LA DESCONOCIDA FOTOGRAFÍA DE TAMARA BUNKE EN LA PAZ


Por: Gustavo Rodríguez Ostria. 


 Tamara Bunke, alias Tania, alias Laura Bauer Gutierrez llegó a Bolivia en noviembre de 1964, procedente de Praga, vía Perú. En terminos del lenguaje  técnico y secreto de los servicios de inteligencia era una "durmiente"; es decir no era una espía ni una activista, sino  una persona que buscaba establecerse en el seno de la sociedad boliviana, hasta que le llegarán sus instrucciones. No presentaba un perfil de izquierda ni tampoco lucía interesada en la política boliviana o mundial. Nunca comentaba en público de los acontecimientos; tal era su "manto" o cobertura con el que se movía.


En La Paz en 1965, Tamara, Tania o Laura, como parte de su plan se relacionó con un grupo de artistas,  hombres y mujeres de la cultura. En la foto, que es una verdadera reliquia de excepción pues ella -por razones de seguridad-, evitaba ser retratada, fue tomada en el atrio de la Universidad Mayor de San Andrés(UMSA) el 8 de marzo de 1965. Acababa la celebración del Día de la Mujer, y ella,cartera en mano, salía del hemiciclo con Rosario Saravia(de quien tuve la fortuna de obtener la fotografia), que llevaba un ramo que seguramente le dieron durante el homenaje. Saravia, era una pintora autodidacta, a quien Tania se vinculó mediante el  conocido pintor Juan Ortega Leytón.


Ambas establecerán una buena relación, aunque Saravia nunca se enterará en qué trajines andaba Tania. La mujer de espaldas es la ceramista Yolanda Rivas de Plaskonska, que Tania acababa de conocer, y con quien luego tomará clases, quizá porque ayudaba a su disfraz, tal vez porque aliviaba su estrés o simplemente porque le gustaba.  En la casa de Rivas, en 1966, Tania se casará con Mario Martínez.


El niño es- vaya sorpresa!!!!!- Jean Claude Effiel Saravia, el hoy conocido productor de cine y televisión, que a sus cuatro inocentes añitos acompañaba a su tía Rosario, sin saber, como el resto, con quién se retrataba ni qué pensamiento de armas llevar se escondía detrás de la fachada fisica y social de la  extranjera. 


El retrato muestra a una mujer muy diferente a la esbelta y rubia rutilante que se movía años atrás en la RDA o en La Habana. Deliberadamente no busca ser atractiva ni convocar miradas masculinas.  Para resaltar su perfil anodino, ha engordado, teñido su cabello a negro y llevaba, como siempre, un traje insípido de tonos grises y negros. 


Lo único que no cambió fueron sus ojos, que nadie sabe exactamente si eran azules o verdes, tal parece que cambiaban de color según su estado de ánimo.

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