El pronunciamiento revolucionario del Alto Perú, por sus
características fue un movimiento total de la Nación en armas, en ellas
lucharon hombres, mujeres y niños, todos dieron su vida por la idea común de
Patria, los hombres, mujeres, sacerdotes, funcionarios, criollos, mestizos e
indios, unificaron esfuerzos en esta epopeya. Entre 1809 y 1810 la guerra de
guerrillas en el Alto Perú tuvo una significación diferente que la librada en
el noroeste argentino, la geografía y el carácter de la lucha le dio
singularidad a la misma; esta era cruel y sanguinaria, al tiempo que era
heroica por sus sacrificios y hazañas; se caracterizó por la humildad de sus
caudillos y su arrojo, sucumben y aparecen otros, brotan de las montañas y del
seno de las selvas y los bosques; son exterminados, vencidos y martirizados,
pero ellos jamás se extinguen pues fueron fecundando en la sangre de otros el
ideal de patria y libertad; los historiadores hablan de más de 102 caudillos
que actuaron en esta lucha heroica y que solo 9 sobrevivieron; los 93 restantes
subieron al cadalso o se extinguieron en los campos de batallas; también la
heroicidad de las mujeres estuvo presente de manera efectiva en estas
luchas.
Los centros de resistencia se llamaban republiquetas, a
saber: La del norte en Ayopaya-Omasuyos y Chayanta, que dominaba las
comunicaciones con Oruro, Cochabamba-Chuquisaca. Otra en Mizque, que circundaba
a Cochabamba y se comunicaba con Santa Cruz de la Sierra y Valle Grande. Otra
en Río Grande hacia el Pilcomayo. Otra en Cinti con comunicaciones en Porcoy-Cotagaita
y se extendía hacia Tarija y el Chaco Boreal.
Los caudillos más importantes eran: Al norte: Muñecas y
Lanza; al centro: Arce y Arenales; al sud: Padilla, Camargo, Umaña y Uriondo y
en el oriente: Warnes y Mercado. En Tarija se encontraban: Manuel y Ramón
Rojas, Francisco de Uriondo, Eustaquio Méndez (alias el Moto), José Fernández
Campero (Marqués de Yavi), los de Tarija respondían a Güemes y a Belgrano.
Los realistas trataron de contener los avances guerrilleros
y sofocar la segunda rebelión en Cochabamba, el 22 de mayo de 1812; Goyeneche,
sostuvo encuentros sangrientos, como la batalla de Quehueñal a la altura de
Pocona, donde es derrotado Arce; entonces Goyeneche avanzó hacia Cochabamba que
preparaba la resistencia con muy escasos recursos.
El gobernador Antezana retornó a Cochabamba, donde intentó
reunir refuerzos. Al llamado del gobernador de entre los escasos mil hombres
que quedaban en la ciudad, “solamente las mujeres dijeron: si no hay hombres
nosotras defenderemos”. Goyeneche hizo avanzar sus tropas hacia la ciudad, pero
desde la Tamborada, se les abrió fuego nuevamente, por lo que reinició el
ataque. Antezana le hizo saber que él se rendía y dispuso que se retiraran y
guardaran las armas. Ante su proceder “se congregaban todas las mujeres armadas
de cuchillos, palos, barretas y piedras en busca del señor Antezana para
matarlo”.
Las mujeres obtuvieron las llaves del depósito de armas y
entrando en él “sacaron los fusiles, cañones y municiones y fueron al puesto de
San Sebastián (el cerro de la Coronilla a extramuros de la ciudad), donde
colocaron las piezas de artillería”. La resistencia de la ciudad se redujo así
a un pequeño ejército armado de machetes, mazos, algunos fusiles y tres
cañones, comandado por una anciana ciega, Manuela Gandarillas y las vendedoras
del mercado popularmente conocidas como “chifleras”.
El paso arrasador de Goyeneche se sintió en Cochabamba el 27
de mayo de 1812. El matón del Desaguadero halló una ciudad protegida por
ancianos, mujeres y niños que resistían el ataque realista con piedras y palos.
Las tropas de Goyeneche ingresaron a la ciudad formando dos columnas por la
Tamborada y el Ticti.
No fue difícil para Goyeneche ganar semejante batalla, aquel
27 de mayo de 1812, tendió un cerco mortal alrededor de la colina donde se
concentraron las combatientes. La matanza fue despiadada, allí también murió la
esposa de Esteban Arze.
Poco después, entraron a sangre y fuego, pasando por las
armas a algunos guerrilleros y mujeres, la ciudad fue totalmente saqueada y
quemada, provocando con ello el terror, a duras penas algunos pudieron salvarse
y huir hasta Chayanta.
Las víctimas del 27 de mayo
Manuela Gandarillas, Manuela Rodríguez de Arze, Manuela
Saavedra de Ferrufino, Rosa Soto (nieta de la ciega Gandarillas y quien inspiró
al épico personaje de Nataniel Aguirre), Juana Ascui, Lucía Ascui, Lucía Alcócer
León de Chinchilla, María Isabel Pardo de Vargas, María Teresa Bustos de
Salamanca y Lemoine, María del Rosario Saravia de Lanza, María Pascuala
Oropesa, Luisa Saavedra de Claure, Mercedes Tapia y las hermanas Parrilla;
entre los varones: Joaquín Mariano Antezana, Manuel Ignacio Ferrufino, Agustín
Ascui, José Domingo Gandarillas, Bernardo Luján, José Manuel Lozano, Juan
Zapata. Es una lista parcial de las víctimas de la matanza de San
Sebastián.
DOÑA MANUELA RODRÍGUEZ Y TERCEROS.
La insurgencia de Cochabamba estampó la cruz de una rebeldía
insistente sobre la sensibilidad femenina. Lo demuestra el tumulto popular del
27 de mayo de 1812, que fue inspirado por la obstinación combativa de una
descendiente del caudillo Alejo Calatayud, la abuela patriota que infundió el
soplo de su temple irreductible para transformar a las mujeres del pueblo
alzado, en aquellas heroínas que inmortalizaron su reto en la inmolación de la
Coronilla. Siempre asociada al sino de su esposo y de sus hijos, la criolla
también buscó un lugar de repentina colaboración para asomarse a los hechos
como actora o como intérprete, con el desborde de su pasión contenida. Al igual
que Doña Juana Azurduy, envuelta por la llama de la aventura, junto a Manuel
Ascensio Padilla en la bravas escaramuzas del guerrillero, aparece Doña Manuela
Rodríguez y Terceros al lado de Arce, con el entendimiento de la misma obra
redentora de modo que el aura de la rebeldía pudo nombrar la figura de ambos
personajes.
INSTAURACIÓN DEL DÍA DE LA MADRE
En esta colina, más conocida como de la Coronilla, cientos
de mujeres murieron a manos de las fuerzas realistas. En homenaje a ese valor
demostrado aquel 27 de mayo de 1812 es que se recuerda esta fecha como el día
de la madre boliviana, conmemoración que fue confirmada a través de la Ley de
la República del 8 de noviembre de 1927, el Día de la Madre boliviana es
festejado cada 27 de mayo.
Gran parte de esta costumbre, se originó con el fin de
recordar el valor y el compromiso que tuvieron con su patria las mujeres
cochabambinas, valor que quedó demostrado en el campo de batalla el 27 de mayo
de 1812 en la conocida Batalla de la Coronilla con motivo de la Independencia
de la República de Bolivia.
LA RABONA
Rabona, su nombre deriva del hecho de que generalmente
marchaban en la cola de las columnas y aunque también se les conocía como
cantineras el término original era el más extendido; eran las mujeres esposas,
madres o hermanas de los reclutas, acompañaban en campaña incluso con sus
pequeños hijos a cuestas para de esta manera evitar la desmoralización y
deserción de la tropa durante los primeros meses del adiestramiento, con el
tiempo muchas de ellas terminaban formando parte integrante del batallón y no
era inusual que caído su hombre en combate le prodigaran los primeros auxilios
o asistieran en su agonía llegando a tomar incluso el rifle de aquel para
continuar combatiendo, los hijos nacidos o criados en campaña solían pasar el
resto de su vida ligados a la milicia incorporándose como tamborileros desde la
niñez o como soldados desde la adolescencia, al darse el alto ellas escogían el
mejor sitio para acampar, enseguida descargaban las mulas, armaban las tiendas
amamantaban y acostaban a los niños, encendían los fuegos, cocinaban y atendían
a sus maridos o parejas, reparando los uniformes y realizando otras tareas
domésticas, que en esa época incluso podían considerarse su actividad de
logística.
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