Por: José Antonio Loayza Portocarrero
nota publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos el 15 de marzo de 2018.
Tras el final de la Primera Guerra Mundial, se instituyó la Sociedad de
Naciones con el fin de evitar que un nuevo conflicto vuelva a repetirse. Sin
embargo el Imperio ruso convertido en la Unión Soviética, estrenó la ideología
marxista de Lenin y empezó a gobernar el proletariado tras la sangrienta guerra
civil rusa. Por otro lado Alemania, asfixiada por las onerosas disposiciones
del Tratado de Versalles, tenía su sistema financiero en la crisis más grande
que conoció. No era mejor la situación de Francia que propició el descontento
social por su inestabilidad política permanente. Entretanto Japón extendió su
presencia en Asia, se apoderó de Corea y anexionó regiones enteras de China y
las colonias que Alemania tenía en el Pacífico. Para colmo las dictaduras se
expandieron por el sur de Europa: Mussolini en Italia, Salazar en Portugal,
Primo de Rivera en España o Alejandro I en Yugoslavia. Estados Unidos que
prosiguió un rápido desarrollo económico, veía perturbado esta situación, no
había duda, se avizoraba la proximidad de una 2ª Guerra Mundial.
Fue en ese contexto, que por primera vez los ojos de los países aliados
decidieron usar su influencia para dar a Bolivia los puertos de Tacna y Arica,
y amistarse dándonos una mano para conseguir aquello que más ansiábamos:
recuperar el mar. Pero el reclamo ya sucedía desde antes, cuando en los corros
europeos, particularmente en París, el 23 de enero de 1919, el Ministro en
Francia, Dr. Montes, organizó el "Comité de Propaganda Patriótica",
apoyado en la indiscutible verdad: "Las pequeñas nacionalidades como las
grandes, tenían la oportunidad de reivindicar los privilegios de la justicia y
el derecho en virtud del Estatuto de la Liga de las Naciones, de acuerdo con la
doctrina de que no puede existir nación incomunicada con el mar". Pero el
Comité reivindicacionista no pasó de ser una entelequia alegórica de buenas
intenciones, nada más.
Ahora era diferente: Mr. Frank Billings Kellogg (1856-1937) Senador de los
Estados Unidos y Secretario del Departamento de Estado Americano, más las
fuerzas económicas de Inglaterra; influyeron para que Perú y Chile, cedan Arica
y Tacna a Bolivia, como una solución preventiva ante una posible invasión
extranjera que anule esos puertos evitando el envío de concentrados a Estados
Unidos. Kellogg, en la pretensión de que esa fuera la solución final del
histórico diferendo, tras varias reuniones de trabajo con los delegados de
ambos países en Washington y creyendo firmemente que para cada una de las
partes el tema de Tacna y Arica era una cuestión más de honor que de disputa
territorial, expuso en un memorando el 30 de noviembre de 1926, lo siguiente:
a) Se debe entregar la zona en disputa a Bolivia,
b) Se hace necesario desmilitarizar a perpetuidad el territorio que se extiende
entre Camarones hasta Mollendo,
c) Declarar la zona como económicamente franca para los tres países,
d) Declarar el Morro de Arica como monumento americano y,
e) Eliminar las compensaciones monetarias y sustituirlas por amplias
franquicias o concesiones recíprocas entre los tres países
La primera reacción de Bolivia fue la nota que el Ministro de Relaciones
Exteriores, Alberto Gutiérrez, le dirigió al Secretario Kellogg el 2 de
diciembre de 1926, manifestándole el más profundo agradecimiento de su gobierno
por la citada propuesta que aceptaba en su totalidad y que contenía una fórmula
que armonizaba los intereses y las reivindicaciones legítimas de todos.
Chile aceptó considerar la propuesta y el 4 de diciembre del mismo año su
Canciller Jorge Matte, presentó un memorándum al Secretario de Estado Kellogg,
manifestándole su disposición de conceder una faja de territorio y un puerto a
Bolivia una vez que la posesión definitiva de Tacna y Arica fuera definida.
La respuesta peruana tardó algo más de un mes, y el 12 de enero de 1927,
sorprendentemente el Canciller peruano Rada Gamio, remitió al Secretario
Kellogg, una larga nota donde pasaba revista al origen del litigio, y las
razones por las cuales el Perú no podía negociar ni aceptar el memorando
enviado: “La Cancillería peruana se ve, muy a pesar en el caso de no aceptar la
propuesta contenida en el Memorándum de 30-nov-1826 (…) Finalmente está dispuesto
a escuchar toda sugestión de arreglo, pero con la condición de que se le
devuelva las poblaciones de Tacna y Arica, ésta con su puerto y Morro”.
En los años siguientes, nada fue oído, todo fue vano, si bien el Tratado de
mediterraneidad de 1904, desagradaba a las grandes oligarquías disgustadas de
Chile, éste, en vez de corregir su acto usurpador, y Perú su apocada
dependencia, acordaron en secreto ante la posibilidad de una imposición a
futuro por parte de los Estados Unidos, formalizar su complicidad suscribiendo
el Tratado de 1929. Por el cual acordaron que los dos todo, o los dos nada, ni
tú ni yo, ni yo que siempre ame tu guano, ni tú que te acuerdas de mi visita en
Lima, le devolveremos a Bolivia el derecho de recuperar su costa perdida.
Posteriormente, en el Tratado de Lima y su Protocolo Complementario, firmado en
Lima el 3 de Junio de 1929, en el artículo segundo, se da esta tremenda actitud
de contubernio desleal de Chile y el Perú contra Bolivia: “El territorio de
Tacna y Arica será dividido en dos partes. Tacna para el Perú y Arica para
Chile." Y como un candado con dos llaves, se añade sin ningún pavor el
Protocolo Complementario que en su artículo primero, dice: “Los Gobiernos del
Perú y de Chile no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera
potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad al Tratado
de esta misma fecha, quedan bajo sus respectivas soberanías.”
Bolivia por su parte, sin dejar de plantear su completo desacuerdo por las
declaraciones de Perú acerca de la solución solidaria presentada por el
personero estadounidense, informó mediante una circular distribuida en todas
sus reparticiones diplomáticas en el mundo que a su vez fue difundida por la
prensa internacional, que la sugerencia estadounidense de solución a la
mediterraneidad boliviana, exigía un sacrificio de ambos países a favor de la
paz, pero que para el “Perú era sólo una renuncia a una remota expectativa”, y
para Chile importaba el “desprendimiento de su posesión efectiva”. Esto significaba
que para ninguno de los dos países el asunto era importante, o sí permitiría
tranquilidad en sus fronteras o era un ejemplo de hermandad americana.
La propuesta de Kellogg encarnaba, cierto es, una de las pocas posibilidades
para superar la disputa territorial chileno-peruano. Otras alternativas habían
sido exploradas y siempre terminaban en el mismo resultado con el agravante que
se continuaba aumentando el odio en una zona sudamericana que Estados Unidos
deseaba pacificar. No obstante la propuesta de Kellogg, no significaba un
reconocimiento franco de nuestros derechos, para ellos lo más importante, era
el estaño.
Lo que ocurrió en este caso y otros, es lo que sucede cuando el poder político
se concentra o acumula para convertirse en dominación. En la práctica Chile
deseaba la destrucción de Bolivia y el Perú la contradicción entre Bolivia y
Chile para debilitar a ambos y luego conseguir una ventaja geopolítica.
Todo este mecanismo de una burocracia tan especial y tan malvada, nos hace ver
que en este conflicto no sólo Chile fue nuestro contrario y enemigo, también el
Perú, y por otro lado, Estados Unidos nunca deseo dar una solución pudiendo
hacerlo, porque solo le interesaba el estaño.
En la imagen, el Presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge y Mr. Frank
Billings Kellogg, Senador de los Estados Unidos y Secretario del Departamento
de Estado Americano.
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