“RECIBIERON FUEGO CONCENTRADO DE FUSILES Y AMETRALLADORAS,
SIENDO EN POCO TIEMPO DESTROZADAS LAS DOS COLUMNAS PARAGUAYAS EN EL FUNESTO
DESFILADERO...”
“CONSTATARON 300 MUERTOS PARAGUAYOS, PERO SEGURAMENTE MUCHOS
MÁS QUEDARON EN LOS BARRANCOS Y QUEBRADAS”
FEBRERO 1935 - Guerra del Chaco
El 4 de febrero de 1935, el Comando en Jefe, recibía el
siguiente parte inicial: "Frente a Reg. Manchego y Reg. Campero, enemigo
muéstrese activo habiendo sido rechazado en todos sus intentos de
reconocimiento". Durante las jornadas posteriores estas acciones se
repitieron y extendieron hasta la quebrada de Cuevo.
Una semana después se produjo el primer ataque formal,
comenzó al amanecer de un día oscuro, pues caía una lluvia torrencial y
persistente que debió parecer providencial a los comandantes paraguayos. Las
unidades atacaron con todo vigor y los defensores pudieron percatarse con
claridad del intento paraguayo de envolver rápidamente su flanco derecho, por
la mayor densidad de soldados que trepaban el cerro.
Igual que en Villa Montes, no tenían apoyo artillero y los
soldados paraguayos lanzaban con profusión granadas de mano. Sin embargo, el
día anterior, una fracción paraguaya, avanzando por una zona desguarnecida
había conseguido escalar sigilosamente la serranía e infiltrándose entre
Ñancorainza y Sipotindi, llegar a la senda de comunicación donde cortó el cable
telefónico y destruyó un puesto de abastecimientos y otro sanitario.
El día 9 de febrero de 1935, comenzaron a llegar los
primeros refuerzos y la artillería y las armas livianas entraron en acción con
gran eficacia desde sus dominantes posiciones y el enemigo era contenido en su
intento de seguir fracturando la defensa y penetrar en profundidad.
Los Regimientos Chuquisica y Chichas, cumplían esta misión y
la lucha llegaba a contornos muy sobresalientes. Por su parte el Manchego
reorganizado y al mando del Tte. Edmundo Nogales, se había replegado a las
alturas de la serranía defendiendo los pozos de Ñancorainza y tomaba la
iniciativa rechazando al enemigo, causándole muchísimas bajas.
El Cnel. Enrique Vidaurre menciona que es en Ñancorainza,
donde el empleo de las ametralladoras livianas, condujo al éxito de una acción
que presentó escenas impresionantes y a la que se denominó por los prisioneros
paraguayos, que allí fueron recogidos "Del funesto Desfiladero", en
ese sector, donde los paraguayos efectuaban un ataque frontal, al mismo tiempo
que dos columnas igualmente paraguayas de más de trescientos hombres se
internaron en el desfiladero por una faja que parecía un claro en nuestras
filas y tomaron una quebrada que baja de la serranía de Aguaragüe, por en medio
de cortes casi perpendiculares.
Ascendía una de las columnas por el norte y la otra por el
sud. Después de recorrer unos dos kilómetros junto al abismo recibieron un
fuego concentrado de fusiles y ametralladoras livianas, siendo en poco tiempo
destrozadas las dos columnas, quedando en poder de los defensores del
desfiladero a más de los prisioneros, ocho ametralladoras pesadas, cuarenta y
cinco livianas, treinta y dos pistolas-ametralladoras, un mortero y setecientos
veinticuatro fusiles.
El Gral. Juan Lechin en su libro La Batalla de Villamontes,
refiere que las tropas del Reg. Manchego, ya en la cumbre misma, ocupando las
posiciones que habían preparado anticipadamente, habían conseguido desplegarse
y situarse en sus bases de partida para el contraataque. Este se inició al
amanecer del 10 de febrero con tal empuje y decisión que provocó el rápido
desprendimiento de las tropas enemigas y su repliegue en descenso
(Ñancorainza).
Al atardecer las unidades bolivianas habían conseguido
restablecer la línea de posiciones que sostenían el dia 8. La acción de los
regimientos de refuerzo, comandados por los pocos oficiales que los
encuadraban, fue de competencia en bravura y eficacia al enfrentar al
adversario luchando, por primera vez en la guerra, en el ambiente que les era
propio.
Según informes del Comando en Jefe y nuestras tropas,
constataron 300 muertos paraguayos, pero seguramente muchos más quedaron en los
barrancos y quebradas inalcanzables.
Puede estimarse que las bajas totales de la D.9 paraguaya
alcanzaron siquiera a una tercera parte de sus efectivos.
El general paraguayo Estigarribia comentaba sobre estos
sucesos lo siguiente:
“Nuestras tropas escalaron la montaña y lograron interceptar
el único camino de que disponía el enemigo desde Ñancorainza hacia su base, el
pueblo de Ybo. Pero el día 10, los nuestros fueron desalojados nuevamente por
un poderoso contraataque enemigo, que ocupaba las posiciones dominantes del
punto de nuestra irrupción. Sufrimos muchas bajas. Así pagábamos tributo a
nuestra inexperiencia en la guerra de montaña”
Asimismo el día 11 de febrero de 1935, según menciona el
Gral. Juan Lechin en su libro La Batalla de Villamontes, los paraguayos estaban
resueltos a tomar o alcanzar las alturas de Ipati, y para ello habían efectuado
demostraciones de fuego y potencia de armas automáticas, la lucha se realizaba
en forma encarnizada, se producían bajas por ambos bandos, los Regimientos
paraguayos San Martín, otro de zapadores y el 15 de infantería, con un efectivo
total de unos 3.500 a 4.000 combatientes, efectivamente lograron llegar hasta
ellas tras intensos combates, pero a la larga y a través de los días
transcurridos fueron también desalojados, dejaron más de 200 muertos y muchos
heridos que haciendo muchos sacrificios se los llevaban, armamento y
municiones.
“RECIBIERON FUEGO CONCENTRADO DE FUSILES Y AMETRALLADORAS, SIENDO EN POCO TIEMPO DESTROZADAS LAS DOS COLUMNAS PARAGUAYAS...
Publicada por Historias de Bolivia en Domingo, 14 de febrero de 2021
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