"...O VOLVEMOS HÉROES O NOS QUEDAMOS EN LOS FORTINES..." SEMBLANZA DE UN HÉROE DE BOQUERÓN - TCNL. LUIS EMILIO AGUIRRE

Por: Rosario Moyano Aguirre - Abril 2018. / Historias de Bolivia.

Cuando mi abuelita Ofelia se vino a vivir a nuestra casa en Cochabamba hace muchos años, yo era una niña, pero con ella pude conocer mejor a mi abuelito Luis Emilio Aguirre, no en persona como me hubiera gustado, sino a través de algunos objetos suyos que ella conservaba en una vitrina. Había entre otras cosas que ya no recuerdo: dos espadas, un flamín y un uniforme militar manchado de sangre, que era lo que más me impresionaba. Supe así que él había sido un héroe de la Guerra del Chaco. 
Pero sobre Luis Emilio Aguirre, el hombre, el esposo y padre, me habló una tarde mi tía Margo, su hija, la única persona en el mundo que quedaba entre quienes lo habían conocido personalmente. Aquella vez, sentadas en su cocina y con la hermosa vista de las montañas de La Paz, empezó su relato pleno de emociones y de lágrimas suyas y mías: “La que más lo tiene a mi papá soy yo, él me quería mucho. La Dorita, era el amor de sus amores, yo el cantar de sus cantares y el Emilio era el caimán de sus caimanes”. Ella mencionó sólo a los tres hermanos: Margoth, Dora y Emilio, porque mi mamá, Rosario, la menor de todos, tenía apenas tres meses de vida cuando él murió en el Chaco.
Mi tía Margoth continuó su relato en el que fue mostrando un padre cariñoso, un hombre con una ética elevada y un militar decente que amaba a su patria y al ejército. “Escribía muy bien” –continuó mi tía- "Había un escrito de la revolución del 20 en el que hace una crítica a la participación del ejército, en una parte decía que era como ver a la patria violada y que la peor democracia es mejor que una dictadura, le dolía ver que cualquier político se iba al ejército para hacer sus revoluciones. En esa ocasión él vio mancillado su ejército. En la Argentina había una revista, creo que se llamaba Atlántida, él escribía artículos para esa revista... ¡Qué pena que todo se olvide!.. Cuando lo nombran comandante del Azurduy, mi papá pensaba que era una pena que un militar, cuando salía del ejército, sólo era militar, así que fundó la primera academia militar, precursora de la EMI, había maestros, filósofos.... De ahí salió la idea de que en el ejército se enseñaran otras cosas aparte de lo bélico”.
Hace poco, llegó a mis manos una serie de documentos y recortes de periódicos de la época, que mi abuelita Ofelia había coleccionado y guardado, seguramente intentando inmortalizar la memoria de aquel esposo que tan poco tiempo la acompañó. En ellos pude conocer mucho más sobre su carrera militar, su actuación en el Chaco y su muerte; datos con los que pude además reconstruir su historia: El Teniente Coronel Luis Emilio nació en La Paz, el 6 de octubre de 1895. Estudió en el colegio Nacional Ayacucho e ingresó al Colegio Militar en 1910, escalando en su carrera hasta obtener el grado de Teniente Coronel, en diciembre de 1929. En 1930 fue Jefe de Estado Mayor de la segunda y luego de la quinta división; después tuvo a su cargo la Intendencia de la Policía de La Paz y finalmente pasó a ser Comandante del Regimiento Juana Azurduy de Padilla 7mo. de Infantería. 
Como incansable viajero visitó todas las fronteras de su amada patria. Fue docente de la cátedra de Geografía en el Colegio Militar y se tituló como Oficial de Estado Mayor en la Escuela de Guerra. Como intelectual y estudioso asumió la dirección de la Revista Militar durante mucho tiempo. Fue condecorado con la Orden de Lafayette por el gobierno francés y al Mérito Militar por el gobierno de Chile. Una brillante carrera que hizo de mi abuelito, una persona muy querida y admirada, una vida que, como otras miles, no merecía ser truncada por la fatalidad y el absurdo de la guerra. 
En abril de 1932 un avión boliviano descubre la laguna Pitiantutá en la frontera con Paraguay, dos meses después soldados bolivianos la rodean y ocupan el Fortín Carlos López, del ejército paraguayo; el hecho es tomado como una afrenta y en julio el ejército paraguayo lo recupera. Entonces, el presidente Daniel Salamanca exhorta al país a levantarse en armas contra Paraguay y ordena la toma de los Fortines: Corrales, Toledo y Boquerón. 
Es fácil llevarnos a una guerra cuando se exacerban los sentimientos patrióticos y se llama a la defensa del terruño. El pueblo boliviano vivía un arrebatado fervor cívico cuando salió a las calles a despedir a sus soldados el día que partieron hacia Boquerón, tal como lo describe un periódico de la época: “El desfile de la tropa que ayer viajó al Chaco, culminó en escenas de patético patriotismo, los rostros presentaban la angustia del ultraje inferido y el corazón del pueblo se manifestaba optimista por las brillantes jornadas que le toca conquistar a nuestro ejército. En una de las esquinas por donde pasó el regimiento Azurduy, un grupo de mujeres del pueblo, [...] recibió al Coronel don Emilio Aguirre, comandante de este regimiento, con pruebas de cariño. Una de ellas […] le dijo: ‘Coronel, que vuelva usted general’. El valiente militar agradeció con un saludo de rito y en sus ojos brillaron dos relámpagos de gloria”. 
Al llegar a Villamontes, el Teniente Coronel Aguirre, se dirige a su tropa: “El pueblo de La Paz nos ha despedido en forma grandiosa, soldados, y es preciso corresponder a esa confianza y a esa efusión: o volvemos héroes o nos quedamos en los fortines”. 
Pero el entusiasmo pronto se convierte en amargo presagio; se cuenta que al salir de Villamontes expresa: “Estoy triste y no sé por qué. Salí de La Paz con una fe enorme, con un optimismo tan grande que no me explico este estado de ánimo. Tal vez no vuelva nunca. Que me quede allí (los ojos se clavan en la distancia) y que solo viva mi recuerdo. Que solo quede mi nombre”. Y tenía razón, el 31 de julio, en la toma del Fortín Boquerón, cae herido y muere el 5 de agosto. 
La noticia de su muerte es recibida con grandes muestras de dolor e inmediatamente los medios lo convierten en héroe. Mi tía Margo cuenta que en los actos de homenaje se gritaban glorias al Teniente Coronel Luis Emilio Aguirre, héroe de Boquerón y que, hasta se fabricaron cigarrillos con su nombre. Un señor de nombre Macario Camacho V. publica en un fascículo su “Poema Patriótico al esclarecido patricio del Regimiento ‘Campos’ 6º. de Infantería. Teniente Coronel Luis Emilio Aguirre. Hay que pisar fuerte en el Chaco” El mismo contiene una Invocación, un largo Poema, una Marcha Guerrera y hasta una Cueca. 
Pero una sombra trata de empañar su gloria: la publicación de un diario argentino relata los hechos atribuyendo heroísmo al accionar de los soldados paraguayos. Ellos aseguran que cuatro mil soldados bolivianos habrían tomado Boquerón y cuando los mismos formaban en cuadro disponiéndose a izar la bandera boliviana, los paraguayos abrieron fuego con dos ametralladoras sembrando la confusión y la muerte. 
De este modo se trata de atribuir al Teniente Coronel Aguirre el error de haberse precipitado en una ceremonia que habría puesto en peligro a él y a la tropa; por otra parte, la historia nos dice que no fueron cuatro mil sino cuatrocientos los soldados bolivianos que tomaron Boquerón. 
Una entrevista realizada al Teniente José Ávila, ayudante de mi abuelito en la campaña, esclarece la verdad sobre lo ocurrido, desmintiendo el relato paraguayo: “El Coronel Aguirre dirigió el asalto y me cupo estar a su lado. Penetramos al recinto del fortín y en momentos en que el coronel me daba instrucciones para impartir la orden de cesar el fuego, se escucharon los disparos de una ametralladora liviana y cayó el coronel. Es falso que hubiera ordenado formar un cuadro y que el destacamento estuviese presentando un grupo compacto. Un militar de alta escuela como el coronel Aguirre, no podía incurrir en esa falla. Murió en uno de tantos eventos que se producen en una acción de armas, pero todo demuestra que su actuación fue no solo valerosa, inteligente u oportuna, sino perfectamente militar”. Varios otros relatos que resaltan u omiten algunos detalles, cuentan más o menos lo mismo: los paraguayos al darse cuenta del asalto, preparan una emboscada en un lugar difícil de distinguir, es así que, cuando los bolivianos piensan que el fortín ha sido abandonado, abren fuego. Si hubo algún error, este fue el no haber destacado inmediatamente, un servicio de reconocimiento para vigilar el monte, pero tal vez no hubo tiempo de hacerlo por la rapidez con la que sucedió el ataque. 
Resulta penoso comprobar que en algunos libros de historia, sus autores han relatado erróneamente la versión de los paraguayos, sin tomar en cuenta los testimonios de varios soldados que presenciaron el hecho. Al caer herido, envía el siguiente parte a sus superiores: “Comando de Dto. Cuarta Div. Muñóz. Boquerón, 31 de julio de 1932. Hrs: 10:30. Con destacamento mis órdenes, con Batallones Cuenca y Cárdenas, tomé Boquerón a hs. 10:30. Varias horas de combate. Recibí feliz herida por la patria, juntamente con varios oficiales y tropa. (Firma)Tte. Cnl. Luis Emilio Aguirre” Herido de muerte, es llevado de un lugar a otro para buscar la forma de embarcarlo a La Paz, pero la infección lo debilita. El relato del canónigo Tapia describe sus últimos momentos: “El coronel, en la víspera de su muerte, cuando la noche era fría y el surazo soplaba con fuerza, quiso enviar un radiograma. Quería que supiesen que viajaba. Y en su delirio, mientras la fiebre lo consumía, recordaba a los suyos. En medio de la inconsciencia de su grave estado pensaba en la familia ausente: ‘Mañana estaré en casa. Mañana abrazaré a mi señora’. Toda la noche fue una noche de agonía para todos, el Coronel se nos iba de las manos, se nos moría cuando sus servicios eran inapreciables, cuando se lo necesitaba más que nunca…” Al día siguiente, cuando estaba a punto de abordar el avión que lo llevaría a La Paz, muere y es enterrado provisionalmente allí mismo, en el Fortín Muñoz. 
Se cuenta que mi abuelita Ofelia había presentido días antes la desgracia, tal como lo recuerda algún soldado del cuartel de Miraflores: “Noche tras noche recibimos la visita de su digna esposa Ofelia Quintela de Aguirre, acompañada siempre de la esposa del mayor Jordán. Pese a la tranquilidad que la señora Aguirre parecía mantener, no dejaba de traslucir su espíritu una honda congoja que ella quería disipar: ‘Avísenme al teléfono 1035 –nos decía- cuando sepan alguna novedad de mi esposo” Y luego agregaba: ‘Yo no sé por qué estoy tan intranquila’”. Cuenta mi tía Margo: “El 5 de agosto, cuando le avisaron a mi mamá, la Dorita y el Emilio habían hecho ese día su primera comunión, entonces la llamó el Gral. Simón Aguirre, mi mami fue al teléfono con tu mami en brazos porque era una bebé. Entonces le oí su voz tan rara preguntando: ‘¿Se ha ‘chancado’ el avión?......Ha muerto....’ Al poco tiempo, le devolvieron a mi mamá, su anillo de matrimonio, su billetera, su cartapacio lleno de sangre y sus botas, algo que no habían hecho con nadie. Dos años después, cuando los paraguayos estaban entrando en Muñoz, el aviador Coronel Jordán entró al lugar y personalmente sacó los restos y los trajo en una cajita diciendo que era de herramientas, porque era prohibido hacer eso. Cuando llegaron sus restos aquí le hicieron el entierro porque era muy conocido, querido y respetado”. 

Fue enterrado con los honores más altos y en presencia del Vicepresidente de la República, senadores, diputados, autoridades del departamento y el pueblo en multitud. Mi abuelita, la viuda, recibe muchas muestras de gratitud y admiración; numerosas promesas y 
condolencias de grandes personalidades y autoridades del país, una de ellas dice: “Condolencia del jefe de Estado Mayor a la señora Ofelia Quintela de Aguirre: La patria, al perder un soldado pundonoroso y que era su honra y su orgullo, despliega los colores de su bandera para cubrir maternalmente sus venerados restos. F. R. Osorio. ” 
El 26 de agosto de 1940, el Ministerio de Defensa Nacional, emite una Resolución Suprema en la que en su parte sobresaliente reza: “[…] como una legítima recompensa a su sacrificio por la Patria, se le otorga al ascenso póstumo al grado inmediato superior o sea de Coronel, al que fue Teniente Coronel Luis Emilio Aguirre”. 
La viuda del ahora nombrado Coronel, mi abuelita Ofelia, continúa su vida dedicada a sacar adelante sola, a sus cuatro hijos. Después de vivir unos años en Capinota y luego en La Paz, muere en noviembre de 1967, a la edad de 76 años, en Cochabamba. Así termina la vida de quien fue el primero en tomar Boquerón, dejando llano el camino para que otros continúen con su defensa. El sólo hecho de haber sido una persona de altos valores y de haber marchado a la guerra, honestamente convencido de que era su deber y movido por su amor a la patria, lo hace un verdadero héroe. 
Pero hay un misterio poderoso y extraordinario, que nos mantendrá eternamente atados a su fascinación: una carta, la última. Se la entregó a mi abuelita Ofelia, alguien que estuvo con él en sus últimos momentos. La carta es una sucesión de grafías totalmente ilegibles, escritas por una mano moribunda y sin fuerzas. 
Mi abuelito quiso decir algo a su familia con tanto apremio que sin poder sostener debidamente el lápiz, escribió… escribió e incluso firmó. Nunca sabremos qué fue lo que quiso decirnos…

Nota: Los datos y citas textuales que no tienen referencia bibliográfica corresponden a recortes en los que mi abuelita Ofelia no se ocupó de colocar fechas ni fuentes, porque su interés de guardarlos no fue con propósitos históricos sino más bien sentimentales. Doy fe de que todos fueron fielmente copiados del original.

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