Este artículo originalmente fue publicado en:
monioblitas.blogspot.com, en Abril de 2007.
A sus 95 años el General Alberto Paz Soldán todavía puede
volar. Lo hace cada vez que alguien golpea la puerta de su memoria, donde
atesora sus experiencias como aviador en la Guerra del Chaco. En 1935 fue
nombrado por el Senado, Héroe Nacional y en 1996 fue elegido Personaje Notable.
Es el único sobreviviente de su escuadrón y el único de los cadetes de su
generación que llegó ascender al generalato (1965). “Qué por qué me hice
piloto? Porque amo el peligro”, dice en presente, mientras le brillan los ojos
azules, que conservan la energía del joven piloto.
Un auténtico piloto de guerra
El General pone las reglas en la entrevista y habla primero
de lo que él quiere hablar. Le gusta mandar y se nota. No en vano recibió
durante gran parte de su vida una rígida educación militar, “prusiana, con
instructores alemanes ”, describe con un entusiasmo que confirma que ciertos
hombres han nacido para ser guerreros. Nacido en 1911 en Cochabamba y casado
con María Luisa Zegarra, también cochabambina, con quien tuvo tres hijos, Tito,
Olivia y Jorge, Paz Soldán ingresó al Colegio Militar cuando apenas había
cumplido 15 años. Durante más de 16 estudió becado en distintas academias de
Europa y fue escogido como uno de los mejores pilotos del país. Al terminar la
guerra, trabajó varios años como piloto en el Lloyd Aéreo Boliviano.
“Soy el único sobreviviente, un piloto auténtico, he volado
50 tipos de aviones, hablo quechua, aymara, italiano e inglés”. Para
comprobarlo nos da la bienvenida cordial en los cuatro idiomas. Dice que
aprender a obedecer las reglas que conserva hasta ahora en su vida cotidiana y que
también inculcó a sus hijos, como disciplina férrea, horarios a cabalidad y
ningún exceso, le ha permitido bordear el siglo, pero aunque se aprecia
claramente qué es lo que determina su personalidad, también hay espacio para la
sensibilidad y se emociona profundamente cuando recuerda sus días en la guerra,
pero también cuando habla de su infancia junto a sus 10 hermanos. “Mi infancia
fue maravillosa, teníamos varias tierras y había abundancia de alimentos:
lechería, quesería, abejas; de los hermanos, tres fuimos a la guerra. Todos
sobrevivimos.” Sin embargo es imposible alejarnos mucho tiempo del tema que ha
sido su motor siempre: “Mi vida está plasmada en función a esa guerra
enigmática y trágica que le tocó vivir a mi generación, eso ha repercutido mucho
en mí, me ha educado en un nivel práctico, difícil, peligroso”.
Memorias de un guerrero
Desafiando al tiempo, el General Paz Soldán tiene grabada
cada una de las estrategias que su escuadrón siguió durante la guerra. Recuerda
que el ejército paraguayo tenía 40 aviones y el boliviano 60, y que volaban día
y noche sobre el llamado infierno verde, los arenales recalentados por la furia
del Chaco donde combatían los dos ejércitos.
Los pilotos eran oficiales de alto rango. El Ejército había
invertido en su formación varios miles de dólares, incluyendo becas a distintas
academias militares en Europa. Paz Soldán estudió en Italia, Alemania y EEUU.
“En Tiestre (Italia) hice un curso de alta acrobacia aérea, después pasé a otra
sección que se llama aviación de asalto, con aviones Fiat, Breda y Caproli.
Luego a la Escuela de Guerra Aérea y soy oficial diplomado en esa escuela
italiana. Después fui a Alemania, para comprar aviones y volé los Junker, los
aviones alemanes que quería la Fuerza Aérea Boliviana. Cuando regresé, me
enviaron a Estados Unidos, estudiaba inglés en la noches y por ello pude
conseguir esa beca, soy oficial aéreo graduado en ese país”.
Durante cuatro años, Paz Soldán sobrevoló lo que llama “zona
del petróleo”, toda la franja petrolera de Santa Cruz, Choreti, Camiri, Cuevo,
Villamontes y Yacuiba. “Eran 320.000 kilómetros cuadrados y a mis compañeros y
a mí nos asignaron hacer una cobertura aérea de todo ese terreno. Yo tenía 22
años. Han habido grandes acciones en la guerra: Strongest, El Carmen,
Villamontes, Campo Vía, Ballivián, Boquerón, en todas ellas yo tomé parte”.
Del alba a la penumbra, los aviones salían por turnos para
distintas maniobras como informes, fotografía aérea, croquizado aéreo,
bombardeo, transporte, enlaces, etc. “Los aviones son los ojos del comando, el
servicio que se llama inteligencia aérea. Cada día volábamos programados de uno
a dos aviones. En el Altiplano esa exploración se hacía con caballos, pero
cuando los llevaron al Chaco no sirvieron, así que entraron los aviones a
reemplazar a la caballería”, explica. Los aviones que se piloteaban eran
costosos, algunos con un valor de 50.000 dólares de ese entonces, equivalentes
aproximadamente a un millón de ahora. Los pilotos debían manejar perfectamente
esas máquinas. ¿Cuál era el secreto para poder pelear volando?, el General es
tácito: “el piloto tiene que tener un don que le da la naturaleza, podía ser un
hombre muy inteligente, pero sin ese don, no podía volar. Yo fui favorecido por
la naturaleza y así da la casualidad de que soy el único sobreviviente de mi
escuadrón, los demás murieron en tierra o en aire. La artillería antiaérea bajó
a cuatro de mis compañeros en Villamontes”.
Pero no es una casualidad la sobrevivencia del viejo
soldado, sino el resultado del éxito que tuvo con la estrategia que usaba para
combatir: “atacaba a los aviones enemigos por la cola, me colocaba atrás, un
poco alto, y los bombardeaba, unas veces los batía, otras escapaban, a mí casi
me matan una vez porque me perforaron las alas y el fuselaje. Cuando llegué a
la base, tenía 16 impactos de bala. Bombardeábamos objetivos lucrativos,
fortines, camiones que llevaban tropas, que llevaban agua, columnas de carros
tirados por bueyes”, se entusiasma. “En los combates aéreos hay que tener
valor, hay que tener conocimiento táctico, hay que ser un profesional, el sol
tenía que darme en la espalda y yo atacar por la cola y disparar, si bajas o te
bajan, esa es la suerte. Casi caí prisionero cuando estaba aterrizando en una
base en Picuiba, que no sabía que había sido tomada por los paraguayos, ellos
tenían sombrero y los bolivianos teníamos gorras, mi observador me informó de
que habían tomado la pista los paraguayos por ese detalle, así que le metí a
todo motor, despegamos de nuevo y escapamos por gracia de Dios”, sonríe.
Por cierto, Paz Soldán tampoco fue herido ni hecho
prisionero. Salvo por una bala que le arrancó el tiro de su anteojo de aviador,
pudo salvarse varias veces. “Te nombran Héroe por una suma de varias hazañas,
en mi caso por varios combates aéreos en Picuiba, en Algodonal, muchos de estos
combates, junto a valerosos pilotos, eran vistos por los vecinos desde sus
casas. El peligro era continuo, en tierra con combates a bayoneta, en el aire
con batallas aéreas donde el peligro empezaba cuando comenzaba a girar la
hélice del avión”.
Una vida de orgullo
El viejo General, que vive ahora en el barrio de Irpavi en
La Paz al cuidado de uno de sus hijos, asegura ser uno de los pocos beneméritos
que no tiene quejas económicas, “en términos generales, los beneméritos de la
Guerra del Chaco, la clase tropa, se queja de miseria, de una pensión pobre, de
mala atención médica, aunque yo no me puedo quejar porque vivo bien nomás,
tengo una pensión vitalicia”. Paz Soldán, tío del escritor Edmundo Paz Soldán,
también ha escrito varios libros, entre ellos Conducción de la Guerra del Chaco
y Poder Aéreo, además de varios análisis militares y tácticos de esa contienda,
y está por presentar una publicación que todavía guarda en secreto y que lleva
a cabo con la complicidad de su hijo Jorge.
El General sabe que ha llegado el momento de hacer un
balance de su vida, y está satisfecho con ella, “he llevado una vida pura y
sacrificada, de respeto a la Patria y de honradez. En la guerra me he
preocupado mucho para que mis subalternos no caigan prisioneros por
irresponsabilidad o falta de habilidad mía. Nunca he permitido que mueran ni
caigan prisioneros por mi culpa porque tenía la capacidad suficiente de
protegerlos”, sostiene orgulloso. “Me hice aviador porque Dios quiso y porque
me gustaba el peligro. Me sentía feliz volando solo sobre ese océano aéreo que
era el Chaco”, recuerda. Para el veterano soldado la milicia es un apostolado,
“es entregar tu vida al Estado y si mueres, mueres. Además tienes que ir a la
guerra con la voluntad de combatir y de morir, sin miedo”. Y si hay algo que le
ha faltado toda su vida a este hombre es, definitivamente, miedo. Eso es lo que
hace a un héroe.
Defensa Aérea de los Pozos de Camiri
Por: Gral. Alberto Paz Soldán*
“El ejército paraguayo fracasa en su ofensiva a Villamontes
y maniobra por Boyuibe y la Quebrada de Cuevo para tomar la región petrolera.
La aviación paraguaya desde Ibamirante, bombardea nuestra población civil de
Charagua, destruyendo el hospital y resultando varios muertos y heridos.
Bombardea nuestras posiciones defensivas del sector central y el norte del
Parapetí, poblaciones del Bañado del Izozoe, y así gana la superioridad aérea.
En Cuevo, el Comando del Cuerpo de Ejército Central,
articula la defensa de la región de los pozos de petróleo de Camiri. En su
composición orgánica dispone de un escuadrón de aviones Curtiss
cazabombarderos. El escuadrón aéreo organizado está conformado por siete
pilotos: Mayor Luis Ernst, Tenientes Alberto Paz Soldán, Claudio López, Luis
Paredes Loza, Luis Soria, José Chacón y Sinecio Moreno. El escuadrón emplea
siete cazabombarderos armados con seis bombas y tres ametralladoras cada
uno.
La zona aérea está dividida en bases aéreas nucleares en
Villamontes, Tarija, Machareti, Cuevo, Choreti, Charagua, Cabezas, Lagunillas y
Santa Cruz, además de otros campos de aterrizaje de emergencias. El escuadrón
Ernst realizó sistemáticos bombardeos de saturación y hostigamiento sobre la
avanzada aérea de Ibamirante. Sus aviones no despegaron, pero su artillería
antiaérea hizo varios impactos que causaron averías. Salimos de su alcance con
rangos de velocidad y plafond. Se neutralizó la actividad aérea de la aviación
paraguaya, se mantiene la superioridad aérea. El escuadrón de cazabombarderos
gravita sus acciones defensivas sobre Boyube, la garganta de la Quebrada de
Cuevo y el Boquete de Yoay (sic). La defensa se apoya en las serranías de
Aguaraque y Tarimacua, de sur a norte a 800 metros de altura sobre el nivel del
mar, imponentes murallas infranqueables. El frente de batalla de Boyuibe a
Oquitas, fue el horizonte donde la resistencia boliviana escribió una página de
gloria. Al Presidente Daniel Salamanca no le fue posible salir al río Paraguay
y al General Estigarribia escalar las estribaciones andinas. En el escudo
geográfico de Bolivia, quedaron los pozos de petróleo de Camiri.”
*Recuerdos de un eslabón de la cadena de acciones aéreas en
diferentes frentes de batalla. Del 1 de enero al 14 de Junio de 1935.
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