Por: Wilson García Mérida / Publicado en: periódico El Sol de
Pando, el 30 de octubre de 2014.
Que habían otros indígenas tacanas como Juan de Dios Aguada,
además de Bruno Racua, protagonizando con igual maestría y valor la expulsión,
a flechazo limpio, de los brasileños de Puerto Bahía (hoy Cobija); que el descubrimiento
de Cachuela Esperanza se produjo, casualmente, un 11 de octubre —día en que
conmemora la Batalla de Bahía—, pero 22 años antes de la guerra; que Cobija era
una ciudad que parecía existir en la dimensión desconocida, donde el tiempo
transcurría diez veces más lento que en el resto de Bolivia… Secretos que la
memoria enterró en su silencio y su lejanía, pero reviven con fantástica
exactitud histórica en cada una de las páginas del libro “Por tierras
calientes: Impresiones, anécdotas e iniciativas referentes al Beni y Noroeste”
publicado en 1928. Su autor: el médico, músico, escritor y explorador paceño
José Salmón Ballivián.
El periodista Carlos Soria Galvaro tuvo a bien donar a Sol
de Pando un ejemplar original de aquel libro compilado junto a otras obras del
escritor. Se trata de un volumen empastado que incluye dos libros de José
Salmón Ballivián sobre la Amazonia boliviana, publicados antes de la Guerra del
Chaco: “Por Tierras Calientes…” y “El Hombre de los Bosques – Cuentos
Tropicales de Yungas, Santa Cruz, Beni, Acre, Caupolicán”.
Ambos libros delicadamente compilados bajo una tapa dura de
agradable rugosidad, mantienen la dedicatoria original con puño y letra del
autor a don Felipe Terán, el abuelo de Carlos Soria Galvarro y dueño original
de aquel tomo que el nieto nos obsequió con cariño de auténtico camarada.
Salmón Ballivián era un liberal paceño, talentoso músico
además, que ofició como Delegado en el Territorio Nacional de Colonias
—muchísimo antes de la creación de Pando—, y también transitó como servidor
público en lugares como Riberalta, Reyes y Trinidad. Su conocimiento sobre la
realidad amazónica del país de aquel momento le permitió imaginar un futuro de
esa tierra boliviana, que, ahora, aún en este siglo XXI, sigue siendo
adelantado para su tiempo.
Nuestro paradójico país, escribió, “es un pequeño mundo
aparte que tiene su polo y su ecuador propios… Pero muy al contrario de lo que
pudiera creer un extranjero, el polo de Bolivia, en sus grandes montañas,
glaciares y páramos, está bien habitado; al paso que su ecuador, bosques
enormes, llanuras inmensas y ríos navegables, está deshabitado”.
Para quienes gustamos comparar Beni con Pando como quien
goza diferenciando sus manjares, José Salmón hizo la suya con lucidez propia
del verdadero conocedor: “El Beni es muy inundadizo por sus planos muy bajos,
en forma que cuando llega la creciente, todas aquellas pampas y bosques se
llenan de agua, pereciendo gran parte del ganado que no ha podido refugiarse en
las pocas alturas del Mamoré. En cambio el Noroeste está libre de este
inconveniente y goza de otras ventajas: cuenta con grandes extensiones
elevadas, de mejor clima, vegetación sencillamente extraordinaria”.
Se puede asegurar sin hipérbole, escribió Salmón en ese
texto de 1928, “que el porvenir de Bolivia se encuentra en estas regiones
tropicales a las que la naturaleza les ha dotado de sus mejores galas y dones.
Señores bolivianos, hay que conservarlas, poblarlas, explotarlas y sobre todo
cuidarlas…”.
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