El comandante Ameller, comandante de la cuarta división,
había venido a visitar el sector del combate de ayer, acompañado de una gran
comitiva de oficinistas. Nos sumamos al grupo y con ellos recorrimos la zanja.
El jefe divisionario contemplo admirado las posiciones donde cayeron ayer las
granadas; vio mudo casi estupefacto, los troncos convertidos en astillas. Luego
converso con algunos fusileros; la mayor parte de estos eran indios; no
hablaban castellano.
-¿Imanalla casianqui? -pregunto Ameller en quichua a un soldado.
El soldado no respondía; era aimara. El coronel pidió un intérprete.
-Waliqui, mi tiñinte -contesto recién el fusilero.
-¿Qué haces aquí?
-Janiwa, mi tiñinte...
-¿No te han dicho que tienes que balear?
-Jisa, mi tiñinte...
-!Mi coronel, di, repete! -se comide a corregir un oficinista.
-¿A quién tienes que matar? -continua interrogando el jefe.
-Al primero que se asome a su vista dice, mi coronel traduce el interprete.
-¿Y si el que asoma es un compañero ?
El indio guarda silencio, desconcertado, perplejo...
El coronel sigue avanzando por la zanja. Yo me he colocado muy cerca de él. Los
pobres repetes, cubiertos de tierra y de sudor, demacrados, espectrales, con
los uniformes sucios y rotos, con los zapatos deshechos, confundidos con la miseria
de la tierra en que se debaten, nos miran con la indiferencia más solemne. Son
poquísimos los que saludan -y con el desgano más absoluto- al coronel, quien a
su vez no ve en todos estos seres ningún detalle exterior ni interior. Es que
el ve únicamente al fusilero obligado a matar y a morir en su puesto. No le
interesa que estos indios necesiten cubrir su desnudez y alimentar un poco
mejor su organismo. A juicio del jefe, los soldados son simples maquinas que
para funcionar solo necesitan una sencilla y clara "orden de
operaciones".
Extraído de: Repete. Diario de un hombre que fue a la Guerra del Chaco de Jesús
Lara // Más en: Historias
de Bolivia.
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