Agosto 31.
Incorporados los dispersos en la mañana de este día,
permanece la tropa acampada a las orillas del Rhin, lavando y secando su ropa.
De paso, se práctica una prolija inspección de armas.
El Rhin es otro curiche profundo, de agua clara, y tiene un
hermoso puente de más de 100 metros, de astillas de palmera. Se considera
también como afluente del Abuná.
Algunos oficiales y soldados piden permiso a su Jefe para
adelantarse y llegan estos al “Arroyo del Tigre”, donde forman su campamento.
Es aquí donde por primera vez contemplamos la esbelta y elevadísima palmera
llamada Azahí, cuyo tallo puede abarcarse con la mano; y llama la atención,
porque el tronco se forma de una red de raíces y filamentos colocados en orden
simétrico y que le dan exactamente la forma de una torre de Eiffel.
Septiembre 1.
A horas 5 a.m. el Batallón que, el día anterior acampó en el
Rhin, se pone en marcha y llega a horas 7 a. m. al Arroyo del Tigre. Los que se
habían adelantado y pernoctaron en dicho Arroyo, no pierden el tiempo; y,
después de una marcha, fatigosa por el sol abrasador, llegan los primeros à
Santa Rosa, a orillas del suspirado Abuná, donde hay galpones espaciosos y
chozas de siringueros, de la casa Suáres Hnos., que ha trasladado a este punto
su personal y hasta el escritorio de Palestina.
La tropa, a cuya cabeza vienen sus Jefes, llega a horas 12
m. y acampa a la sombra de la arboleda.
La distancia recorrida, es como sigue: de Palestina al Pez,
6 leguas; al 2° Crucero (Mercier) 4 leguas; al Rhin 4 leguas; al Abuná 5; total
19 leguas.
El camino, bastante espacioso, mide tres y cuatro metros y
ha sido abierto por la casa Suárez.
La vegetación es asombrosa por su elevación y corpulencia.
Los árboles son tan gigantescos que para ver la copa de ellos, es menester
echarse muy atrás. Sobresale entre todos el Zamahuma, cuya altura media puede
calcularse de 35 á 38 metros. Cerca de la base, se bifurca el tronco en varios
compartimientos, á especie de grandes estribaciones, en cuyos huecos pueden
albergarse cómodamente veinte personas.
En general la flora de estas regiones es la misma que la del
Oriente boliviano, pero mucho más desarrollada. En cambio, la fauna parece
agotada, por los siringueros, que son implacables cazadores, como que en sus
largas excursiones por los bosques, buscando siringales solo se mantienen de la
caza.
No hemos visto en el trayecto un solo cuadrúpedo ni aún
reptiles; y de aves, solo escuchamos el canto del siringuerito.
Septiembre 2.
Desde temprano empieza la tropa a cruzar el Abuná á la
margen izquierda, en una pequeña canoa, donde solo caben seis personas;
operación que termina después de medio día; y entonces desfila por un sendero
estrecho y tortuoso que serpentea por la cima de un barranco, erizado por
arriba de malezas y espinos que desgarran la ropa, y por abajo de troncos
caídos y raíces, que retardan la marcha. Este trayecto, siguiendo siempre a
corta distancia del río hasta llegar a una pequeña barraca llamada Bella Vista,
es de dos leguas, abajo de Santa Rosa.
En la imposibilidad absoluta de atravesar a lomo de bestia
este trayecto, se decide el Teniente Coronel Canseco a bajar por agua en la
canoa y casi naufraga; porque la corriente se halla obstruida por enormes
árboles caídos, cuyas ramas alcanzan a la otra margen que no dan paso ni por
encima ni por debajo. Y, un naufragio en este río es inevitablemente fatal aún
para los mejores nadadores.
El Abuná es de un cauce profundo y estrecho, sus barrancas
son elevadas y cubiertas de altas malezas y árboles de ramas inclinadas sobre
la corriente, à especie de cipreses de Cementerio. El aspecto es tétrico é
infunde una invencible tristeza, una melancolía inexplicable.
Así debió ser aquel río de la mitología griega, el
Aqueronte, que Carón cruzaba en una débil barca llevando los muertos a los
Infiernos.
Y como si las aguas del Abuná estuviesen prohibidas para los
mortales, nadie puede bañarse sino con mil precauciones, porque las orillas
están repletas de un cardumen de rayas, peces de forma circular en cuyo centro
o cabeza tienen una zaeta a guisa de puñal con la que producen terribles
heridas en los pies. Además, hay millares de caimanes que viven en acecho de su
presa; las voraces palometas y las anguilas eléctricas o ignotus que descargan
en las aguas su potencia eléctrica y matan así al incauto nadador.
Poco antes que nosotros llegásemos al Abuná, habían pasado
por allí un religioso y un joven argentino de los que formaron parte de la
expedición del Dr. Muñoz y regresaban del Acre. No encontrando en el puerto a
quien pedir la canoa para cruzar el río, se lanzaron a nado y cuando el
religioso alcanzó a la orilla opuesta, ya no pareció su compañero: se había
ahogado silenciosamente, sin producir el menor ruido, paralizado en medio río
por la descarga eléctrica de las anguílas.
Como se sabe, el Abuná desemboca en la cachuela Ararás, una
de las rompientes del Madera, que son el infierno de los navegantes de aquel
río, sembrado de mil suplicios.
Todavía, las márgenes del Abuná, desde la desembocadura del
río Negro, están habitadas por los feroces salvajes Caripunas.
Dicen que más abajo, cerca del Madera, hay playas extensas y
pintorescas.
Los bosques del Abuná son ricos en siringales, en todo su
curso y mayormente en las cabeceras, que se forman de los ríos Chipamanu y
Boimanu los cuales reunidos forman el Caramanu, que más abajo toma el nombre de
Abuná (1)
Estos bosques, están cortados en diversas direcciones por
picadas o sendas de trabajadores, para ir de un centro a otro.
Los centros no son otra cosa que chozas o cabañas de
trabajadores, situadas en los centros de los bosques donde se encuentran por
grupos o aisladamente los árboles de sifhonía elástica para su inmediata
explotación.
Los picadores se levantan a las cuatro de la mañana, durante
las dos épocas de “fábrico” al año y con una pequeña hacha o (machadiño en
portuguez) hacen una ligera incisión en la corteza del árbol, del cual sale una
corriente de sabia o leche como la llaman por el color, que se va depositando
en la “tichela”, o taza de lata que penetra fácilmente en la corteza, para
recibir el codiciado líquido. Al mismo tiempo se hacen otras incisiones en
distintos sitios del mismo árbol; y así sucesivamente avanza el picador por el
bosque hasta las nueve de la mañana en que, emprende el regreso recogiendo la
leche y vaciándola en los baldes para en seguida proceder a la coagulación en
un “buyon” al calor de fuego lento, producido con las cáscaras de almendras o
cualquier palo resinoso. La humaza que se produce de la boca del “buyón”, sirve
para condensar la leche alrededor de un palo que el siringuero hace girar,
hasta agotarse el líquido, vaciándolo poco a poco a modo de hacer velas y
concluir su bolacha. Al día siguiente aumenta el tamaño de ésta y en los
subsiguientes, hasta que resulta una bolacha de tres a cuatro arrobas. Cuando
ya tiene muchas, manda el patrón à recogerlas.
Esta operación de los picadores, solo requiere trabajo hasta
medio día. El resto del tiempo, lo emplea en dormir si es perezoso o en
cultivar su pequeño chacarismo, de donde se provee de maíz, plátanos, yucas,
etc.
Se ha observado que las mujeres son mejores picadoras que
los hombres, pues por la suavidad con que pican el árbol, no lo hieren
demasiado ni estragan por tanto los siringales y tampoco se huyen, como suelen
hacerlo ellos con frecuencia, cuando están muy adeudados con el patrón.
Con esta ligera digresión sugerida por la naturaleza de la
industria que se desarrolla en estas regiones de la Patria boliviana, volvamos
a nuestro asunto principal.
A la hora de lista se advierte la falta de un Sargento que
probablemente se ha extraviado siguiendo cualquiera de las numerosas picadas
laterales. A eso de las diez de la noche se oye un tiro lejano de rifle y
pensando que puede ser él, se le contesta del campamento con otros; y como
también contestan del bosque, no cabe duda entonces que es el Sargento. Se le
llama con la corneta, con interrogación de guerrilla y sigue dando tiros, pero
no se aproxima. Llegase a descubrir que, a corta distancia hay algunos centros,
de dunde indudablemente los fregueses se entretienen en hacer fuego.
(Continuara…)
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Referencias:
1 -No es por demás indicar la etimología de estos ríos, en
lengua Araona:
Chipamanu cuyo verdadero nombre indígena es tri-pamanu,
significa: mánu, -rio, -tripa, -es una pequeña fruta, negra, de palmera,
semejante a la uva, de la cual hacen chicha los indígenas y que es abundante en
aquel rio. De consiguiente su origen es: río de las frutas de palmera.
Boimanu, corrupción de Murimanu: manu-río; -múri, mojado; o
río mojado.
Taguamanu; tahua, —dos; manu, rio o dos ríos, aludiendo á
este y al Manuripi.
Manuripi; mann, río; ripi chico o sea río chico.
Manutata; manu río; tata grande, respetable, -superior a los
demás ríos o sea Madre de Dios.
N. del A.
Tomado del libro: “La revolución del Acre” de José Manuel
Aponte R.
Foto-postal: trasporte de las bolachas de goma. Rio Beni, Bolivia.
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