Foto: Matutino La Patria. / Por: Marcelo Fernández - Catedrático Emérito – UMSA /
Publicado en el periódico La Patria, el 5 de enero de 2014.
Aproximadamente las once de una mañana de Julio del 80.
Límpido azul, plenitud de sol.
- ¡Hola...!
- ¿Si…?
- Te habla Cristo…
Silencio patético, no se siente ni la propia respiración,
una súbita angustia en la garganta, la mirada hacia lo alto tratando de
encontrar alguna explicación o de pronto una imagen, sentado junto a la ventana
de esa oficina de Cordeor, se ve el total y profundo cielo a través de los
cristales.
Vuelve a sonar la voz:
- ¡Hoooooola...!
No hay contestación, sigue la mirada al cielo, hay que tener
en cuenta que para un cristiano evangélico…, es un intento de decir algo, algo
inesperado, no sé, quizás, un pensamiento silencioso, no me animo, de pronto un
qué quieres de mí Señor…?, No…., sería una ilegítima pretensión, no me
correspondería una revelación.
- Soy Cristo… Cristo Baldivieso,… Jorge Baldivieso.
Vuelve la respiración, recién me doy cuenta que, sin pensar,
mecánicamente, alcé el auricular del teléfono; es una convocatoria para que hablemos,
que es urgente. Llega más tarde a las instalaciones de la Corporación, solía
hacerlo siempre para hablar de proyectos y de cuestiones sociales con Cassius,
ellos eran entrañables amigos desde su lucha rebelde estudiantil en la
Universidad, el Movimiento Universitario Cristiano creo, no sé bien, pero de
ahí probablemente su nombre y su revolucionario rebautizo en la prestigiosa FNI
donde seguramente compartieron aulas, o…, luchas, ideales, las hermosas
trincheras de la lucha universitaria.
Preocupado por la inminencia del golpe de García Meza,
recomendaba entrar a la clandestinidad, para lo que brindaba apoyo solidario,
porque entendía de los peligros y las consecuencias del sangriento golpe que se
avecinaba. Él tenía dentro ya, una realidad, una visión certera; nosotros no la
entendíamos. No había nada que temer, no hicimos nada, trabajamos por el
pueblo, sin intereses personales, éramos místicos, así nos entendíamos o
presumíamos. Sólo nos oponíamos a los abusivos despropósitos de un prefecto Capulina
que quería disponer a su arbitrio de los fondos del pueblo, atemorizando a
cuantos se le pusieran al frente.
Cristo Baldivieso era una personalidad en las aulas, en los
patios, en las asambleas estudiantiles, y en los pasillos universitarios de la
UTO, tanto como en la misma ciudad de Oruro, de donde entendemos que no era
originario, no conozco con precisión el detalle de su lugar de nacimiento. Pero
pertenecía a la vida misma de la ciudad, su figura delgada, su inconfundible
chompa tiahuanacota o a veces camisa de leñador, sus gruesos lentes verdes,
algo de barba, siempre preocupado por la vida del país, por el pueblo, era esa
su razón de vivir, revolucionario místico, luchador de espíritu limpio, sin
condiciones, sin manipulaciones, sin pausas, la maldad no cabía en su mente ni
en su espíritu, demasiado honesto y sacrificado para ser entendido cabalmente,
ni siquiera por su mismo partido. No, no lo entenderíamos ahora, está claro que
tampoco lo entendimos entonces.
Llegan los días de la prisión política, los golpes, la
tortura, aquella violencia y sus consecuencias que los de Conrevip, y también
algunos funcionarios de antes y de ahora del Ministerio de la in-Justicia no
conocen ni entienden, ni saben de qué trata, mejor que no conozcan ni la
entiendan nunca, podría doler. Esforzarse por lo menos para entenderla en algo,
les haría bien.
- ¡Hablá c…!, ¿dónde está el Cristo!
Es inútil, nunca supimos donde vivía, los otros
"tiras" miran en silencio, el Pasamontañas grita, golpea con su fusil
automático en la mano, levanta el seguro, te voy a matar, te voy a limpiar;
está con alcoholes, Capulina es el de las órdenes, Gery apacigua un poco,
talvez salva una vida, al final…, el vecindario cuenta. El tiempo vuela adentro
de la fría prisión, la prisión política es sustituida por el exilio, ese triste
y silencioso personaje real que se come nuestros días, nuestro tiempo, que
consume la existencia y la alegría de tantos, que corta nuestro caminar, que
devora la sonrisa y la felicidad de niños y niñas, los inocentes de siempre.
Llega un periódico de Bolivia, un número pasado, creo El
Diario o LA PATRIA, los han matado en la calle Harrington, el Cristo también ha
caído, aquél luchador incondicional, el de espíritu limpio, este Cristo que
también renunció a todo, a su vida. El Cassius no puede creer, o no quiere
creer, no lo admite. Ha sido el 15 de Enero, más de treinta años ha, y nadie
dice nada, solo hipócritas declaraciones, nadie se preocupa tampoco de sus
familias, ni de ellos, de los que murieron combatiendo por la libertad, por la
democracia; ni de los presos, ni de los exiliados, de los torturados, de los
que perdieron un hijo, un padre, un esposo, de las familias que se destrozaron,
de los que perdieron un hogar…para siempre, de la novia amada que en su tristeza
quedaría para otro, ¿y el hermano inocente…?, de regalo de Navidad quiero el
retorno de papá, del esposo o del hijo ausentes. ¿Quién le devuelve a esa niña,
a ese niño, la alegría y la inocencia de su infancia perdidas para siempre…?, y
qué de aquellos jóvenes estudiantes de la FNI y de la UTO, de las universidades
del país todo que nunca más volvieron a las aulas, y de aquellos otros tantos
jóvenes que nunca más volvieron a la patria, de los que ya no están
definitivamente, -nos estamos muriendo como perros-, decía Arturo, un bravo y
leal combatiente de toda la vida, se fue hace poco con la amargura de haber
sido olvidado, ignorado por los de ahora y los de antes que siempre disfrutaron
de aquel sacrificio. Qué ironía, absurdo seguir hablando de esto que no le
interesa a nadie, a ningún gobierno, aunque son todos ellos, en todos los
tiempos, beneficiarios de esa lucha, de ese sacrificio que no se lo paga a
ningún precio, por que vale demasiado, mucho más que el dinero, que muchos
aguinaldos extras.
Conclusión: No hay resarcimiento para las víctimas. Con un
simple informe de Conrevip del Mininisterio de Justicia, desaparecen exiliados,
presos políticos, torturados, desaparecen la violencia y la represión,
desaparece el golpe del 80, no hubo, es una calumnia, es pura mentira; no hubo
víctimas; los dictadores y genocidas, parecería, tuvieron siempre abogados
infiltrados en algunos niveles de poder, a los de Conrevip les compete escribir
una nueva Historia de Bolivia en la que no exista víctimas de la violencia política
ni de las dictaduras militares, les sería muy fácil que de paso, ejerciendo de
cirujanos plásticos, hagan desaparecer las cicatrices de la violencia,
incluyendo lo de la calle Harrington.
Y, entonces, por que hablar de los 30 años de retorno a la
democracia, si esta, nunca se había ido. A otro cantar, la estupidez humana no
tiene límites, decía un brillante maestro de post grado de la Universidad de
Georgetown, ella es inmensa, y entendemos, tan grande e inmensa como la
ingratitud humana. Pero estos y estos otros, siempre los de turno, los que ayer
y los que hoy son agraciados con aquella lucha, están embadurnados de
injusticia, desconocen la historia real y verdadera, o la ignoran
premeditadamente, pero se dicen revolucionarios unos; demócratas los otros;
está demostrado que no lo son, por que la revolución es por la justicia social,
por la reparación histórica, podríamos pensar en una nueva ley con voto de
urgencia y dispensación de trámites, o también ese instrumento pretenden no
conocer. Es que el debate parlamentario por justificar la injusticia no tiene
límites.
El Cristo Baldivieso, por lo menos un recuerdo, trató de
salvar la libertad de las personas, la democracia, intentó salvar la vida de
los amigos, de los camaradas, de los compañeros; perdió la suya, pero vive; su
lucha, hoy silenciosa con los restos de la resistencia, sigue.
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