Fragmento del trabajo de la tesis de frado titulado: Ni tan
caudillos, ni tan bárbaros: política y economía en la presidencia del General
Pedro Agustín Morales Hernández, 1871–1872”. De Pastor Rafael Deuer Deuer. /
UMSA 2018.
Pedro Agustín Morales Hernández, hijo de Pedro Morales y
Antonia Hernández, nació en la Paz el 11 de mayo de 1808. Casado con Petrona
López, hija del General Ignacio López -ó Francisco López (O’Connor, 1913)- ,
tuvo dos hijos: José Agustín y Mercedes. Fue uno de los fundadores del ejército
boliviano en 1826. Se trataba de un joven de temperamento inquieto y nervioso
que, como la mayor parte de los jóvenes de la época, se sintió atraído por la
vida militar. Comenzó su carrera oficial en el Ejército organizado por el
General Andrés de Santa Cruz en 1830, quién le otorgó el grado de Subteniente
en 1835, destinándole a su Ayudante de Órdenes (Morales,1926; Díaz, 1929).
Demostró el temple de su alma militar en las campañas de la
Confederación mostrando constantemente admirable bizarría, ardor, sangre fría y
audacia y dando pruebas de un valor y una decisión nada comunes. En los
combates de la campaña del Perú “adquirió la reputación de valiente” (Sanjinés,
1880). En una citación en una orden del día, y por opinión unánime de todos los
jefes y oficiales del Ejército, Andrés de Santa Cruz lo nombra como “Valiente
entre los valientes”(Morales, 1926; Díaz,1929; Iturricha, 1975). Envuelto en
las persecuciones políticas a su suegro, el General López, se retiró a la vida
privada hasta la caída del Mariscal de Zepita. Tomó parte en la revolución de
Tupiza del 9 de febrero de 1839. En 1840 fue nombrado Coronel y Comandante
General de Potosí. Durante la administración del Mariscal José Ballivian
desempeñó muchos cargos hasta que fue nombrado Comandante General de Cochabamba
en 1847.
Mientras vivía en dicha ciudad, dedicado al comercio, en los
primeros tiempos de la administración Belzu, era amigo de éste, hasta que
estalló la rebelión militar del 10 de marzo de 1849. Una semana después, la
plebe frustró la rebelión; mató al jefe de la sublevación –Coronel Juan Lafaye,
pariente suyo– y se dedicó al saqueo de algunas casas y almacenes (Lanza,
1850). Uno de los almacenes saqueados fue el de Morales. Este, presentó un
memorial al Congreso de 1850, reclamando una indemnización de 167.388 pesos,
calculada en base a declaraciones de testigos, inventarios y comprobantes. Esta
era la cantidad que, aseguraba, había perdido durante el ataque de la turba
(Morales, 1926). El Congreso le negó la solicitud, exasperando a Morales quién
vio en este hecho la mano de Belzu a través de su Ministro de Hacienda, Rafael
Bustillo.
Se lo acusó como autor del atentado contra Belzu en la
Alameda de Sucre en la tarde del 6 de septiembre de 1850; este suceso nunca se
aclaró completamente y tuvo fuertes consecuencias en su vida. Si bien se puede
entender esta acción como una represalia a la negativa de la indemnización
solicitada, hubo otros móviles políticos detrás del atentado. Un Consejo de
Guerra lo condenó a muerte por el interno de magnicidio y el Congreso lo puso
fuera de la ley. Logró escapar al Perú, desde donde no perdió ocasión de hacer
apología del intento de tiranicidio (Morales, 1851). Según opinión de su
sobrino este exilio frustró sus planes políticos (Lafaye, 1873). Volvió al país
en 1857 como parte de la Revolución que entronizó a Linares. Sirvió en la
administración de éste hasta que se adhirió al golpe de estado gestado en el
Sur, apoyando a Ruperto Fernández. No queda claro lo que sucedió para que
decidiera rebelarse contra Linares. Cuando Fernández se rebeló contra Achá, a
quien había contribuido a colocar en el poder, Morales fue parte de este
efímero Gobierno, con el carácter de Jefe Superior, Político y Militar del Sud,
desde el 30 de noviembre hasta el 4 de diciembre de 1861.
Fue elegido Diputado por Sucre a la Asamblea Ordinaria que
se reunió en Cochabamba en 1864. Esta Asamblea, luego de una discusión agria y
acalorada en la que los amigos del Gobierno manifestaron su prevención y saña
contra Morales, observando sus credenciales, no lo recibió en su seno (Morales,
1926). En represalia a este hecho y mostrando lo impulsivo y emocional que era,
tomó parte en la revolución de Melgarejo. Su victoria en el combate de Oscara
–31 de enero de 1865– contra las fuerzas constitucionales del Sud mandadas por
los Generales Ávila y Velasco, sirvió para asegurar a Melgarejo en la
Presidencia del país. Merced a este hecho de armas fue ascendido a Coronel.
Este era el típico “pago” con que se recompensaba a los que apoyaban a un
caudillo: ascenderlo de grado –si era militar– y proveerle de algún cargo
importante en la nueva administración.
Poco tiempo después se ordenó juzgarlo como conspirador:
Mariano Melgarejo, un hombre tremendamente desconfiado, celoso de su arrojo y
popularidad lo hizo someter a un juicio que lo condenó a muerte. Se le conmutó
esta condena, por influencias de jefes y oficiales de alto mérito, confinándolo
en el Norte de La Paz, en la provincia Caupolicán, de donde escapó al Perú
donde se refugió por segunda vez. En este país fue nombrado Cónsul de la
República de Bolivia en el Callao el 10 de noviembre de 1867 (Morales, 1926).
No se puede entender el nombramiento de Cónsul en un país que cobijaba a los
enemigos de los gobiernos bolivianos, a un individuo que había sido indultado
de una pena de muerte y que había huido de su país. Es una maniobra muy
arriesgada otorgar ese nivel de confianza a un conspirador, a menos que se
trate de una maniobra para mantenerlo lejos y así evitar cualquier intento de
sublevación. Parece ser que la idea de “mantenerlo a raya” era acertada ya que
durante dos años se lo tuvo contenido: Morales ocupó el cargo de Cónsul hasta
octubre de 1869. En esta fecha declaró su propósito de derrocar aquel “ominoso
Gobierno”, iniciando una expedición sobre la frontera de Bolivia, la misma que
fracasó porque las autoridades peruanas lo capturaron (Sanjinés, 1880).
Finalmente, el 22 de noviembre de 1870, al mando de otra expedición subversiva,
entró al país encabezando las fuerzas que luchaban para derrocar a Melgarejo.
El 15 de enero de 1871 luego de un sangriento combate en La Paz, todos los
participantes en esta acción de armas lo designaron -de manera unánime – como
Presidente de la República.
Links relacionados:
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