de polvo se levanta entre los atacantes, que sorprendidos
ante esta reacción, no saben si retroceder o continuar el avance. Momentos
difíciles para las tropas atacantes.
Una nueva ametralladora dispara desde una “chapapa” en forma intermitente. Los
fusileros paraguayos cogidos entre dos fuegos, retroceden alocados entre ayes y
la desesperación de los que se encuentran dentro del monte que disparan
buscando a las ametralladoras que no cesan de hacer fuego. Por fin, una nueva
derrota marca el afán de querer rendir la defensa del reducto de Boquerón.
Mientras tanto allí en el sector norte, el enemigo ha sido desalojado
nuevamente de las posiciones, que en un momento habían creído ya suyas. Otra
dura experiencia para las tropas atacantes. Boquerón continuaba como en el
primer día, siempre con su espíritu combativo.
Ha cesado el combate, dos horas de cruenta lucha, saldo fatal para los nuestros.
Han caído muchos muertos esta vez, como en ningún día. Ascienden las bajas a
nueve muertos y quince heridos. Y... ¿para los paraguayos? ¡Qué elocuentes son
los ayes de los heridos que se encuentran en este momento desangrándose sin
salvación; pues las posiciones paraguayas y bolivianas controlan el campo,
donde no podrán venir los auxilios de ninguna de las partes. Varios heridos se
van arrastrando, otros permanecen inconscientes en el campo de nadie. Estos
morirán porque no hay miras de salvación. Han pasado tres horas. Nuestros
muertos fueron recogidos y enterrados en una fosa común. Los tiros de morteros
van cayendo en las posiciones que ocupan nuestros soldados; pero éstos han
abandonado ese sector y vigilan desde otras posiciones que en forma apresurada
construyen. La metralla cae en aquellas posiciones y el estruendo de las mismas
hace retumbar todo el fortín. No hay cuidado. A las tres de la tarde se
reinicia el fuego de la fusilería y de las ametralladoras. Nuevamente se
comprueba que el enemigo ataca el mismo sector. Nuestros soldados vuelven a las
posiciones primitivas donde explotaban los tiros de morteros y que ahora han
cesado en previsión de herir a sus mismos compañeros.
Nueva oleada de asaltantes a nuestras trincheras. Esta vez las piezas del
reducto funcionan magníficamente y el barrido se hace en forma sistemática. No
hay poder humano que haga a los atacantes conseguir su objetivo. Todo esfuerzo
de los paraguayos se estrella contra la barrera de fuego que los detiene y los
va aniquilando en forma inmisericorde. Son las cinco de la tarde y aún
continuaba la limpieza de tiradores aislados que han quedado en ese sector. Una
pieza paraguaya se ha apostado sólo a doscientos metros y desde ese punto
dispara contra las posiciones nuestras; pero ha sido descubierta y una andanada
de disparos de fusilería ha puesto fin a ésta que mortificaba con sus disparos.
El silencio cae en el fortín. Desde este momento, más parece que se hubiese
convertido en un cementerio. El cielo va cubriéndose poco a poco con el manto
de la oscuridad. La noche cae, y con ella el combate llega a su término.
Mientras, allí en el puesto sanitario continúa la labor de los médicos y
sanitarios en la curación de los heridos. Dura ha sido la labor de los cirujanos,
que en todo el día no descansaron ni un minuto. El puesto de socorro está
totalmente colmado de heridos. Son en total ciento treinta. Lo único que se
puede hacer por ellos, es colocarles encima de las heridas un retazo de
colchoneta empapada en agua de permanganato...
En tanto el combate arreciaba en el reducto de Boquerón, el telégrafo entre
Muñoz y La Paz, funcionaba llevando los siguientes partes:
“Transmitido de Muñoz.- Cif. 780.- Esmayoral. La Paz.- Urgentísimo. Contesto su
Cif. 640. La información de la Cuarta División respecto número días alcanzaría
abastecimientos Boquerón resultó falsa. De informes tomados en terreno a
oficiales acaban salir Boquerón, resulta aprovisionamiento alcanzar sólo para
mañana más. Basados informaciones origen indicamos apreciación Comando Cuerpo
Ejército es siguiente: 1. Boquerón puede sostenerse máximo hasta mañana noche,
en que habría que desocuparlo para salvar sus defensores. 2. Refuerzos llegan
tarde para salvar a Boquerón quebrantando enemigo; pero, haremos posible iniciación
otras operaciones. Fdo. Gral. Quintanilla”.
No se dejó esperar la contestación de La Paz y fue ésta:
“Recibido de La Paz.- Cif. 203.- C1CE Muñoz. Hrs. 23.30. Como último esfuerzo
disponga Ud. suministro provisión Boquerón mediante aviones que pueden efectuar
vuelos mañana temprano aprovechando oscuridad. Trimotor que sale mañana
colaborará mismo objeto.- Gral. Osorio.”
Y la orden de Muñoz, se dirige ahora a las tropas que se encuentran en el
frente de batalla y dice ella:
“Telegrama C1CE.- Muñoz 22-IX-32.- Cuarta División Arce.- Hrs. 24.30. Por orden
Es mayoral BOQUERON NO DEBE SER ABANDONADO. Debiendo realizarse su
aprovisionamiento por medio de aviones colaborados por el trimotor que debe
llegar el día de mañana y en cuanto el tiempo lo permita, saldrán ésta los
aviones llevando doscientos kilos charque para su lanzamiento Boquerón. A su
vuelta deben recoger víveres que debe Ud. hacer esperar pista bien embalados y acondicionados
para segundo lanzamiento. En cuanto llegue el trimotor será empleado igual
misión. No obstante esto, ese Comando no debe escatimar esfuerzos para procurar
el abastecimiento por tierra para que aprovisionamiento por aviación no sea
reducido, ya que hállase sometido a estado atmosférico. Fdo. General
Quintanilla.”
Vanas son las esperanzas de nuestros generales. Ni el aprovisionamiento por
medio de aviones daría resultado, ni para qué pensar en el aprovisionamiento
por tierra, ya que hace dos o tres días no entra ni sale ni un gato a media
noche, por así decirlo. El cerco de los paraguayos se ha consolidado de tal
manera, que todo el frente de Yucra y Ramírez, está cubierto de tropas enemigas
bien atrincheradas.
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