A poco, 1.500 hombres, a cargo de 80 oficiales, oteaban el otro lindero del
pajonal, esperando la aparición del adversario y repitiendo la consigna
proclamada por su jefe de división: “No pasarán”.
El combate se propagó como un reguero de pólvora. Los cañones de Kilómetro
Siete atronaron el espacio. Dos escuadrillas, de 6 aviones cada una, lanzaron
sus bombas. Una banda de música alentó a las fuerzas bolivianas. El ataque
sorprendió a los paraguayos en circunstancias en que el 2 de Mayo (paraguayo)
había relevado parcialmente al Corrales (paraguayo) y parte de éste se
encontraba de reserva. Los soldados de uno y otro regimiento se entremezclaron
produciéndose la confusión y el pánico. Un batallón (paraguayo) se precipitó en
desordenada fuga sin querer escuchar las voces de mando de sus oficiales. El
mayor (paraguayo) Torreani Viera, sobre cuyo puesto de mando había salido la
vanguardia boliviana, se vio precisado a defenderse con sus estafetas y
cocineros. A su vez el Murguía, que creyó poder llegar sin oposición a las
espaldas del enemigo, fue sorprendido con un contrataque y tuvo que retroceder
a una isla de bosque. En el centro, el Reg. Campos (boliviano), sin cuidarse
del enlace con las tropas de su izquierda, avanzó impetuosamente. El Reg. Loa
(boliviano) desalojó al enemigo que tenía adelante.
El Abaroa (boliviano) se encargó de recoger los heridos, prisioneros paraguayos
y material que dejó el enemigo ante el empuje de las otras dos unidades. A las
5 de la tarde se dio la orden de repliegue. Hasta las 8 de la noche los
regimientos bolivianos volvieron a sus primitivas posiciones. Sus bajas eran 40
muertos, 250 heridos. En el campo contrario, el Corrales quedó raleado en su
cuadro de oficiales... y sus veteranos reducidos a 400... (Masamaclay- R.
Querejazu).
Al final de la batalla, unidades paraguayas de 1.200 plazas, se vieron
reducidas a menos de 300. (Cnel. paraguayo Nicolás Delgado)
No hay comentarios:
Publicar un comentario