Santa Cruz, entre 1927 - 1929. (Deutsche fotothek) |
Tomado de: Historia del Movimiento Obrero Boliviano (1923 -
1933), de Guillermo Lora.
La agria polémica habida en la capital oriental entre Adolfo
Flores y José Peredo (Erlando) durante los años 1918 y 1919, fue resumida por
el segundo en un folleto 1. Esta circunstancia permite arrancar del olvido un
importante hecho de la historia del socialismo boliviano.
Adolfo Flores, que, como se ha indicado, concluyó siendo
ministro de Saavedra en un período trágico para el movimiento obrero, comenzó a
difundir las ideas socialistas en 1916, constituyendo en Santa Cruz el primer
esfuerzo en este sentido. Flores se había hecho marxista en la Argentina, a
donde se trasladaba periódicamente.
A diferencia de los numerosos partidos socialistas que
aparecieron en el interior del país, el socialismo cruceño creció bajo el ala
protectora del Partido Socialista argentino de Palacios y Dickman; habiendo
sido la única influencia que recibió.
Se llamó Partido Socialista a secas y su suerte quedó
definida por la no siempre rectilínea conducta de su fundador, cuya capacidad
intelectual y amplia cultura no pueden ser puestas en tela de juicio. Comenzó
publicando el periódico llamado “El Socialista” y su actividad propagandística
desembocó en la formación de la “Biblioteca del Obrero Cruceño”, que lanzaba a
la circulación pequeños folletos.
En 1917 aprobó su Programa mínimo (siempre dentro de la poco
correcta diferenciación de objetivos mínimos y máximos que hacía la
socialdemocracia), que se publicó en el número uno de “El Socialista”. Se trata
de un catálogo de reivindicaciones democráticas que tienen como eje la pureza
del sufragio universal. Una de sus consignas más temerarias era la “escuela
laica”, tema preferido de nuestro liberalismo. Los socialistas cruceños, al
igual que los argentinos, confiaban que la acción parlamentaria y municipal les
permitiría llevar felicidad a las mayorías y estructurar una nueva sociedad.
Atinadamente Peredo se remonta al modelo porteño para atacar al partido de
Flores.
El flamante partido presentó candidatos en las elecciones
municipales de 1919. Vale la pena reproducir su plataforma electoral:
1.- Salario mínimo de dos bolivianos diarios o 60.- Bs.
mensuales para todos los obreros que trabajen por cuenta de la municipalidad o
de contratistas o empresarios de servicios públicos municipales. 2.-
Organización permanente, libre de todo gravamen, para la venta en calles, plazas
y mercados de todos los artículos alimenticios. 3.- Vigilancia (“contralor”
dice el original) por la comuna sobre la clase, medida y precios de los
artículos de consumo. 4.- Provisión de libros, útiles escolares y ropas a los
alumnos que lo soliciten. Creación de restaurantes escolares para iguales
casos. Fomento de los deportes al aire libre. 5.- Prohibición de conceder el
uso de sitios públicos (veredas, calzadas, plazas) para la venta de bebidas
alcohólicas. 6.- Prohibición de venta de bebidas alcohólicas en locales donde
se vendan otros artículos. 7.- Impuesto sanitario con carácter de licencia a
las tiendas de bebidas alcohólicas, mínimo de Bs. 200.-. 8.- Reforma del
régimen impositivo municipal. “Atribución de la Municipalidad para establecer
un impuesto progresivo sobre el valor del suelo libre de mejoras. 9.-
Efectividad de las ordernanzas sobre salubridad y ornato.
No se puede poner en duda que los socialistas ofrecían
realizar, desde el gobierno comunal, modestísimas reformas. Los adversarios del
nuevo Partido vieron en este hecho una trampa preparada deliberadamente para
cazar incautos. El resultado de las elecciones fue adverso a los candidatos del
Partido Socialista y este se apresuró a denunciar, en mitin público, el fraude
electoral. Hablaron médicos, abogados y un artesano. Sólo este último centró
sus críticas al régimen de la propiedad privada y la despótica explotación del
capitalismo.
Adolfo Flores y sus seguidores atacaron frontalmente la
indiferencia del pueblo cruceño ante su sistemática propaganda y creían que se
debía al alcoholismo y otras formas de degeneración que dominaban el escenario.
Esta actitud acentuó el aislamiento de los socialistas y la resistencia de las
masas. En Santa Cruz siempre ha flotado en el ambiente la idea de que los
blancoides son una raza superior con referencia a los collas. “Se nos llama
extravagantes, nos dicen hasta locos... por nuestras bizarras ideas, nuestro
altruismo en favor de los desheredados”, habría expresado uno de los oradores
del Partido.
Las seguidores de Adolfo Flores repudiaron públicamente la
huelga y “la revuelta” como métodos de lucha de las masas y proclamaron,
haciendo suyas las palabras del argentino Dickmann, al parlamentarismo como el
único medio de efectivizar “el poderío político” de los obreros y neutralizar
su “debilidad económica”. Sin embargo, cuando estalló una huelga de carniceros
las autoridades y los portavoces de la derecha se apresuraron en señalar que
esa era la consecuencia de la prédica socialista en Santa Cruz.
La dirección y hasta los cuadros medios estaban constituidos
por intelectuales y profesionales, pero el Partido Socialista logró arrastrar a
las capas más valiosas del artesanado. Este primer ensayo de organización del
socialismo cruecño concluyó con la defección de Adolfo Flores, que se hizo
saavedrista. Los discípulos se dispersaron silenciosamente.
No se tienen noticias de que el Partido Socialista cruceño
se hubiese interesado en coordinar sus movimientos o unificarse con los
partidos de izquierda que se movían en otras regiones del país.
Peredo dice que si bien Flores comenzó propagando un
socialismo moderado, no tardó en degenerar “en anarquismo, nihilismo y
bolchevisnmo”. No ha sido posible encontrar pruebas de esa radicalización y si
ocurrió nos parece que fue la respuesta del intelectual aislado en medio de la
indiferencia.
Lo que sí es remarcable es la campaña de “El Socialista”
contra los abusos que cometían los reenganchadores de peones con destino a las
estradas gomeras. En manos de los hacendados los trabajadores eran reducidos a
la condición de esclavos. Este hecho es suficiente para justificar la existencia
del Partido Socialista en Santa Cruz.
Si bien los intelectuales socialistas abandonaron el
escenario, la bandera quedó replegada en manos de los obreros y volvió a
flamear cuando éstos se organizaron sindicalmente.
La Federación Obrera del Trabajo de Santa Cruz creyó de su
deber llevar hasta el seno del grueso de las masas la voz orientadora de los
intelectuales de izquierda. En vísperas de la guerra del Chaco, cuando la FOT
estaba timoneada por Elíseo Vaca Franco y Pablo Castro, fue invitado a ocupar
la tribuna el universitario de izquierda Federico Jofré.
El orador sostuvo que la causa del malestar social debía
buscarse en la desocupación y miseria (productos de la crisis mundial y del
latifundismo), y también en la medida represiva llamada “ley de defensa
social”. Estaba convencido que la tarea de los intelectuales no era otra que
dirigir al pueblo hacía su liberación: “que la clase más capacitada, el
organismo joven de la nación mueva al pueblo y lo conduzca al puesto del deber
para el resguardo de sus instituciones y para la defensa de sus derechos,
imponiendo las formas y procedimientos que respondan a las necesidades del
país” 2.
Después de constatar la crisis de los partidos tradicionales
de su labor corruptora frente a los obreros, no propone formar el partido
obrero, sino la “unión obrerouniversitaria”, a fin de que pudiese realizar una
efectiva acción socialista.
Jofré desea algo muy diferente a todas las experiencias
pasadas y, por esto mismo, se niega a formular un programa principista, porque
dice que una de las debilidades bolivianas es darse programas con y sin motivo.
Sin embargo, no puede menos que enunciar una plataforma de reformas inmediatas:
“Que el pueblo trabajador no vea con indiferencia dilapidar
los fondos fiscales y repartir el terreno entre los latifundistas y
capitalistas”; que el mejoramiento de las condiciones de vida corresponda al
progreso industrial; que no se permita vender impunemente el territorio
nacional a los países vecinos; impuestos proporcionales y desgravamen de los
artículos de primera necesidad; aumento de salarios; “disminuición de la
mortalidad infantil y de la criminalidad”; desarrollo del sindicalismo,
“organización de comités y centros obrero-universitarios de cultura, educación
y resistencia”; ganar bancas en el parlamento, “para librar al pueblo de la
expoliación fiscal”; emancipación de la mujer, etc. Considera que Bolivia está
madura sólo para una serie de reformas y no así para la revolución social, cuyo
advenimiento dice desear vivamente el conferencista. “No es que yo proclame la
revolución social, no. No es hora todavía, a pesar de todo. No es hora.
Felizmente para esta nuestra desgraciada patria, no lo es. Ella vendrá cuando
la clase imperante se obstine en mantener este estado de cosas...”
Sostiene que los obstáculos para la materialización del
socialismo son los siguientes:
1.- La falta de sinceridad de los que aparecieron como
paladínes del programa obrero, la traición de los jóvenes universitarios que
concluyeron alineándose junto a la reacción. 2.- La actitud pesimista de la
masa obrera, corrompida por los clubes electoralistas. 3.- La campaña
antisocialista del clero. 4.- El que las mayorías no consideran una necesidad
la inmediata transformación social.
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1 José Peredo (Erlando), “El Socialismo”. Artículos
publicados en “El País” de Santa Cruz”, La Paz, 1920.
2 Federico Jofré, “La crisis de nuestra democracia y la
acción obrero-universitaria”, s. f.
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