"SI HILARIÓN DAZA HUBIESE SUSPENDIDO EL CARNAVAL, EL PUEBLO HABRÍA HECHO MÁS JOLGORIO"

Escena de Amargo Mar, en que aparece Eddy Bravo interpretando a HIlarión Daza. (elias-blanco.blogspot.com)

Por: PABLO MICHEL PARA OXÍGENO / Publicado en el periódico Correo del Sur el 13 de febrero de 2016.
La famosa y hasta patética historia boliviana del Carnaval de 1879, con un Presidente “ocultando la noticia de la invasión chilena a los puertos bolivianos para dedicarse a los festejos carnavaleros” ha calado hondo y por varias generaciones en el imaginario colectivo. Por lo tanto es necesario, a más de un siglo del episodio histórico en cuestión, hacer algunas consideraciones.
Para empezar, es importante considerar que aunque los tirajes de los periódicos bolivianos en 1879 eran mínimos (entre 200 y 300 por entrega), no existía la idea de circulación nacional, por el contrario, habían sólo ediciones locales para las ciudades y los pueblos; la opinión pública con una educación mediana sabía desde 1878 que en cualquier momento Chile desencadenaría un conflicto bélico contra Bolivia, Perú y Argentina. Además, el Gobierno boliviano ya había dado un ultimátum a la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (empresa privada de capitales chilenos y extranjeros) para que realizara el pago de 10 centavos de gravamen por quintal explotado en territorio boliviano el día 14 de febrero de 1878, es decir un año antes de la invasión a Antofagasta.
Durante todo un año (1878) el presidente Hilarión Daza, su gabinete, cuerpo diplomático, intelectuales, militares y el pueblo en su conjunto supieron que en cualquier momento estallaría un conflicto armado con Chile; y de la misma forma se sabía en Perú. Es importante esta puntualización para desechar una vez más las ideas románticas y cinematográficas de la “invasión sorpresa” o del famoso chasqui corriendo maratónicamente desde Tacna a La Paz y llegando “justamente” el Martes de Carnaval en la noche (25 de febrero de 1879) cuando ya faltaban pocas horas para el miércoles de ceniza. Con esta imagen se desconoce que desde la batalla de Ingavi (1841) ya existía en Bolivia empresas de correo que cubrían todas las rutas nacionales e internacionales con dos servicios: el Propio y el Extraordinario; por lo que resulta contrario al sentido común que 40 años después el Estado boliviano y sus ciudadanos siguieran confiando en la eficacia y puntualidad del servicio de chasquis de los tiempos precolombinos, antes de la llegada del caballo al continente.
Otra consideración aún más puntual y específica es que el buque chileno Blanco Encalada ya se encontraba al frente del puerto de Antofagasta, en aguas territoriales bolivianas el día 6 de enero de 1878, 50 días antes de la invasión del 14 de febrero, vale decir que el pueblo boliviano sabía o cuando menos lo presentía.
Durante el juicio de responsabilidades iniciado contra el ex presidente Daza (en su ausencia) y su gabinete por malas decisiones y errores cometidos durante la Guerra del Pacífico –inclusive acusándolo de “traidor a la patria” por el episodio de la retirada de Camarones–, los detractores de Daza hicieron hincapié en que “el presidente Hilarión Daza ocultó la noticia de la invasión chilena para seguir festejando el Carnaval”. Esta disparatada acusación, sacada de los pelos en ese momento, sembró lo que sería una de las versiones más obscuras y sesgadas de la historia de la Guerra del Pacífico, pues hasta nuestros días existen escritores y autores que siguen sosteniendo la versión, y casi una totalidad de ellos en Perú.

Es importante considerar que desde los tiempos del Alto Perú, el Carnaval tuvo y aún tiene con más fuerza una importancia capital desde los puntos de vista de los análisis sociológicos, antropológicos, religiosos y hasta económicos. El Carnaval representa un tiempo de disipación; mediante los jolgorios, bailes, disfraces y “farras”, por unos cuatro días el pueblo se relaja escapando así de las preocupaciones y la propia cotidianidad.
Por lo que revisando los tantos episodios cruentos de nuestra historia, que si bien registran numerosos alzamientos, revoluciones, asonadas; ninguno de éstos se produjeron en los días cercanos o del mismo Carnaval, como sí ocurrió en otros países.
Y aquí nos hacemos esta pregunta: “¿Si el general Daza hubiera suspendido los carnavales de 1879 para declarar la patria en peligro, acaso el pueblo hubiera obedecido esta suspensión?”
Estoy seguro que no. Por lo que me viene a la mente un episodio más reciente: la entrada del carnaval orureño de 2014, cuando se desplomó una pasarela causando varios muertos y heridos a participantes y espectadores, por lo que las autoridades departamentales y las organizadoras del Carnaval de Oruro suspendieron esta entrada folclórica; fue imposible cumplir esta medida porque miles de bailarines y espectadores querían seguir jolgoreando y chupando y no permitieron tal suspensión.
Entonces: ¿por qué seguimos a más de 130 años, acusando al general Daza y su gabinete de no haber suspendido el Carnaval versión 1879, si “igualito nomás” al pueblo le hubiera valido un “pepino”?


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