Por: Freddy Zárate – Abogado/ artículo publicado en Página
Siete el 20 de mayo de 2018. Disponible en: https://www.paginasiete.bo/letrasiete/2018/5/20/raul-botelho-gosalvez-sobre-la-revolucion-de-1952-180347.html?fbclid=IwAR2VkvUbmSvydhKHKrNAg0YqSYGJnSXN2xwtHR3A35QnQOuud3Kb3sSxdkU#!
Hace poco acaba de rememorarse el triunfo de la Revolución
de Abril de 1952, en donde queda para muchos la nostalgia y se rememora, al
igual como se evocan los amores perdidos, sólo lo dulce y sublime. Estas
manifestaciones existencialistas –por parte de los apologistas de la
insurrección del 52– denotan una visión romántica de este proceso político.
Este hecho puede ser atribuible a los propagandistas del
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que lograron “cementar”
exitosamente en la mentalidad colectiva la idea de que este partido desmoronó
el viejo orden social, cambiando drásticamente el control de la economía y del
poder, lo cual sirvió como base para reconstruir una nueva sociedad con nuevas
y diferentes perspectivas a través del voto universal, la reforma agraria, la
nacionalización de las minas y la reforma educativa.
Críticas a la revolución
Esta mirada “redentora” de la insurrección del 52 fue
tempranamente cuestionada por algunas voces críticas al régimen, pero, la
aplanadora cultural del MNR impuso una visión parcializada. En tal sentido, son
totalmente desconocidas las denuncias realizadas por Julián V. Montellano,
Mario Peñaranda Rivera, Hernán Barriga Antelo, Hernán Landívar Flores, Fernando
Loayza Beltrán y Hernán Ardaya Paz. Éstos revelaron la instauración de
los campos de concentración, hostilidad, destierros, persecuciones y violación
a los Derechos Humanos en nombre de la revolución. Estos desgarradores
testimonios no tuvieron eco –hasta el día de hoy– en los denominados “hijos y
nietos” del 52.
“Asilado político voluntario”
A finales de la década de los noventa, el escritor y diplomático
Raúl Botelho Gosálvez (1917-2004) publicó el libro intitulado Apuntes de
Escandinavia. Crónicas de viaje (Librería Editorial Juventud, La Paz, 1998).
Según indica el autor, el manuscrito estuvo pospuesto por varias décadas, “a
pesar de que transcurrieron bastantes años de aquel hecho, pienso que la
publicación de estos Apuntes de Viaje, escritos durante una visita de seis días
a Dinamarca, Suecia y Noruega, puede interesar a los lectores que quieran
leerlos con paciencia”, dice Botelho. Este curioso texto pasó desapercibido,
probablemente, por el desinterés que genera –al sector universitario e
intelectual– el adentrarse a latitudes ajenas y extrañas al mundo
andino-amazónico. Por otro lado, se puede advertir que los Apuntes de
Escandinavia son disímiles en calidad literaria, no llegan a equipararse, por
ejemplo, con la novela Altiplano (Editorial Ayacucho, Buenos Aires, 1945).
Un aspecto llamativo de estas crónicas de viaje, son los
breves fragmentos esbozados en el proemio del texto. El autor indica que
decidió salir de Bolivia (septiembre de 1952) como acto de protesta al gobierno
del MNR, que lo calificó de “seminazis criollos”. Raúl Botelho Gosálvez
solicitó asilo en Montevideo (Uruguay) bajo el epíteto de “asilado político
voluntario”.
Las razones que impulsaron al autor de Borrachera verde a
exiliarse fueron la repugnancia que imperaba “al título de Revolución Nacional,
un régimen descontrolado, sin parlamento, sin prensa libre, con padillas
compuestas por milicianos y barzolas, extracto de la canalla de las ciudades,
encargados de sembrar el miedo en el pueblo, violar los domicilios y matar
gente con la mayor impunidad, con campos de concentración para los opositores
políticos”.
Esta persecución política que hace referencia el autor, fue
sentida en carne propia cuando su familia fue dispersada y hostigada por el
hecho de que el diplomático y ministro Gabriel Gosálvez (primo hermano de la
madre de Raúl Botelho) fuese contendor de Víctor Paz Estenssoro en las
elecciones presidenciales de 1951.
En suelo uruguayo
En los años de permanencia en Montevideo, Botelho fue
colaborador en los diarios El País y El Plata; este espacio periodístico le
sirvió para “abrir allí una trinchera de batalla, inspirada por completo en un
patriotismo quijotesco y desinteresado, para denunciar por prensa cuanto
ocurría en Bolivia”. Según indica Raúl Botelho, por el año de 1957 “la
Scandinavian Airlines System convocó a un concurso nacional sobre el papel que
desempeña en la comunicación internacional la aviación comercial. Participé y
obtuve el primer premio consistente en un viaje de ida y vuelta en primera
clase desde Uruguay a los países escandinavos”. Fruto de ese viaje surgieron
los Apuntes de Escandinavia.
El testimonio de Raúl Botelho Gosálvez se adscribe a las
opacadas voces que criticaron a la denominada “epopeya” del 52. Es un tema
pendiente –hasta el día de hoy– para las ciencias sociales el abrir un espacio
de debate acerca de la verdadera magnitud que conllevó el gobierno del
MNR.
El plegarse acríticamente al dogmatismo heredado por el
movimientismo revolucionario hace estéril cualquier discusión que solamente
resalta calificativos rimbombantes como “redención”, “libertad”, “integración”
y “justicia”. Es necesario poner en cuestionamiento este período histórico y
ver la otra cara de la moneda que refleja atisbos de autoritarismo,
manipulación de los medios de comunicación, la instrumentalización del derecho,
intolerancia y un enorme fanatismo discursivo.
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