— En 1987 se
publicó el libro “Relación Histórica y Sociológica de Episodios de la Guerra
del Chaco” (Criterio Ediciones, Asunción 1987), cuyo autor es el paraguayo
Carlos Pastore, quien durante la Guerra del Chaco se desempeñó como Jefe dela
Sección de Correos y Claves del Estado Mayor del Ejército Paraguayo en
operaciones.
La “Introducción”
de dicha obra fue escrita por Juan Guillermo Peroni en su condición de
Secretario General Interino y 2º Jefe de Transporte de la Marina de Guerra
Paraguaya, el cual relata muy brevemente la descarada ayuda del gobierno
argentino a favor del Paraguay para descifrar las claves con las que se
enviaban lo mensajes telegráficos y radiotelefónicos de origen boliviano.
Por otro lado, la
contratapa de este libro, señala que Carlos Pastore también estaba a punto de
publicar un nuevo libro en el que se describiría ciertos hechos (secretos
militares en su momento) que decidieron el curso de la Guerra del Chaco, entre
ellos la ayuda argentina en el servicio de claves del Ejercito Paraguayo.
Lastimosamente, debido a la presión de Stroessner dicho libro no pudo ser
publicado (Libro; El “Traidor” de Adrián Ignacio Pignatelli, Pag. 69)
El contexto
completo de dicha “Introducción”, es la siguiente (págs. 11, 12 y 13):
“INTRODUCCION
LA CRIPTOGRAFIA Y
LA MARINA EN LA GUERRA DEL CHACO
Por Juan Guillermo
Peroni (*)
Este libro de Carlos
Pastore, que se ocupa de la Guerra del Chaco, se refiere en varias
oportunidades a la contribución del Servicio de Criptografía prestado por la
Marina Paraguaya y por el Departamento respectivo del Estado Mayor del Ejército
en Campaña, suministrada a la República durante la preparación y ejecución de
la contienda chaqueña. Ya algunos años antes, un destacado connacional, que
ejercía el cargo de Director de Correos y Telégrafos, pudo interceptar un
mensaje boliviano que demostraba el propósito de agredir al Paraguay, cuyo
conocimiento prestó un invalorable servicio a nuestro país, que no estaba
todavía bien preparado para la guerra. Nos referimos a don Aníbal García,
prematuramente fallecido en el destierro.
Ya iniciada la
guerra, y con fecha 1º de noviembre de 1933, nuestro Embajador en la Argentina,
Dr. Vicente Rivarola, transmitió a la Asunción el texto de un mensaje que el
Presidente Salamanca remitió al General Kundt, fechado el 17 de octubre del
mismo año, y la inmediata respuesta de Kundt del mismo día. En su mensaje,
Salamanca expresa su preocupación por el curso de la guerra y Kundt trata de
tranquilizarlo atribuyéndole la información que Salamanca poseía a “personas
sin responsabilidad”. El texto de ambos mensajes puede verse en el 1 Tomo de las
Memorias Diplomáticas, pág. 28-29, del Dr. Vicente Rivarola (Imprenta López,
año 1957, Buenos Aires),
Dichos despachos
habían sido traducidos por el Estado Mayor del Ejército argentino y nadie sabe
–que nosotros conozcamos- cómo llegaron a las manos del diplomático paraguayo.
Pero la ocasión dio lugar a que pocos días después de conocidos estos mensajes
por el Comando del Ejército Paraguayo, arribaran a la Asunción tres señores
vestidos de civil, pero con estampa visiblemente militar, que eran expertos en
Criptografía, lo que nadie sabía, pertenecientes al Ejército argentino, cuyos
nombres ni se conocieron y que pensamos que aún ahora no han sido
identificados.
La llegada y
actuación de la delegación argentina se mantuvo en el más riguroso secreto, al
punto de que dentro del Departamento de Marina se ignoraba la misión que traían
y la tarea que de ellos se esperaba.
El Director del
Departamento de Marina, Capitán de Corbeta Don Manuel T. Aponte, desalojó su
espacioso despacho y se mudó a una habitación más reducida para que los
comisionados argentinos y sus colegas paraguayos pudieran trabajar con más
comodidad.
El Capitán Aponte
designó a ese efecto a los siguientes oficiales: Tte. 1º de Marina Humberto
Infante Rivarola, Tte. 2º de Marina Julio Martínez Ramella, Guardia Marina
Felipe Quevedo. A ellos se agregaron más adelante el Guardia Marina Ceferino
Solís y el Sub Oficial Emilio Tenace.
Este grupo
distinguido de connacionales tenía la misión de aprender el difícil arte
—entonces totalmente desconocido en nuestro país— que permitiría a contribuir a
proporcionar información al Comando paraguayo sobre los propósitos y
movimientos del Ejército boliviano.
Militares
argentinos y paraguayos, encerrados en dicha habitación, reunían centenares de
despachos telegráficos y radiotelefónicos de origen boliviano, que examinaban
con extrema atención durante días y noches enteras. Dormían y comían en la
misma habitación. Mediante un sistema conocido, según el cual hay letras en el
alfabeto que se repiten con mucha más frecuencia que las demás, después de una
tarea agotadora, descubrían las claves enemigas.
El procedimiento se
renovaba casi mensualmente por la razón de que el Estado boliviano sustituía
las claves casi todos los meses.
Así era como
durante los primeros diez días de cada mes el trabajo era ímprobo hasta aclarar
los criptogramas cuyas copias se remitían por avión expreso a Comanchaco. No
faltaban las exigencias del Ministro Víctor Rojas y del propio Comanchaco que,
en momentos difíciles, necesitados de información, urgían el envío de noticias
para confirmar o modificar los planes que tenía a la vista o adaptarlos a las
maniobras proyectadas y en ejecución.
Durante los dos
últimos meses del año 1933, argentinos y paraguayos trabajaron intensamente, al
cabo de los cuales los oficiales argentinos regresaron a su país y los
paraguayos se encargaron de resolver solos los problemas que se creaban.
En enero del año
1935 fue enviado a Comanchaco el Tte. 2o. de Marina Felipe Quevedo para formar
parte del equipo de criptografía que allí funcionaba, incorporándose al mismo
tiempo el Aspirante a Oficial Manuel Peña Villamil. Y aproximadamente en la
misma fecha fue destacado al Chaco, como combatiente en la Región del
Pilcomayo, el Tte. de Marina Ceferino Solís,
De este conjunto
valeroso de marinos paraguayos, sólo sobrevive el Tte. Solís, hoy en retiro,
con el grado de Capitán de Corbeta. Infante Rivarola, con el grado de Capitán
de Navío, falleció hace dos años. Martínez Ramella, que sobresalía por su
inteligencia y extraordinaria capacidad, murió en plena juventud de un derrame
cerebral que probablemente algo tuvo que ver con la pesada y extraordinaria
labor que tuvo que desarrollar. Felipe Quevedo también murió ya hace muchos
años. Tenace también falleció.
La oportunidad de
la aparición de este libro es propicia para recordar, una vez más, la
colaboración que la Argentina prestó al Paraguay, gracias a la buena voluntad
de los Generales Agustín P. Justo y Manuel Rodríguez, y del Almirante Pedro
Casal, Presidente, Ministro de Guerra y Ministro de Marina de aquel país,
respectivamente, a los militares que nos enseñaron la ciencia del descifrado,
que quedaron en el anonimato, y a la Marina de Guerra que prestó ese
invalorable servicio a la República, que muchos desconocen.
Asunción, 1º de
abril de 1987
(*) Secretario
General Interino y 2º Jefe de Transporte de la Marina de Guerra Paraguaya.”
CRÉDITOS: #Natalio Zegarra Ribera
#AprendiendodelaGuerradelChaco
https://www.facebook.com/groups/236893383149433
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