4 DE NOVIEMBRE DE 1964, BARRIENTOS Y OVANDO


Por: Tomas Molina Céspedes.

4 DE NOVIEMBRE, GOLPE MILITAR Y CAÍDA DEL MNR 

“… Casi al anochecer de aquel 3 de noviembre se supo que la guarnición del Gran Cuartel de Miraflores se había sumado al golpe de Barrientos. Todo seguía un libreto bien confeccionado y mejor ejecutado. Ante esta emergencia Ovando dijo al Presidente que iba al Gran Cuartel a poner las cosas en orden. El Presidente confiaba ciegamente en Ovando y  en su capacidad de movilizar el ejército en defensa de su gobierno. El libreto seguía su desarrollo. A las pocas horas llamó Ovando desde el Gran Cuartel de Miraflores y comunicó al Presidente que se hallaba secuestrado por los sus camaradas alzados. Paz Estenssoro recibió la noticia como un rayo que lo derrumbó. Recuperada la conciencia ordenó de inmediato a sus milicias rodear el Gran Cuartel y envió a su Secretario Privado, José Fellman Velarde, ir a dialogar con los alzados y agotar todo esfuerzo para conseguir la libertad de Ovando.
 Las horas de espera fueron tensas para el Presidente que se encontraba en  el Palacio de Gobierno.  Cerca  a  la media noche regresó Fellman con Ovando. Fugaz alegría. Ovando frente al Presidente le dijo: “A pesar de todos mis esfuerzos, la situación está perdida. Usted debe abandonar de inmediato el país, por unos quince días, hasta que yo logre controlar de nuevo la situación y después lo llamaré.  Un avión militar lo espera en el Alto. Lo importante este momento es salvar su vida y la de su familia”. Son tan convincentes y conmovedoras las palabras de Ovando, que Paz Estenssoro le cree, le agradece y acepta su ofrecimiento.
 Años después, Ovando declaró que Paz Estenssoro no regresaría a Bolivia ni en “quince siglos”. (Presencia, 14 de marzo de 1969)
 A las 6 de la mañana del 4 de noviembre se celebró en Palacio la última reunión de gabinete. En el Alto todo estaba preparado para el viaje. Ovando apura al Presidente. Cerca a las 9 de la mañana Paz Estenssoro salió de Palacio, diciendo a sus seguidores, allí presentes, que iba a inspeccionar los puestos de defensa de la revolución. La caravana de movilidades se dirigió al Alto. 
 A las 9.30 el Presidente, su familia y un par de Ministros están listos para partir. Ovando se acerca al Presidente y le da un largo abrazo,  por sus mejillas escurren unas lágrimas que se depositan en el negro gabán del Presidente, luego con tono entrecortado por la emoción, le dice: “Lamento mucho, mucho Presidente lo que nos está pasando, pero pronto usted estará de vuelta”.
 El séquito del presidente ingresa al avión militar y, casi de inmediato, la nave alza vuelo con dirección al Perú. Eran exactamente las 9.45 a.m.
 Al llegar al Perú Paz Estenssoro tuvo palabras de elogio para Ovando y declaró que en pocos días regresaría a Bolivia. “Esta vez  Paz Estenssoro –dice Alfonso Crespo—había tropezado  con su maestro”.    
 Ni bien el avión alzó vuelo, Ovando sacó de su bolsillo un manifiesto y pidió a sus ayudantes hacerlo llegar a los medios de comunicación. En dicho documento Ovando se declaraba Presidente de Bolivia. 
 Con esta actitud Ovando no sólo traicionaba a Paz Estenssoro, sino y sobre todo a su socio Barrientos. Pues, no estaba acordado con su socio autoproclamarse Presidente luego de la huída del Presidente. Allí surgió un primer conflicto entre los dos caudillos militares. Pero, Barrientos se la cobraría horas después. 
 Al día siguiente, 5 de noviembre, Barrientos llegó al medio día a La Paz y de inmediato bajó al Palacio de Gobierno, donde largamente parlamentó con Ovando. No se conoce lo que trataron, pero a las cinco de la tarde, Ovando y Barrientos, estaban lado a lado ante el Capellán del Palacio de Gobierno, Cnl. Adolfo Achá, que les tomó el juramento ante un crucifijo, una biblia, dos cirios y una fuerte guardia militar. El capellán vestido con traje de campaña, pronunció la fórmula del juramento de posesión de Barrientos y Ovando, como CO - PRESIDENTES DE BOLIVIA, a la que ambos respondieron: “Sí, juro”. 
 Luego, investidos ambos generales como Co – Presidentes, se dirigieron al balcón del Palacio de Gobierno, para dirigirse a la muchedumbre que colmaba la Plaza Murillo. Apenas apareció Ovando en el balcón y quiso hablar, la multitud le rechifló de manera ininterrumpida y feroz por varios minutos por haber hecho fugar a Paz Estenssoro. Por más esfuerzo que realizó Ovando para que se callara la horda enfurecida y le escuchara, los silbidos ensordecedores no paraban, acompañados de insultos y amenazas. Luego los silbidos se convirtieron en un ronco rugir de la multitud que empezó a corear: “Barrientos SÍ, Ovando No”, obligando a Ovando a retirarse.    
 Hay quienes, como el escritor Alfonso Crespo, señalan que Ovando, en aquellos cruciales minutos, sufrió otra desgracia; por el esfuerzo que hizo para que le escucharan se le quebró su placa dental, lo que lo obligó doblemente a retirarse del balcón.  
 Ajeno al drama que vivía Ovando, la muchedumbre seguía silbando y repitiendo estribillos en su contra hasta que  finalmente salió Barrientos y anunció que Ovando en un acto de desprendimiento acababa de renunciar a la Co – Presidencia, anuncio que fue recibido con aplausos y vítores al caudillo militar que se quedaba en el poder. 
 Así, acababa de terminar la Presidencia más corta de nuestra historia. Desde el momento de la posesión hasta la renuncia de Ovando, había transcurrido exactamente una hora. Y, lo que no supo ese momento Ovando, es que esa silbatina no había sido casual. Años después Antonio Arguedas, íntimo de Barrientos, en sus memorias confesó que la silbatina fue organizada en alianza con los falangistas por el Mayor Hugo Bozo Alcocer, ayudante de Barrientos.
 El flamante y único Presidente de la Junta de Gobierno, Gral. René Barrientos Ortuño, le había pasado la factura a Ovando, desplazándolo momentáneamente del Mando Supremo, al que posteriormente Ovando accedería por tres veces. 
 Ovando, a diferencia de Barrientos, no era hombre de discursos, era parco en el hablar, “cerrado de boca”, astuto, de largos silencios, hermético, melancólico, reconcentrado, tímido, desconfiado, cerebral e inclinado a los mensajes y a los discursos leídos antes que a los discursos arrebatadores…” (DEL LIBRO “LA NOCHE DE LOS GENERALES”)

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