UNA FOTOGRAFÍA INCOMPLETA


Por: GUSTAVO RODRIGUEZ OSTRIA


Pese a sus innegables consecuencias en la formación del estado-nación en Bolivia, la historia de la Guerra del Pacífico, sobre bases nuevas, está por hacerse. Aún predomina, en las celebraciones y consignas, el enorme peso de la magna obra que Roberto Querejazu publicará en 1879, justo para conmemorar el primer centenario de la invasión chilena al puerto de Antofagasta. Su enfoque, acorde a las corrientes positivistas prevalecientes en la época se rinde a la política y aún un enfoque militar de la guerra. Con ello deja de lado, o solo toca tangencialmente, la cuestión del sujeto combatiente y si se quiere del núcleo participante en la contienda. ¿Quiénes estuvieron involucrados no solo en la lucha de vida y muerte del combate, sino en alimentar a la tropa, en vestirla, curarla y amarla? El ejército boliviano en campaña fue social y racialmente heterogéneo e incluso, en una perspectiva más amplia de la noción de tropa, diverso en términos de género. Un 90% de los cerca de 10.000 movilizados procedían del mundo artesanal y laboral mestizo e indígena urbano y solo el resto (y minoritario) 10% los criollos blancos y mestizos encumbrados. Reproduciendo las jerarquías de la sociedad oligárquica boliviana, los primeros se desempeñaban como soldados y los segundos como oficiales, y estaban mejor armados, montados a caballo, vestidos y alimentados con mayor abundancia y calidad que la numerosa gente a su mando. Lo novedoso era que la tropa iba acompañada— en un número que no es posible precisar— de mujeres de sectores populares e indígenas llamadas “rabonas” y “vivanderas”, que cargaban bártulos, hijos e hijas, además de ropas, ollas y vituallas. Su rol era alimentar y socorrer a sus compañeros. 

La historia de la tropa y su séquito familiar, que podríamos llamar lo nacional- popular en la guerra, está aún por escribirse. La foto que acompaña a este texto inaugural, titulada “Héroes de Cochabamba muertos defendiendo la honra nacional en guerra contra Chile”, desnuda, pese a su valor, esta omisión. Todos proceden de los sectores dominantes locales, de terratenientes e importantes comerciantes. La región en abril de 1879 movilizó rumbo a Tacna(Perú), sede del cuartel  general boliviano, a centenales de soldados, aglutinados en batallones como el “Aroma”, Viedma”, “Padilla” y el  escuadrón “”Junín”. Además partieron los Rifleros del “Vanguardia” que entre 160 a 200 “jóvenes decentes”, iban montados a caballo y comandados por Eliodoro Camacho. Ya en Tacna se juntarían, aunque por diferencias regionalistas no se diluirían ni unirían, a los integrantes del regimiento “Murillo” de paceños y orureños y a los “Libres del Sur”  de potosinos, aiquileños, cinteños e incluso cruceños y benianos. Todos, hijos de familias de alcurnia, que conformarían la “Legión Boliviana”. 

El 26 de mayo de 1880 tendrían su bautizo de fuego en las arenas del “Campo de la Alianza” en las alturas de Tacna en la batalla contra las tropas chilenas que decidiría el curso de la guerra y que resultó adversa para las fuerzas de la alianza entre Bolivia y Perú. La foto corresponde solo a los oficiales criollos caídos de los batallones de Cochabamba y entre ellos figura Mariano Arze, nieto de Esteban Arze. Aquel día, sin embargo, decenas de los 1.500 soldados cochabambinos, artesanos y trabajadores, fallecieron o fueron heridos. Al atardecer las “Rabonas” tendrían la penosa tarea de recorrer el ensangrentado campo de batalla, lúgubre por los cadáveres y los gritos de los heridos, buscando enterrar a sus muertos o curar a sus heridos.

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