DE LA DEMOCRACIA AL MILITARISMO. LA PRORROGA DE HERNANDO SILES REYES (1926-1930) (Parte I)

 

Siles y su gabinete. (Wikipedia)

Por: José Antonio Loayza Portocarrero / septiembre de 2019.


Antes de hablar de la prórroga del Gobierno del Dr. Hernando Siles, hablemos de su Gobierno, y digamos sin desprecios que su acción fue buena, modernizó y ordenó el sistema financiero por recomendación de la Misión Kemmerer, promulgó la ley del Banco Central, reestructuró el Banco de la Nación, el Presupuesto Nacional, creo la Contraloría General de la República y la Ley de Aduanas. Esta misión llegó a Bolivia con una legión de técnicos en hacienda pública, aduanas, ferrocarriles, contabilidad, administración fiscal, y prácticas bancarias. Como fruto de ello, se cristalizó la Reforma Monetaria, la Ley General de Bancos, la reorganización del Banco de la Nación Boliviana, el Tributo de la Propiedad Inmueble, el Impuesto a la Renta proveniente de Servicios Personales, la Ley Orgánica del Presupuesto, la creación del Tesoro Nacional y de la Contraloría General, más otros proyectos referentes a tarifas, pasajes, recargos, reglamentos, y otras reformas orgánicas que en su conjunto modernizaron la administración pública.

Edwin Walter Kemmerer, no admitió que nada evite su función fiscalizadora. Veía molesto que cualquier alteración rompa la rutina y evite su estudio. Salamanca, decía con ironía: “Kemmerer nos muestra una biblia cerrada y nos dice ésta es tu fe”. Otros decían que Kemmerer era un agente siniestro. Pese a las censuras, se dictó un conjunto de medidas y de normas coherentes para dar orden a la administración pública, se creó la Comisión Fiscal Permanente para el control de impuestos, la Cédula de Identidad Personal, y otros logros necesarios y de novedad que era imposible que agrade a la Rosca minera, que veían con mal ojo las reformas, y desde ese momento buscaron excusas, y la mejor, fue sacarlo a Siles.

El hábil y mandibular abogado, el Dr. Tomás Manuel Elio, manifestó molesto ante la Comisión Fiscal del Ministerio de Hacienda, ¡que Kemmerer revisó los libros contables de Patiño y encontró que pagó menos impuesto que el correcto!, y manifestó con total desparpajo, que presentó contra el Estado un recurso de nulidad, porque “¡jamás habían pagado impuestos sobre sus utilidades al Estado boliviano!” Pero además de ese cinismo que va junto al poder, ¡confesó que manejaban una doble contabilidad, y dividían con matufias a La Salvadora y a la mina de Huanuni, dándole utilidad a una y pérdida a la otra para compensar sus pagos!, y para el colmo, o para el colmo de los colmos: ¡El Tribunal falló en contra del Estado boliviano!

¿Qué hubiera sido —pregunta René Gutiérrez Guerra, en su libro Reforma Tributaria en Bolivia−, si las empresas mineras hubieran pagado según la Ley 1919, el impuesto del 8% de acuerdo a las utilidades líquidas declaradas. Sin duda hubiera habido un caos, porque la Compañía Llallagua sólo pagó el 6%, Soux no pagó nada, Patiño el 4%, Penny Duncan el 3%, Huanchaca el 7%, es decir, ¡la Ley para ellos era un poema griego! ¿Pero qué hubiera sucedido si al transferir o fusionarse las empresas hubieran inflado su capital, de seguro todas hubieran aparecido con un capital conveniente al que declararon para pagar un impuesto inferior al que legalmente debían pagar. Aun así, la minería estaba alarmada por los ajustes efectuados por Kemmerer, porque sus medidas no les permitía burlar al Fisco.

El mandato presidencial de Hernando Siles, comenzó el 10 de enero de 1926 y debía terminar el 10 de enero de 1930, como mandaba la constitución. Pero los sectores más próximos al presidente comenzaron a sugerir y a proponer la prórroga del mandato, y Siles cayó en la trampa de sus aduladores que prepararon la cochinada. A través de una ley interpretativa, el congreso de entonces prorrogó el mandato presidencial de Siles desde el 10 de enero de 1930 hasta el 6 de agosto de 1930, es decir 7 meses más, pero lo ingenioso de este plan, era convocar inmediatamente a una asamblea constituyente para modificar la constitución, y luego a través de elecciones acceder nuevamente a la presidencia, con esta idea por supuesto iba a quedarse varios años más, no los 4 años de mandato de la constitución.

Como todo estaba meticulosamente preparado, los mismos amigos de Siles, por supuesto condicionales, se resintieron al no obtener cada uno el interés que perseguían. Después de varios días de violentas represalias y de un andar convulso y revolucionario, se formó una comisión de amigos formada por el partido de gobierno para visitar a Siles y ordenarle a quemarropa que renuncie; Siles negó. Los caballeros más sinceros le rogaron por la amistad que los unía, como Daniel Sánchez Bustamante, Tomás Manuel Elio y Carlos Calvo, y él siguió negando. Pero el 29 de junio de 1930, se escuchó desde la calle un grito imperativo, y al rato empezó un tiroteo y murió un estudiante, una enfermera, una monja, y hasta su esposa fue herida en un brazo. De pronto voltearon su puerta y saquearon su casa, destrozaron la biblioteca, los trofeos, los muebles, la cristalería, los tapices, los cuadros, las lámparas, trajes y vestidos, y fue imposible detener a los que destruyeron el piano de concierto Stenway, que se retorcía en el fuego chisporroteando un allegro que concluyó con un ceniciento adagio final.

Previendo todo, Patiño había donado el Palacio de Portales (similar a su residencia en Andresy-Paris), a la "Fundación Universitaria Simón I. Patiño", creada con la colaboración del pedagogo George Rouma, y dirigida por el primer presidente del directorio don Daniel Sánchez Bustamante, bajo el noble objetivo “Ayudar al estudiante suministrándole los recursos que la fortuna le negó”. La institución funcionó bajo el lema: "Amor al trabajo y respeto a la ley", y se financió con el sobrante del millón de pesos con la que Patiño financió la revolución de junio que derrocó al Dr. Hernando Siles, y que sirvió para que los liberales, la logia masónica y los universitarios, destruyan y saqueen el domicilio del derrotado que estaba a pocas cuadras del edificio de la Patiño Mines.

El triunfo de la caída de Siles, no fue el festejo del pueblo, el pueblo fue el tonto útil que ejecutó aquella vil proeza. Coincidentemente, los mismos “asaltantes” que conformaron a las pocas horas del golpe el prominente gabinete ministerial, fueron “casualmente”, los mismos que alentaron a Siles a que renuncie, y fortuitamente, ¡los mismos que nombraron a una Junta Militar para hacerse cargo del Gobierno! ¿Era coincidencia, era incidencia, o era una vulgar indecencia, porque veamos quién ganó la batalla, por supuesto no eran los mineros de Siglo XX, que creyendo que hacían patria, aplicaron su propia propedéutica, y asaltaron las pulperías, descuartizaron la sala de máquinas, y salieron en busca de los administradores a los que no alcanzaron. Mientras tanto el gobierno distribuía la propaganda comunista que tenía preparada contra los agitadores. José E. Rivera, apoderado de Patiño en Bolivia, mandó a una comisión y a 300 soldados para investigar los hechos que ellos mismos provocaron.

De ese modo ganó la oligarquía y su mejor aliado el militarismo para el beneficio de un tercero: Patiño, quien lo sacó al Gral. Carlos Blanco Galindo de su Compañía de Luz y Fuerza de Cochabamba, para que haga un cortocircuito a su favor, y nombró Ministros a Oscar Mariaca, Tomás Manuel Elio, Filiberto Osorio, Carlos Calvo, Daniel Sánchez Bustamante, y a otros ornamentos políticos para hacer una preciosa cornamenta que tope a la resistencia, y la resistencia, era siempre el pueblo.

El principio del orden es respetar el precepto constitucional, o la voz del soberano, de modo que a la prorroga no le siga el derrocamiento, y al derrocamiento al encumbramiento de un tercero ignorado. Parece ligero, pero es así el eterno retorno a la reincidencia oclusiva.

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