EL CADAVER DE PANDO
Todo comenzó con el descubrimiento del cadáver de José Manuel Pando, el 20 de junio de 1917, en el fondo del barranco de Huichincalla, de 30 metros de altura, cerca de El Kenko.
Pando había llegado ahí la tarde del 15 de junio de 1917, iba de regreso a La Paz desde su finca en Catavi. Había partido el día anterior y, tras pernoctar en la hacienda Machacabú, continuó su camino con el objetivo de estar en la urbe paceña el 16, fecha en la cual tenía que apadrinar un matrimonio.
La primera autopsia que se realizó al cadáver de Pando (que duró alrededor de tres horas, según publicó El Diario el 26 de junio de 1917) determinó que el militar había muerto por conmoción cerebral y por lesiones profundas en la parte izquierda del tórax. Este resultado hizo que, en junio de 1919, se absolviera a los acusados, pues no había crimen. Sin embargo, los periódicos afines al Partido Republicano y los diputados opositores, obligaron a rehacer la autopsia. Defendían la tesis de que el suceso había tenido un móvil político.
LOS ACUSADOS
Sonríe melancólicamente. Es el más joven de los condenados (…). Pulcramente vestido, de mediana estatura y complexión casi atlética, Alfredo Jáuregui tiene aún la energía de la juventud y su vehemencia a pesar de los diez años de sufrimientos e inquietudes constantes”. Así describía la antigua La Razón, el 25 de octubre de 1927, al más joven de los cuatro sentenciados a muerte por el supuesto asesinato del general y ex presidente de la República José Manuel Pando. El periódico relataba el sorteo de la jornada anterior para determinar sobre cuál de los condenados se aplicaría la pena. En aquella época, el Código Penal indicaba que, si los sentenciados eran menos de diez, sólo moriría uno de ellos, y sería el azar el encargado de determinar cuál. “Aparatoso y emocionante fue el sorteo de los presos. El bolillo siniestro le tocó a Alfredo Jáuregui”, fue el titular de la crónica del periódico.
El joven, que en el momento del supuesto crimen tenía 16 años, pasó una década tras las rejas y fue ejecutado. El hermano mayor, Juan, su tío Néstor Z. Villegas y el telefonista y guardavía de la línea de El Kenko a La Paz, Simón Choque, eran los otros tres reos. En ese orden sacaron del ánfora los salvadores bolillos blancos. Antes de meter la mano en la urna, en último lugar, Alfredo ya sabía que la suerte estaba echada. Él pagó los platos rotos del Proceso Pando.
Según ha quedado escrito en la historia, y asumido por buena parte de la sociedad boliviana, los Jáuregui fueron los que perpetraron el asesinato del exmandatario, muerto en junio de 1917. Los republicanos, comandados por Bautista Saavedra, acusaron al presidente de la República, el liberal José Gutiérrez Guerra (ganador de las elecciones del mes precedente), de haber armado el magnicidio.
ÚLTIMOS MINUTOS
Después de ser trasladado de san Pedro, al lugar de la ejecución, en el polígono de la aviación de ejército. A la hora convenida el reo se presenta vistiendo traje negro con chaleco, polainas, sombrero y abrigo. Había pasado en la cárcel toda su juventud y quiso vestir con elegancia el ultimo de sus días.
Jauregui reconfortado por un sacerdote da la cara, Alguien le entrega una guitarra. Toma asiento sobre unos adobes, frente al pelotón de gendarmes con sus fusiles listos y empieza a cantar algún huayño, un bailecito , pero las letras se le cruzan. Se pone de pie otra vez, mirando al infinito, como aguardando una providencia inesperada que le libre del tormento de la muerte. Vuelve a testimoniar inocencia;
-“¡Tu eres testigo Virgen de Copacabana, de que soy inocente, Illimani, tu eres testiugo…¡”
EL FINAL
Luego de declarar su inocencia, se decide al fin enfrentar su cruel destino. Vuelve a sentarse, no quiere sacarse el sombrero ante la muerte que no cree merecer. Escucha la seca sucesión de órdenes. “Pelotón…¡ Apunten…¡ Fuego…¡ El ruido de la descarga de ocho fusileros. Vuela el sombrero por los aires. El corazón que le han colocado en el lado izquierdo no ha sido tocado. Su cuerpo sangrante se convulsiona. Es necesario que el sargento que comandaba el pelotón se acerque y le dispare el tiro de gracia en la cabeza.
LA MALDICIÓN
Culpable o inocente, el caso es que la maldición de Alfredo Jauregui cayó sobre quienes lo juzgaron y condenaron. Y el trágico conjuro afecto a las de una generación.
Zenón Aliaga vecino de Achocalla, vinculado al partido liberal y acusado como autor intelectual y material del crimen se suicida de un balazo cuando el juicio es reabierto con el gobierno republicano. Sus hijos varones compran un bote de goma, lo llevan hasta una laguna en Achocalla y allí se ahogan. Su hija muere loca.
Francisco Soto Polar, peruano, acusado de haber sido parte del grupo que apaleó a Pando. Huyó a Chile y en Valparaíso un tranvía le trozó las piernas, condenándolo a vivir el resto de sus días sobre un carrito de madera.
José Gutiérrez Guerra, se dijo que fue el autor intelectual del asesinato del Gral. Pando. Derrocado en 1920 huyó a Chile. Perdió el resto de su fortuna que en otro tiempo fue enorme. Vivio en el limite de la pobreza en Antofagasta y murió solitario antes de cumplir 60 años. Nadie se había percatado de su ausencia durante varios días. Hallaron su cuerpo en avanzado estado de descomposición en el baño de la pensión donde vivía.
Los abogados de la acusación: Salomón Nogales, salía de una habitación de su domicilio, resbaló y murió desnucado. Echeverria, salía del Biógrafo París, tropezó con el riel del tranvía, cayó, cuando lo llevaron a su casa había fallecido.
El presidente Hernando Siles pudo ser clemente con Jáuregui, pero por cálculo político no lo hizo. Cayó en una cruenta revolución. Su residencia fue asaltada por una turba y sus hijos menores tuvieron que asilarse en una embajada frente a la casa saqueada.
El fiscal Luis Uría, vivó con la pesadumbre del caso Pando. Su hijo Luis Uría de la Oliva corrió triste suerte, cuando el 21 de julio de 1946, una turba enloquecida lo arrancó de su oficina en el Palacio de Gobierno y luego de cruel tormento lo colgó junto al presidente Villarroel, de quien era secretario.
Con información de:
Jáuregui contra el pasado. El apellido se limpia con historia. Candela, Gemma. La Razón 21 de abril de 2013.
La historia del siglo xx en Bolivia. Enfoques.
Foto: La Razón.
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