(Por Gustavo Rodríguez Ostria)
A fines del siglo XIX Cochabamba, enfrentaba una fuerte crisis originada, como vimos, en las transformaciones del mercado emergente de la invasión de productos importados que coparon el mercado interno. Para entonces, la región se basaba en una agricultura de corte terrateniente y una economía artesanal. Los distintos grupos sociales tuvieron que darse modos para enfrentar la crisis. Más adelante veremos que hicieron los grupos dominantes de hacendados y comerciantes, por ahora nos centraremos en artesanos, pequeños agricultores e incluso empleados. Como a lo largo del tiempo, la migración desde Cochabamba fue el recurso que hombres y en menor grado mujeres usaron para intentar eludir la crisis de su región. Esta vez el destino fueron las salitreras de Tarapacá y Antofagasta, primero territorio peruano y el segundo boliviano, pero luego de la Guerra del Pacifico, transformado en chileno.
El salitre se exportaba por barco a Europa donde su usaba como abono natural y la elaboración de pólvora. El ciclo de migración boliviana se inició brevemente hacia 1868 y se desarrolló con altibajos hasta la gran crisis mundial de 1930. Los datos censales señalan que en Tarapacá estaban registrados 608 ciudada@s bolivian@s, en 1876 alcanzaban a 6.028. Muchos de ellos se enrolarían en las tropas que combatían a Chile; tal es el caso del Escuadrón “Loa”. En 1895 el número disminuyó a 5.817 y trepó a 15.652, para disminuir a 5.887 durante la crisis del salitre causada por la irrupción del producto sintético. Para 1930 sumaban los bolivianos y bolivianas 4.643 personas, que en su gran mayoría retornaron a Bolivia cuando el capitalismo entró en crisis y cerró sus fuentes de trabajo.
¿De dónde venían? Los censos salitreros lamentablemente solo registran el origen nacional, pero los testimonios orales recogidos por el historiador chileno Sergio González permiten dar cuenta que su origen era Cochabamba, en particular el Valle Alto, aunque también del Bajo. Parlantes en quecha, eran reclutados por “enganchadores” que les adelantaban salarios, viajaban a pie en largas jornadas que podían durar un mes desde Cochabamba a la costa del Pacífico. Con la llegada del tren desde Antofagasta a Oruro en 1892 el viaje se acortó, pero muchas familias, preferían seguir caminando con el apoyo de mulas. Una vez en las “oficinas” salitreras, verdaderos campamentos próximos a Iquique, aunque también en Antofagasta recibían una precaria habitación en barrios separados del resto de empleados. Los varones (Un 65% del número de migrantes) se encargaban de las duras tareas de extracción y refinado del mineral, pero también arrieros y cateadores; las mujeres (35%) en tanto buscaban trabajo como empleadas domésticas, costureras y vendedoras en los mercados. Su trabajo podía tomar formas estacionales, por las oscilantes crisis salitreras y porque much@s—poderoso llamado de la tierra— regresaban a Bolivia en la época de siembra y cosecha.
En las salitreras laboraban chilenos y peruanos, lo que supuso una fuerte sociabilidad e interrelación cultural y política, no libre sin embargo de tensiones nacionalistas, violencia y discriminación étnica a la migración boliviana, en un territorio recientemente ocupado por Chile y donde busca afirmar su presencia. Hubo también momentos cruciales en los que los bolivianos colocaron su identidad de clase encima de su origen nacional. En diciembre de 1907, trabajadores salitreros declararon la huelga y se presentaron en el puerto Iquique para reclamar por sus malas condiciones de vida y bajos salarios. Cientos de ellos fueron masacrados en la escuela “Santa María”, entre ellos bolivianos, que enarbolaban bandera tricolor y de quienes negaron a dejar a sus compañeros de otras nacionalidades.
El lenguaje y la acción política y sindical fue uno de los aprendizajes que los trabajadores bolivianos tomaron de su vida salitrera y trasladaron a Bolivia. Varios de ellos fueron organizadores de los primeros entidades laborales en las minas, los hermanos Arturo y victo Daza, hicieron lo propio en Cochabamba e incluso intentaron fundar el primer partido comunista. Cuando la crisis de 1930 los arrojó por cientos a sus lugares de origen, ellos y ellas desfilaron por las calles de Cochabamba enarbolando banderas rojas, según me contó el izquierdista y periodista Nivardo Paz. Los (y las) “pampinos”, sobrenombre que recibían por habitar la desértica pampa salitrera, trajeron además un mayor dominio de idioma español, el gusto por el fútbol y nuevas modas de vestimenta. Los hombres eran enviados por sus ternos y las mujeres por sus vestidos y botas. A cambio dejaron en el norte de Chile, bailes y músicas de carnaval, que aún se practican en la fiesta religiosa de •La Tirana”, y otras que han desaparecido o al menos se han reducido, como el consumo de la chicha y el “pijcheo” de la coca.
Estoy seguro que entre lectores y lectoras habrá quienes recuerden estas historias familiares de sus antepasados. Por favor compartirlas.
(Foto actual de la "Oficina" Humberstone y de una cofradía boliviana en Tarapacá(Chile) hacia 1907.)
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