Por: Rafael Sagárnaga / Los Tiempos de Cochabamba, 13 de
febrero de 2017. // Artículo disponible en: http://www.lostiempos.com/…/moreno-boliviano-linea-fuego-gu… / Para Más: Historias de Bolivia. // Fotos: 1) José Antonio Moreno. 2) Moreno, con gorra beige, en la tercera fila de una marcha
contra la dictadura. También aparecen Juan Lechín, Lupe Cajías y Walter
Delgadillo, entre otros.
Cuando Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas bordeaban la Tercera Guerra Mundial, él cavaba trincheras y se
aprestaba a combatir. Transcurría el año 1968 y las intentonas estadounidenses
para invadir Cuba se anunciaban recurrentemente. La zona era uno de los
epicentros de la tensión planetaria. El mundo vivía pendiente de que en
cualquier momento una ofensiva estadounidense sobre la isla desate una
conflagración sin precedentes.
Él formaba parte de un destacamento de latinoamericanos que habían recibido
instrucción guerrillera en la perla del Caribe. Próximos a completar su
formación, recibieron la orden de prepararse para un combate real.
“Éramos cerca de 40 compañeros – recuerda- . Dijeron que iba a haber una
invasión que entraría por Matanzas (provincia ubicada frente a la Florida).
Tomamos posiciones cerca de la playa, unos íbamos armados con fusiles FAL,
otros con AK-47, todos vestíamos uniforme verde olivo. Durante cuatro a cinco
días hubo mucha tensión, especialmente de noche, cuando aparecían luces en el
mar y surgían gritos de máxima alerta”.
Sin duda, de haberse desatado aquella inimaginable tragedia él contaría entre
quienes iniciaron las hostilidades, pues precisa: “Éramos uno de los grupos de
vanguardia, atrás nuestro había tanques, carros de asalto y tropas del
Ejército. El momento de mayor tensión fue cuando escuchamos un tiroteo a unos
kilómetros, habían capturado a un grupo que buscaba infiltrarse. Luego todo se
calmó”. Se trata de José Antonio Moreno Villegas, un boliviano que recuerda
aquella primera experiencia de combate. Paradójicamente, sería para él una de
las más apacibles de su singular carrera.
Aquel novel guerrillero bordeaba los 22 años cuando el capitalismo y el
comunismo internacionales se dividían al mundo a fuego y palmo a palmo. Pero
Moreno ya tenía un vasto recorrido en la vida sindical, política y subversiva
que nucleaba a decenas de miles de jóvenes en América. De hecho, casi un año
antes se le confió una cara responsabilidad en el traslado de reclutas a La
Habana.
“Me quería morir de los nervios -relata Antonio Moreno-. A mí me confiaron la
plata para comprar los pasajes del grupo”. Aquella responsabilidad implicaba
transitar ocho países de tres continentes y adquirir boletos de trenes, buses y
aviones en diversas escalas. También era fideicomisario de ocho pasaportes y
documentos de identidad diversos. Los organizadores de estos viajes encubiertos
no confiaban en todos los reclutas y se aseguraban que no haya deserciones
confiando todo a un militante.
Llegar a esos momentos límite a esa edad había sido en buena medida obra del
destino. Moreno Villegas nació en la zona norte de la ciudad de La Paz. No
conoció a sus padres. A sus 13 años un tío le consiguió trabajo en el
ferrocarril Arica - La Paz. Allí un aguerrido dirigente sindical virtualmente
lo apadrinó y le empezó a hablar sobre los ideales socialistas.
La efervescencia revolucionaria de esos tiempos impulsó a aquel niño a
incorporarse a las filas del Partido Obrero Revolucionario (POR) – Combate, de
corte trotskista (*). Por ello, su formación ideológica maduró intensamente
durante su adolescencia. Su primera etapa de preparación bélica estricta la
realizó en el servicio militar obligatorio, en una batería de morteros del
regimiento Castrillo. Y luego, claro, aceptó sin mayores titubeos la invitación
a completarla en Cuba.
Eran tiempos donde la sociedad se hallaba intensamente ideologizada y las ideas
de izquierda ganaban abrumadoramente en universidades y colegios. Jóvenes de
toda condición se mostraban decididos a enfrentar férreas dictaduras o iniciar
guerrillas en las montañas. Y Moreno se convertiría en uno de los protagonistas
destacados sobre todo en esos momentos cuando las crisis precisan de estrategas
y operadores. Diversos documentos, fotografías, personalidades y activistas
ligados a los peligrosos años 60 y 70 corroboran o refuerzan sus relatos.
La experiencia cubana fue el inicio de tres lustros que le exigieron dosis
extraordinarias de adrenalina a su organismo y suerte a la vida. Desde
entonces, vivió a salto de mata.
LA FUGA DE SAN PEDRO
Había ido a Cuba para formarse como cuadro de una nueva
guerrilla que, tras la muerte de Ernesto Che Guevara, sería liderada por Inti
Peredo. Entrenó junto a decenas de jóvenes que tenían planes similares en
diversos países. Pero, a sus respectivos retornos les esperaban condiciones
altamente adversas. La intentona del Che en 1967 había avispado a la CIA
(Agencia Central de Inteligencia de los EEUU) y a la dictadura boliviana.
Operativos de inteligencia por todo el orbe se orquestaron. Moreno y decenas de
sus compañeros cayeron, unos presos y otros muertos, a poco de pisar el
territorio de sus países. “Me capturaron en Cochabamba –relata-. Y, para mi
sorpresa, tenían hasta fotografías de nuestro grupo en Cuba. La CIA había
logrado ganarse en París a un oficial de la inteligencia cubana, ‘el comandante
López’, que coordinaba llegadas y partidas de guerrilleros”.
Por ello, a principios de mayo de 1969, Moreno fue recluido en la paceña cárcel
de San Pedro. Gobernaba el país Luis Adolfo Siles Salinas, el sucesor del
general Barrientos que sería derrocado en septiembre por el general Alfredo
Ovando Candia. Bolivia se agitaba entre fuerzas sindicales y políticas que
reclamaban un gobierno socialista enfrentadas a poderosos grupos fascistas que
exigían orden y represión.
Marchas, atentados, concentraciones, complots se habían hecho cotidianos. En
septiembre de 1970 a Moreno le llegó el instructivo de organizar una fuga junto
a los camaradas recluidos en San Pedro. Meses antes habían recibido, pieza por
pieza, revólveres escondidos en pedazos de madera que usaban para trabajar
artesanías. El escape se produjo el 5 de octubre. Coincidió con un rocambolesco
(**) golpe de Estado que derrocaría a Ovando e inauguraría el gobierno
izquierdista del general Juan José Torres.
“La fuga resultó muy organizada –recuerda un activista de aquellos tiempos- .
Empezó con un dinamitazo en la puerta del penal, y luego capturaron al
gobernador y a los guardias. Después, con amenazantes disparos de los fusiles
de los guardias, frenaron la fuga de los presos comunes. Finalmente, Moreno y
los fugitivos ingresaron en taxis que los esperaban frente al panóptico.
Minutos más tarde llegaron a la Universidad Mayor de San Andrés, donde fueron recibidos
como héroes”.
Pero el régimen de Torres resultó aún más agitado y breve que el de Ovando.
Diversas corrientes de izquierda exigían la radicalización de un proceso que
llegó hasta instalar una Asamblea Popular, la primera de Sudamérica. Unos temían,
otros esperaban y algunos hasta buscaban una confrontación definitiva con la
derecha que, amparada por el Pentágono estadounidense, organizaba
aceleradamente su respuesta.
UNA GUERRA EN LA PAZ
El enfrentamiento llegó irremediablemente y duró del 19 al 21
de agosto de 1971. Un golpe de Estado envolvente se inició en Santa Cruz. El
coronel Hugo Banzer Suárez, aliado a partidos de derecha y ultraderecha, lideró
la asonada. La batalla final se libró en La Paz. Juan Lechín, Guillermo Lora y
otros dirigentes políticos y sindicales repartían armas y municiones cerca del
estadio Siles. Miles de civiles se concentraban en bajo Miraflores, en medio de
las pendientes y serranías que rodean al Estado Mayor de las FFAA.
Aquel estamento militar se había pronunciado a favor de Banzer y era el
objetivo estratégico de quienes defendían a Torres: el regimiento escolta
Colorados, obreros, universitarios, células de diversos partidos de izquierda y
cuadros sobrevivientes de las guerrillas guevaristas. Entre ellos se movilizaba
el POR –Combate, Moreno articulaba tácticas y proponía objetivos.
Testigos de aquella confrontación (***) recuerdan la presencia de José Antonio
junto a un grupo de militantes maoístas en la toma del cerro Laikakota. Cuando
aquella confrontación final se precipitó, allí fue derrotado el regimiento
Castrillo. El siguiente paso constituía el asalto al corazón del poder militar
boliviano. Los leales a Torres aguardaban un ataque de morteros del Colorados,
que nunca se produjo.
Moreno cuenta que intentó liderar la avanzada con un tractor que recuperó de la
Intendencia Municipal y en el que cargó dinamitas. Pero la metralla castrense,
vertida por armamento flamante, frustró reiteradamente sus embestidas. Horas
más tarde, bombardeos de cazas de la Fuerza Aérea, primero, y descargas de
regimientos blindados, luego, apagaron toda resistencia. Las últimas
escaramuzas que libraron los miembros del POR – Combate se produjeron cerca del
edificio de la Universidad Mayor de San Andrés. Allí resistía un grupo de
estudiantes y sobre ellos los militares lanzaban intimidantes bazucazos.
Aquella noche Antonio Moreno, el capitán de Policía Carlos Fernández y el
dirigente sindical Willy Saavedra optaron por buscar refugio en alguna legación
diplomática. Poco después de la madrugada, reduciendo a una adormilada guardia
de conscriptos, ingresaron por la fuerza a la embajada ecuatoriana. Minutos más
tarde la casa estaba rodeada por tropas militares y policiales prestas a
ingresar. Bajo sucesivos desafíos entre autoridades y refugiados armados, y la
crispación de los diplomáticos el cerco duró casi tres meses.
“Pasamos ese tiempo a plan de bizcochos, galletas y agua. Pero un día llegaron
tres jeeps de Naciones Unidas, encabezaba la delegación un amigo de Carlos.
Confiamos, nos llevaron hasta la pista del aeropuerto y luego volamos hasta
Ecuador. Pero no nos sentimos seguros y pronto iniciamos una odisea y viajamos
por tierra por Perú y hasta Chile. Pasamos la frontera caminando por la playa,
simulando ser pescadores, tal cual nos habían recomendado nuestros
contactos”.
En Bolivia el régimen de Banzer sostenía una sañuda represión contra todo lo
que implicara “la amenaza comunista”. El saldo fueron 80 asesinados, 75
desaparecidos y 3.500 presos y torturados. Moreno se refugió entonces en Chile,
donde el gobierno socialista de Salvador Allende vivía su propia pulseada
contra la derecha y el poder transnacional. Nuevamente la confrontación se
asomaba inevitable.
En los siguientes 24 meses la polarización política chilena
bordeó el colapso, cientos de exiliados bolivianos eran parte activa en fuerzas
izquierdistas. El 11 de septiembre de 1973 Allende moría en el Palacio de la
Moneda resistiendo la asonada militar. Paralelamente llegaba al poder uno de
los íconos del autoritarismo, la corrupción solapada y, sobre todo, la
represión inmisericorde: Augusto Pinochet Ugarte.
Una de las primeras y más recordadas medidas de Pinochet fue convertir el
Estadio Nacional en reclusorio y patíbulo para miles de prisioneros políticos.
Moreno fue uno de ellos. Entonces sintió la muerte más cerca que nunca.
“Caí preso junto a otros dos compañeros bolivianos, René Higueras y Edgar
Cadima –recuerda-. Al llegar al estadio nos dijeron que nos iban a fusilar. Nos
hicieron parar frente a un pelotón militar y nos vendaron los ojos. Segundos
después abrieron fuego, pero dispararon por encima, hacia la pared que estaba a
nuestras espaldas”.
La ruleta de la muerte en el estadio chileno seguiría jugando con ellos durante
varios días. En un momento Moreno y Cadima intercambiaron dramáticos pedidos.
“Si muero, por favor, cuidas de mis hijos”, solicitó el primero. “Y si yo
muero, les dices a mis padres que los quiero”, respondió Cadima.
Durante días y días, una ametralladora pesada apuntaba a la formación de miles
de presos. Detrás del arma se ubicaban escuadrillas militares y civiles
encapuchados que observaban cuidadosamente a los detenidos. “Los encapuchados
separaban a tres o cuatro, e inmediatamente los mataban con disparos –recuerda
Moreno-. Por las noches bajaba un helicóptero a la cancha y recogía los
cadáveres”.
“Tienen suerte -les dijo un día un custodio militar-. Ha llegado una comisión
de Naciones Unidas, se los van a llevar”. Poco después fueron trasladados al
refugio del convento Padre Hurtado. Y semanas más tarde los trasladaron a París
para luego distribuirlos en diversas capitales europeas como asilados.
UN COCHABAMBINO EN LA GUERRILLA ARGENTINA
Pero la intención de los militantes del POR - Combate era
retornar a Bolivia y reforzar la resistencia frente a la dictadura de Banzer.
En esas intentonas, Moreno pasó algunos meses por Argentina y fue parte del
Ejército Guerrillero del Pueblo (ERP). Cuenta que conoció en persona al mítico
líder guerrillero Mario Roberto Santucho y recuerda la proverbial mística de
aquella organización.
Destaca la sincronización y cuidados que caracterizaban a sus medidas de
seguridad. Vierte expresiones de asombro por la sangre fría de personajes como
Enrrique Gorriarán Merlo (****) y las comandantes mujeres que encabezaban los
operativos del ERP.
“Algo que me sorprendió fue que uno de los jefes del Estado Mayor del ERP era
un cochabambino –cita-. Y sé que está vivo y es uno de los pocos sobrevivientes
del ERP”. Resume así el exterminio de aquella organización a manos de la
dictadura que golpeó en marzo y mató a Santucho en julio de 1976. Meses antes
Moreno había partido rumbo a Bolivia.
La dictadura de Banzer comenzó a tambalear a fines de 1977, a principios de
1978 el tirano se vio forzado a llamar a elecciones. A Bolivia le esperaban
todavía dos sangrientos golpes de Estado, una “narcodictadura” y dos
traumáticas reaperturas democráticas en los siguientes dos años.
Moreno y el POR – Combate contaron entre los grupos de resistencia a los
últimos aleteos del fascismo. Pero sus postulados revolucionarios y estructura
no lograron sostenerse frente a la ola neoliberal que a mediados de los 80
diezmó a la izquierda boliviana. El colapso mundial del socialismo afectó
también al POR Combate que se disolvió en 1986.
Entre los 90 y el nuevo siglo, Moreno mantuvo su activismo en sindicatos,
juntas vecinales y organizaciones de víctimas de las dictaduras. Hoy, junto a
viejos compañeros de los años peligrosos, reconstruyen y evalúan sus vidas,
varios de ellos prefieren todavía el anonimato. Reescriben historias inéditas
que involucran a personajes históricos, análisis teóricos, travesías,
inmolaciones, torturas, victorias y también anécdotas que desatan carcajadas.
“Hubo costos muy grandes, que especialmente los sufren las parejas y los hijos.
Pero cómo no valorar también esos ideales, ese estudio de la realidad social.
Leíamos no sólo libros de teoría revolucionaria, sino a Tolstoi, a García
Marquez, a Kafka, a Hesse. Éramos jóvenes que honrando sus principios no
bebían, no fumaban; y estaban verdaderamente dispuestos a jugarse la vida por
una sociedad más justa”.
Eran tiempos en que la Guerra Fría se desataba prácticamente dentro de cada
país en todo el planeta. Así como Moreno, no pocos bolivianos conocieron más de
un frente.
....... .............. ...................
(*) Partido liderado por Hugo Gonzales Moscoso que se escindió del POR fundado
por Guillermo Lora.
(**) La disputa entre facciones militares de izquierda y derecha derivó en que
haya seis presidentes en escasas 48 horas, Torres, finalmente, logró cohesionar
a fuerzas castrenses y organizaciones sociales.
(***) Diversos textos y documentos respaldan y hasta citan específicamente a
José Antonio Moreno, entre ellos, “De Torres a Banzer” (Samuel Gallardo L.),
Ruptura del Proceso Revolucionario (Isaac Sandoval R.) y Teoponte (Gustavo
Rodríguez O.).
(****) Gorriarán Merlo participó en famosos operativos y confrontaciones contra
fuerzas militares. Su actuación más destacada fue el atentado que le costó la
vida al ex dictador nicaragüense, Anastasio Somoza, en Asunción del Paraguay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario