Por: Carlos Gerl, Ivone Juárez / Página Siete, 27 de enero de 2019.
1930 en La Paz. En uno de las cantinas de la ciudad se armó tal trifulca que el
Sullu Coco (Enano Coco, en castellano) terminó asesinado. Era un criminal que
le debía muchas a la justicia, sobre todo por sus robos con asesinato.
Los carabineros (policías de entonces) lograron detenerlo repetidas veces e
incluso encarcelarlo en el panóptico de San Pedro -que entonces recibía a
mujeres y varones- pero el Sullu Coco siempre se la veía para salir libre e
impune de sus crímenes.
Primero porque era bajo de enano y tenía rostro de niño (el Baby face paceño)
y, segundo, porque no contaba con documentos de identidad, y aseguraba ser
menor de edad.
Lo poco que se sabía del temido ladrón de baja estatura -cuyas principales
víctimas eran personas en estado de ebriedad- pasaba porque era hijo de una
prostituta y tenía aterrorizada a La Paz. El Sullu Coco murió en su ley.
Pero en esos tiempos, no sólo los paceños vivían aterrorizados por criminales
cuyas historias de sus fechorías, que corrían de boca en boca, los hacían más
temidos. En Oruro, por ejemplo, el Corre Volando Salvatierra, un asaltante de
diligencias, hacía de las suyas sin ser atrapado por las autoridades. El
criminal tenía una estrategia muy particular: compartía lo robado a los
viajeros con gente de los pueblos donde buscaban guarida. Un Robin Hood andino.
Pero una día la suerte se le acabó y el Corre Volando Salvatierra fue atrapado
por la Policía. Las autoridades lo juzgaron y fue condenado a muerte, sería
fusilado en la plaza principal de Oruro.
Llegó el día de su ejecución y fue llevado a la plaza, en una carreta. El
condenado tenía las piernas sujetadas con grilletes. Cuando llegó el momento de
ejecutar su condena, el asaltante de diligencias dio un salto fuera del carro y
comenzó a correr, con los grilletes en los pies.
Esa fue la última vez que se lo vio, nunca más nadie supo de él, sólo de su historia
de crímenes y de su forma de huir a la condena de muerte, lo que le valió para
su alias: el Corre Volando Salvatierra.
A estas historias de forajidos de los siglos XIX y XX que aterrorizaron Bolivia
se suman otros, como la del mítico Zambo Salvito y Misael Renteria en La Paz,
Aurelio Medrano en Cochabamba y otros más que citamos en este trabajo. No son
los únicos personajes que pueden formar parte de la gran galería del mal de
Bolivia.
ZAMBO SALVITO
Salvador Chico, apodado el Zambo Salvito, encabezó una banda de forajidos que
en la segunda mitad del siglo XIX, durante 10 años, llenó de terror los caminos
de La Paz.
Sus víctimas eran arrieros y viajeros, a quienes sorprendían en las rutas,
sobre todo a los Yungas, para arrebatarles sus pertenencias, cargas, dinero,
animales e incluso la vida.
En 1871 el Zambo Salvito y sus secuaces fueron atrapados, juzgados y condenados
a la pena capital. Las investigaciones que se realizaron determinaron que
mataron al menos a 17 personas a palos, golpes, pedradas y por
estrangulamiento. Su ferocidad era tal que entre sus víctimas se contaban dos
bebés, que fueron estrangulados ante la mirada de sus madres.
El 23 de diciembre de 1871, a las 12:15, el Zambo Salvito fue fusilado en la
Plaza Caja de Agua (hoy plaza Riosinho) junto con seis miembros de su banda,
según relata Luciano Valle, periodista del periódico El Illimani, en su crónica
publicada el 25 de diciembre de 1871.
AURELIO MEDRANO
Aurelio Medrano, propietario de grandes extensiones de tierra en Totora,
Cochabamba, fue acusado de innumerables crímenes contra mujeres, a las que
torturaba y sometía a actos de sadismo y morbosidad. Su caso fue denominado Los
crímenes de Honduras y durante mucho tiempo ocupó las primeras páginas de los
periódicos locales de la década de los años 30 del siglo XX.
Las crónicas de la época relatan que Medrano retenía en sus propiedades a
innumerables mujeres, a las que obligaba a servirle y a convivir con él. Cuando
alguna intentaba huir o se rehusaba a cumplir sus caprichos, la sometía a
castigos tan brutales que rayaban en la tortura.
Sus víctimas recibían latigazos, eran colgadas boca abajo o sus cuerpos
desnudos, untados con miel, eran “entregados” a hormigas voraces. El 17 de
enero de 1938, una ráfaga de disparos rompió la tranquilidad de Totora y el
cuerpo de Medrano cayó sin vida. Fue fusilado después de cinco años de
investigación que establecieron que cometió 70 crímenes.
MISAEL RENTERÍAS
Misael Renterías encabezó la banda Renterías, formada por sus familiares (padre
y hermanos), que sometió a la ciudad de La Paz al asalto de sus más importantes
negocios, en la primera mitad del siglo XX.
La carrera de delitos de los Renterías comenzó en 1931, cuando Misael y su
padre, Aureliano, fueron detenidos y prontuariados por el “robo de especies”,
señala Nigel Abraham Caspa Pacheco, en la página de Facebook Fotos antiguas de
La Paz. “Así iniciaba una historia que alcanzaría su clímax seis años después”,
añade.
Y fue así. Entre 1931 y 1937, después de dedicarse a robos menores, comenzaron
a asaltar negocios importantes en La Paz, como la tienda El Siglo, la sastrería
Zapata, la tienda de abarrotes Ostaloza y Cáceres y la vidriería italiana
Crispieri, “el hecho que puso nuevamente a los Renterías como enemigos públicos
número uno de la ciudad”. En 1937 la banda fue capturada. Misael ofreció
resistencia y fue herido. Fue atendido en la Asistencia Pública y de ahí a la
cárcel.
POLONIA MÉNDEZ
El 28 de noviembre de 1920, la ciudad de La Paz se estremeció con el caso de
Polonia Méndez, una joven de 18 años que apuñaló a su amante, un diplomático
joven, después de tener un encuentro íntimo con él. La muchacha declaró que
cometió el crimen pasional en defensa de su honor.
La historia comenzó cuando Polonia, una muchacha de origen humilde, llegó a
trabajar al despacho del diplomático Fernando Granier. Según las declaraciones
de la joven, después de ser detenida, Granier la había sedado y mancillado su
honor, y se negaba a casarse con ella para reparar el daño que le había
provocado.
Ante la resistencia del joven, Polonia decide poner tierra por medio entre
ambos; sin embargo, se mantienen comunicados por cartas. Al cabo de un tiempo,
ella regresa a La Paz, se encuentra con Granier y se produce el crimen.
El caso llamó la atención del arqueólogo Arthur Posnansky, quien aseguró que
Polonia “planificó todo el teatro y escenario del crimen”. (Freddy Zárate).MELQUIADES SUXO
En agosto de 1973, Melquiades Suxo fue fusilado. Fue la condena que se le dictó al ser acusado de la violación de una niña de cuatro años. Fue la última víctima de la pena capital en Bolivia.
La Paz se vio conmocionada por el caso Suxo y hasta ahora se pone en duda la cupabilidad del hombre de 54 años casi analfabeto.
De acuerdo con las versiones de la hija de Suxo, fue ella quien encontró a la
niña en la calle Yungas, de la ciudad de La Paz. El periodista Nicolás
Fernández habló con la joven, quien le contó que la pequeña estaba en riesgo de
ser atropellada. La rescató y la pequeña no quiso soltar su mano. La llevó a su
casa, donde, a los días, la niña apareció muerta, con señales de haber sido
ultrajada sexualmente.
Inmediatamente, Melquiades y su hijo fueron detenidos como los principales
sospechosos del crimen. La hija de Suxo fue acusada de secuestro. La pena de
muerte ya no estaba vigente en Bolivia, pero el régimen del dictador Hugo
Banzer aplicó la pena capital a Melquiades Suxo.
HUGO FUENTES
Hugo Fuentes encabezó el atraco de Calamarca, uno de los robos con muerte que
marcó la memoria de los paceños. Ocurrió en 1961, en la localidad de Calamarca,
donde Fuentes y sus cómplices interceptaron una camioneta cargada con remesas
de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol). Se llevaron 2.800 millones de
bolivianos y mataron a tres funcionarios de la empresa minera.
El dinero estaba destinado al pago de salarios de los empleados de las minas de
Catavi y Siglo XX .
Hugo Fuentes tenía entonces 31 años y era oficial de los carabineros, con el
grado de capitán.
Durante dos años, aproximadamente, mantuvieron escondido el dinero para
despistar las investigaciones policiales; sin embargo, fueron atrapados y
condenados.
El capitán, cabecilla de la banda de atracadores de Calamarca -que incluso
llegó al cine- fue encarcelado en el penal de San Pedro, donde murió.
Foto: Aurelio Medrano. // Articulo disponible en: https://www.paginasiete.bo/gente/2019/1/27/mentes-criminales-que-estremecieron-bolivia-en-los-siglos-xix-xx-207182.html?fbclid=IwAR0EVylM-_TtQoKWhA0Iyi9amWmFwdvGp2nmldy0pVorOw5DvqtCIGHPGoc
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